La actriz Lola Herrera desvela las características principales de los personajes de ‘Querida Matilde’, la obra de teatro con la que vuelve a la ciudad este fin de semana.
Lola Herrera estuvo en Melilla hace unos años en unas jornadas sobre el encuentro entre varias culturas. Esta actriz veterana de las tablas de los teatros españoles aseguró a El Faro que disfrutó mucho de esa visita y que aún conserva fotografías que le hicieron en la ciudad. Viene “con muchas ganas”, según indicó. Herrera regresa a Melilla con ‘Querida Matilde’, una comedia llena de sentimientos en la que comparte escenario con Ana Labordeta y Daniel Freire.
Lola Herrera destacó a El Faro las características que hacen de su personaje una mujer fuerte. Además, comentó lo “inhumano” de esta crisis económica y cómo a pesar de esta situación complicada, se ha arriesgado a fundar Bababá, una empresa de diseño de ropa, joyas y de interiores.
–¿Por qué aceptó el proyecto de ‘Querida Matilde’?
–Casi se me ha olvidado por qué acepté este proyecto, pues hace más de dos años que estamos con esta obra (risas). Pero es una buena comedia. Los personajes son muy creíbles y hay una historia muy bonita. Se trata de un par de familias a las que les pasa una serie de cosas y cuando se encuentran, empiezan a tirar de un hilo por el que el espectador se entera de todo el pasado y de lo que ocurre en el presente. Me pareció muy interesante. Terminamos a finales de noviembre, pero tenemos un recorrido muy largo con ella, pues hemos estado en Madrid, Barcelona y por el resto de España.
–Daniel Freire, su compañero de escena, comentaba a El Faro que es una comedia de sentimientos.
–Sí, de muchos sentimientos. Es una comedia en la que los personajes se mueven por sentimientos, tanto positivos como negativos. Les pasan muchas cosas. Sufren lo que tienen que sufrir y disfrutan de lo que tienen que disfrutar. La verdad es que son personajes humanos. Esto es muy bonito de hacer.
–¿Su personaje es de los que se van quitando capas conforme pasa la función?
–No. A mi personaje se le ve venir de lejos. Es una mujer que ha hecho un recorrido vital interesante, que está muy curtida, que le ha tocado vivir una época muy difícil y que ha tenido que tomar decisiones muy complicadas en esos momentos porque sus acciones no estaban bien vistas socialmente en aquella época. Es una mujer que ha arriesgado. Es una mujer fuerte o a la que le ha tocado ser fuerte y que poco a poco se ha ido endureciendo lo justo como para poder vivir.
–La imagen que usted proyecta es la de una mujer fuerte y que se arriesga. En estos dos aspectos, ¿se parece a Matilde?
–No. No nos parecemos. Quizás sólo en que somos mujeres y de una generación que tuvo que batallar mucho porque pasaron muchas cosas en los caminos de nuestra vida. Primero, salir de una postguerra terrible con una dictadura de 40 años. Todo esto implica, además del dolor de la posguerra, perder las libertades al vivir en esa dictadura. Parece que durante la República las cosas no estaban muy bien, pero al menos había una libertad social. Parecernos no nos parecemos. Yo no he sido capaz de hacer las cosas que hizo Matilde. Ella defendió el amor por encima de todo, yo he tenido en cuenta otras cosas. No sé si son parapetos que te pones, pero yo lo hice, por ejemplo con mis hijos. Cuando se tiene hijos la libertad es relativa porque ellos no han pedido venir y no les puedes trastocar mucho sus vidas cuando están creciendo pues no sabes lo que les va a poder afectar. Esto lo tuve muy en cuenta. A lo mejor me equivoqué porque otras personas no lo tuvieron en cuenta a sus hijos y no pasó nada. Matilde, por ejemplo, no lo tuvo en cuenta y los resultados son el personaje de Ana Labordeta. Es una mujer que está muy traumatizada con lo que le ha tocado vivir porque ha tenido una gran cantidad de interrogantes. Y el personaje de Daniel Freire lo mismo. Estos dos tienen una serie de problemas que arrastran desde la adolescencia y que no resuelven hasta muy tarde.
