El sacerdote Juan Manuel Barreiro llegó a su ciudad natal el 18 de octubre de 2008 como vicario episcopal y en unos días volverá a las misiones en Venezuela a petición del obispo.
El vicario episcopal de la ciudad, Juan Manuel Barreiro dejará en unos días su puesto para ir de nuevo a Venezuela. Este melillense que nació en las islas Chafarinas y que con 18 años se marchó de la ciudad ha analizado en ‘El Faro’ estos tres años de trabajo intenso como representante del Obispado en Melilla.
A propuesta del por aquel entonces obispo de Málaga, Antonio Dorado Soto, Juan Manuel Barreino aceptó venir a Melilla y dejar su misión de párroco en Santa Fe de los Boliches para servir por primera vez como sacerdote en su ciudad natal.
–¿Cómo fue su reacción cuando le comunicaron que iba a ser vicario para Melilla?
–La verdad es que le presenté reticencias al obispo de venir a Melilla, porque tenía sentimientos contrapuestos, soy de la ciudad, aunque del barrio más periférico, las Chafarinas, y era la primera vez que iba a estar aquí como sacerdote. Esto me planteaba retos, ya que salí de la ciudad con 18 años y volví a los 50. Tenía que reaprender mi ciudad. Era un reto esperanzado y motivador y que me producía también ciertas inquietudes. Lo que me planteé desde un principio fueron dos cosas, fidelidad a mi obispo y prestar un servicio a mi ciudad y a la iglesia en la que sirvo.
–Cuando llegó, ¿en qué situación estaba la comunidad cristiana?
-La encontré en un ir descubriendo el potencial de la vida cristiana y con sorpresas y agradecimientos del valer de los cristianos aquí. Estoy encantado con los cristianos de Melilla. Soy exigente conmigo y con los demás con lo que creo que todo es mejorable, pero hay una comunidad viva. Vivimos, pensamos y actuamos en cristiano y ahora, con la celebración de 514 años de la ciudad, son los mismos de vida cristiana ininterrumpida. Melilla ha tenido la oportunidad de contar con varias experiencias en su historia. Con varios carismas religiosos que aún perviven, y eso le ha dado un sello de autenticidad y garantía de verdadera vida cristiana. Actualmente, los padres Paules, los hermanos de La Salle, las hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones, las religiosas de María Inmaculada, las religiosas de la Inmaculada Niña, las hijas de la Caridad, y el clero secular Melilla. Tiene la peculiaridad de que en este territorio pequeño haya dos experiencias de vida eclesial, una es la de la diócesis de Málaga, que cuenta con seis parroquias en la ciudad, y otra es la castrense, que tiene su parroquia. Se ha dado una convivencia entre dos jurisdicciones eclesiásticas y que ha sido un compartir fructífero.
–Con tantas religiones distintas en la ciudad, ¿ha sido más complejo evangelizar?
–No. Personalmente lo he entendido como una riqueza para nosotros. Ha sido una oportunidad. Poco a poco vamos vislumbrando cómo se puede actuar en la medida que se pueda asumir esta realidad rica y plural que tenemos en la ciudad. Tenemos a gala en mi ciudad el vivir varias culturas y religiones, pero de una manera pacífica y normalizada, cosa que en otros lugares de España y fuera de ella no se vive de esta manera, sino como un conflicto. Parece que esta situación de paz es una garantía que puede iluminar situaciones conflictivas de fuera. Lo que le da a la Iglesia es un reto positivo que la actualiza en disponibilidad, en certeza y para mí, ha sido motivador y enriquecedor.
–Incluso hay gente de otras religiones que viene al Sagrado Corazón.
–Para la iglesia católica no sólo es rezar dentro del templo, sino fundamentalmente, que aquéllos que rezamos, trasmitirlo como testigos. A través de Cáritas se atiende a muchas personas que no son cristianas y aquí en Melilla atañe, sobre todo, a musulmanes. Ellos han encontrado en la iglesia un lugar pacífico, de bondad e incluso vienen a descansar, y no sé si alguno hará alguna oración.
–¿Ha cumplido con los objetivos marcados durante estos años como vicario?
–Es difícil contestar eso y lo deberían juzgar los demás. Vine aquí con dos misiones que se entrelazan en mi persona y son la de ser párroco del Sagrado Corazón y la Purísima Concepción con la ayuda de un compañero Javier Velasco, y luego vicario. Como párroco tenía que animar presidiendo una comunidad concreta, una feligresía para santificar y evangelizar y como vicario episcopal era representante del obispo y ser la autoridad de la Iglesia ante las instituciones. Mi labor aquí era la de animar toda la vida eclesial, en torno a unos objetivos marcados por el obispo.
–¿Cuáles son los retos de la comunidad cristiana en Melilla?
–La comunidad tiene varios retos plateados. Muchas veces la fuerza de los acontecimientos marcan esos retos. Qué duda cabe de que en esta ciudad se vive una peculiaridad por el terreno mismo en el que vivimos y en que, por ejemplo, las feligresías no están tan bien definidas como lo están en la península. Aquí hay feligreses que por conveniencia de horario te aparecen un día en la Castrense y otro domingo en la Medalla Milagrosa. Aquí son todos más libres y eso es un reto. La iglesia es jurídica y requiere de una familia propia, como es la parroquia, y un segmento significativo lo viven muy libre, aunque no por eso menos consistente. Otro es la idiosincrasia de la ciudad, el reto eclesial son la evangelización, la atención al emigrante y la actividad de Cáritas que es ingente. Lo más determinante es el apoyo para la ciudad del carisma religioso, que para algunos no puede ser perceptible, pero la incidencia de las entidades religiosas, como La Salle o María Inmaculada, aporta a la Iglesia autenticidad y se hace explícito un evangelio, con hombres y mujeres concretos, que nos ayuda a ser más auténticos.
