La crisis que asola el panorama económico español no existe para el deporte nacional. La decepción que ponía fin a cada actuación de la Selección española hace años en los distintos campeonatos ha dejado paso ahora a una amplia lista de triunfos. Daba igual la disciplina como da igual ahora. Lo que antes era un previsible fracaso ahora es un obligado triunfo. Nadie esperaba ayer que Nadal, cuyos torneos ganados le convierten en uno de los grandes tenistas del mundo, no consiguiera el punto que necesitaba España para jugar la final de la Copa Davis. Venció y apabulló a su contrario.
Más tarde, cuando la selección de baloncesto saltó a la cancha en Lituania, la mayoría de aficionados que seguía el encuentro por televisión sólo esperaba ver cómo jugaba España la final del Eurobasket porque la victoria se daba por seguro. Ganó y volvió a apabullar.
Al margen de la calidad de nuestros deportistas, los complejos e inseguridades del pasado se han convertido hoy en confianza y valentía. Y el fracaso y la decepción ha dejado paso al éxito. Con independencia de la disciplina deportiva que se analice y del nivel de éxito que se obtenga, la mayor diferencia de los componentes de las selecciones españolas de hace unos años con los actuales es la confianza con la que encaran su participación en los distintos campeonatos.
Y en medio de tanta bonanza deportiva, ayer la UD Melilla consiguió sus primeros tres puntos de la temporada en La liga, un ‘brote verde’ en medio de la crisis de resultados en la que está inmersa. Ojalá la victoria de ayer sirva para revitalizar el espíritu de los jugadores y este equipo también se convierta en fuente de alegría para los aficionados melillenses.