–Ha vivido momentos difíciles antes que la crisis económica actual. ¿Cree que exageramos sus consecuencias?
–No. Tiene unas dimensiones gravísimas y si no, que se lo pregunten a los más de cinco millones de parados y a la gente que la echan de su casa porque no la pueden pagar. No sólo se quedan sin trabajo, sino sin techo. Es gravísimo e inhumano. Es una situación límite que se va ampliando, aunque vean brotes verdes, que, de verdad, yo no sé dónde los ven. Todos los que dependemos de un trabajo estamos en el aire y no sabemos lo que va a pasar. No hay seguridad en el mañana ni un horizonte que se vea claro. Me da igual lo que digan en el telediario. Esta situación de crisis es gravísima.
–Aún sin horizonte claro, acaba de emprender un proyecto de una empresa de diseño.
–Es muy arriesgado, pero las cosas se hacen cuando surgen. Tampoco tengo yo edad ni tiempo para dejarlo hasta dentro de diez años, que es lo que va a durar esta crisis. Me he puesto en marcha con mucho cuidado. Hemos hecho una sociedad en la que estamos intentando dar pasos, pero cortos y acertados. Estamos en el camino. Se hacen cosas que no están en el mercado y que tienen sus connotaciones especiales, y por ello, las hacemos, si no, no contarían conmigo. Yo tengo una profesión que está vigente y tengo más trabajo del que puedo asumir, que parece una cosa casi fea decirla en este momento. Tengo trabajo como actriz y sino me jubilaría. Pero esto lo he hecho porque quiero compartir lo que he aprendido por el camino y es algo que le puede venir bien a la gente. Es una opción más que no estaba en el mercado.
–¿Es otra forma de volcar su creatividad?
–Sí. Hago mis dibujos, elijo las telas y tomo las decisiones de lo que se hace en el diseño de ropa. Somos cuatro socios y uno diseña joyas y otros adaptan espacios decoración a las necesidades del cliente. Cada uno en la parcela que ocupa, desarrolla al máximo lo que quiere hacer.
–¿El diseño de ropa era uno de esos sueños que pensaba cumplir algún día?
–Definitivamente no, y si mi hubieran dicho que iba a hacerlo, hubiera dicho que no. Esto viene por acumulación de información. A lo largo de los últimos 30 años la gente no hace nada más que preguntarme dónde me he comprado esto. Resulta que todo lo que he llevado, el 99%, las he diseñado yo. Las he mandado hacer. En los últimos años me han animado mucho para que hiciera mi ropa en forma de diseños. Pero yo decía que era complicadísimo emprender uno proyecto así. Poco a poco se ha ido configurando y un día tomé la decisión. Sé que no es el mejor momento, pero lo intento. Estamos en la calle Fuencarral encantados de la vida.
–Con esta nueva experiencia bajo el brazo, ¿animaría a otras personas a emprender sus proyectos?
–Nosotros hemos puesto ahí todo lo que teníamos y hay que pensar que los beneficios tardan en llegar, más en esta época. La inversión en principio es grande por muy humilde que sea el proyecto. Hay que tener inversión y las ganas de emprender. Será una cosa muerta en un principio que requerirá toda tu atención y que no te va a dar beneficios de forma inmediata. Además, hay que tener en cuenta que tenemos una interrogación en lo alto que no sabemos si un día ganarás o perderás todo. Éste es el riesgo. Todo de pende de cada persona. Pero creo que hacer proyectos con medida, pues no vivimos en un momento como para liarnos la manta a la cabeza y con precaución sí que se puede intentar. Espero que en algún momento surjan las ayudas para la gente que desea emprender algo. Pero dudo mucho de que sea algo inmediato.