–¿Tiene algún momento especial que desee destacar de estos años de trabajo?
–El día de La Patrona. Pienso que también lo es para Melilla y que es algo que tenemos que ir rescatando y potenciando, el mirarnos y dejarnos mirar por Nuestra Señora. La Virgen de la Victoria es el elemento aglutinador que podemos tener los melillenses, y no solamente los cristianos, sino toda la ciudad. Esa imagen para nosotros y toda Melilla y sus ciudadanos es una referencia obligada, que aglutina esfuerzo, cariño, convivencia, cohesión y respeto mutuo por la diversidad de cada uno.
–Uno de los retos de la iglesia es atraer a los ‘cristianos adormecidos’, es decir, a los creyentes que no practican.
–Nuestra religión se sostiene en tres punto, uno es tener conocimiento de porqué se hacen las cosas y de esta forma nos ayuda a actuar en libertad, es un precepto fundamental en los cristianos, que somos los patasueltas más grandes. El don de la libertad lo tenemos asumidos y es lo primero que nos respeta Dios. Si nosotros le somos infieles, él permanece fiel a nosotros, según dice San Pablo a Timoteo. Ésta es una experiencia fundamental en la vida cristiana. Junto al tener conocimiento del qué y el porqué, es lo celebrativo. Se trata de otra de las experiencias de la vida cristiana. La mediación con Dios es una fiesta. Y el testimonio sería el tercer pilar. Un cristiano que se encierra en sí mismo, no es buen cristiano. El cristiano no está inventado para ser ratón de sacristía. El cristiano es alguien que públicamente, hasta caminando, se tendría que saber que es creyente. Servimos para dar testimonio con nuestras palabras y acciones, y siempre que metemos la pata sabemos que hay solución y debemos reconducir nuestra vida, por ello la reconciliación y la penitencia, que nos vuelve a recuperar en la vida cristiana. Todo esto es fundamental. No soy cristiano por venir a la iglesia a rezar, si en mi casa o en el trabajo lo olvido. Hay que vivir en cristiano en todas las realidades de tu vida.
–¿Cree que la Iglesia debe modernizarse? ¿Adaptarse a los nuevos tiempos?
–La Iglesia es una institución humana que está compuesta por hombres y mujeres de ahora y desde el principio. El Espíritu Santo anima a la Iglesia y tiene la actualización de los hombres y mujeres que en cada tiempo la componemos.
–¿Cómo afronta la nueva misión que emprenderá en unos días?
–El obispo me preguntó si estaba disponible para regresar a la misión y mi respuesta fue afirmativa. Llevo tres años en Melilla y lo he vivido con intensidad, pero honradamente no creo que sea el vicario que Melilla se merece. Le tengo mucho respeto a mi tierra y también al ministerio que eso supone y pienso que no soy la persona adecuada. Creo que no soy el apropiado para ello, aunque con esto digo lo mismo que en la misa de la Patrona, que me he esforzado por hacer lo mejor que he podido. En particular agradezco sinceramente la cooperación y ayuda institucional que se ha brindado desde la Ciudad, fundamentalmente, que es receptiva y sensible a las necesidades de un sector fundamental de Melilla que somos católicos, y que junto con otros lugares de culto no católicos, ha hecho un esfuerzo considerable en estos tres años de acomodar, embellecer y restaurar en este lugar de culto (Sagrado Corazón).
–¿Cómo ha sido esa relación con la Administración local?
–La cooperación cultural es fluída entre la iglesia católica con la Ciudad y se podía potenciar mucho más. Fue una sorpresa, lo estimo mucho y he hecho toda la publicidad habida y por haber de una de las actividades que se emprende, la ruta de los Templos. Es una oportunidad de excelencia de la ciudad y la aporta ese sentido de originalidad que tenemos los melillenses. También tenemos una obra en el Sagrado Corazón, que es un órgano, una maravilla. He querido, con la asistencia de Javier Martínez quien lleva a cabo su mantenimiento y es un trabajador maravillo, hacer tres conciertos anuales y hasta ahora lo hemos conseguido. Cuando haga el cambio de vicario, que será el 16 de octubre, he pedido que durante la misa se toque y si hubiera posibilidad de hacer un concierto sería estupendo. Es un aporte cultural fundamental representativo que no todas las poblaciones de España y Europa tienen. Me gustaría que la difusión de este patrimonio que tiene la iglesia se diera a conocer más, sobre todo, con las perspectivas de ampliar el turismo de la ciudad, como la llegada de los cruceros. Así que agradezco la cooperación y sensibilidad de la Ciudad. En realidad, a todos las gracias, porque me han ayudado y me han soportado. Un agradecimiento sincero va a todas las comunidades religiosas y a mis hermanos sacerdotes, en especial a Javier Velasco, quien estaba al quite cuando lo he necesitado y me he sentido muy honrado por tenerlo como compañero.