–¿Los proyectos que le llegan son pequeños, como ‘Querida Matilde’? ¿Se apuesta ahora mucho más por la comedia?
–Lo próximo que voy a hacer no es tan pequeño. Pero la comedia siempre tiene su hueco. Desde la comedia se puede contar cualquier drama. El humor no está reñido con la calidad, la altura o el nivel de un texto. Creo que los grandes escritores han tenido un humor preciso, corrosivo, ácido y de todos los colores bajo sus letras. No creo que sea una cuestión del momento. Creo que son oleadas, lo mismo que está ahora Gran Vía llena de musicales. Indudablemente lo que no se puede hacer ahora, en la empresa privada, es una obra con doce personajes, eso está claro. Pero no creo que se busque con una lupa la comedia o el número de actores, sino que la historia tenga un sentido.
–Con el tiempo, ¿se ha vuelto más exigente a la hora de aceptar los proyectos?
–La exigencia la he tenido siempre. Aunque no he sido una elitista. Me parece que los trabajos pueden ser de muchos colores y lo que único que se debe realizar es hacer bien lo que emprendes. Hay que entregarse y dignificar nuestra profesión continuamente, pero con la actitud, que es la de trabajar un texto ligero como si fuera un clásico de lo más importante. El trabajo bien hecho es lo que dignifica cualquier profesión. No me he encargado nunca de ser exigente con la obra. La exigencia es la de hacer mi trabajo bien.
–¿Nos desvelaría cuáles son sus siguientes trabajos?
–Mis proyectos son seguir con el teatro. Hay una nueva comedia, pero no voy a hablar de ella porque no quiero desgastarla. Sé lo que voy a hacer y con quién y estoy muy entusiasmada con este proyecto porque es muy bonito. Pero cuando termine ‘Querida Matilde’ me voy a tomar un tiempo de descanso de un par de meses. Luego ya comenzaré con los ensayos. Me he ganado un descanso porque este año y pico ha sido tremendo con el teatro y poniendo en marcha la empresa de Bababá.
–¿Ve necesario un cambio en el sistema cultural español?
–Creo que hay que cuidarlo mucho y no se cuida. La cultura en este país, y en concreto algunas ramas, ha sido ignorada completamente. Ahora con el palo del 21% a la cultura es... Vaya, que el fútbol no pague este impuesto y nosotros sí me parece un arremetimiento contra profesiones y colectivos. Es algo que no entiendo.
–¿Y qué se puede hacer para que a la gente no le importe invertir en cultura a pesar de este impuesto?
–¿Por qué hay masas de gente que se mueven con determinadas cosas? Porque son animadas. Hay estudios para interesar a la gente sobre cosas y es algo que ya está inventado. Que se utilice o no depende de quien organiza la sociedades. En Buenos Aires cuando los años del corralito no tenían para comer, pero los teatros estaban llenos. Lo que quiero decir es que allí tienen la necesidad de ir al teatro como de sentarse a la mesa a comer.
–Quizás sea una cuestión de educación.
–Es la cultura que se vaya imprimiendo y las necesidades que se vayan creando en este sentido.
–Daniel Freire nos aseguró que trabajar con usted es como jugar encima del escenario.
–Bueno es que si no juegas, ¿qué pasa? Nada. El trabajo tiene que ser diversión, hay que disfrutarlo. No sé trabajar de otra manera ni vivirlo de otra forma. Si no me encuentro bien un día me sabe mal no poder disfrutarlo como otros.
–Se notan esos días en los que uno tiene mucho estrés y no se encuentra bien.
–Tú lo notas, pero lo tienes que aparcar. Tienes que hacer un esfuerzo mayor por quitarte todo, pues al escenario hay que entrar limpio para hacer ese personaje con esa historia. Es un ejercicio que hacemos todos lo que trabajamos en esta profesión.
–¿Qué es lo que espera de los escenarios?
–Espero subirme y pasarlo divinamente. Espero no perder nunca ese placer hasta el último día. No le pido nada al teatro, me da mucho.