En primer lugar, bienvenida a Melilla, tierra que forma parte de la nación española desde hace más de cinco siglos y a la que, desafortunadamente, algunos de nuestros próceres parecen desconocer o de la que parecen haberse olvidado. Espero que esta ciudad y sus gentes le den una cálida bienvenida y que su estancia marque un antes y un después en su memoria, su sentimiento y, sobre todo, en su voluntad política.
Porque tengo la confianza de que su equipo le hace partícipe de la situación educativa de esta ciudad, y si no, lo hacen los resultados de informes internacionales como PISA o las mismas ‘Cifras y Datos’ que anualmente publica su ministerio, que me imagino que causarán en usted una honda preocupación. Y digo me imagino porque desde aquí, igual por la lejanía, no percibimos esa preocupación.
Por tanto, déjeme que le recuerde algunas de las carencias que tiene esta ciudad, aunque insisto, su equipo tiene ya esta información desde hace tiempo (todo el tiempo que lleva usted al cargo del ministerio, y más).
Melilla sufre una gran falta de cuidados en lo que al aspecto educativo se refiere: aunque las ratios han bajado (gracias en gran parte al cierre de la frontera, que no depende ni de su Ministerio y me atrevería a decir que ni de su Gobierno) siguen siendo de las más altas de España.
Muchos edificios precisan climatización, reformas de eficiencia energética, seguridad, un mejor mantenimiento.
Hemos tenido un incremento significativo de alumnado con necesidades especiales sin un consecuente aumento de medios humanos para atenderlos.
Tenemos mucha legislación a falta de desarrollar y regular, lo que perjudica en muchos casos los trabajadores de la enseñanza: protocolos, permisos, reglamentos de organización, etc…
Y no me extenderé más. Seguro que cualquier melillense que tenga a sus hijos en edad escolar podrá contarle más problemas tan importantes como los que le he mencionado. Pero sobre todo, hay algo de lo que, en mi opinión, carecemos y nos hace diferentes al resto del territorio nacional: no tenemos una mesa de negociación donde exponerles, explicarles o debatir nuestras demandas o donde ustedes nos expliquen los avances que se van haciendo, si es que se hacen. No existe, en definitiva, una comunicación real y directa, una toma de decisiones, un entendimiento que toda empresa debe tener con sus trabajadores. Está demostrado que no vale con un “organismo” artificial e inventado, sin carácter vinculante, sin calendario, sin orden del día ni actas. Entienda usted que, siendo su territorio directo de gestión, con todo el poder de un ministerio detrás, son sus trabajadores docentes los menos considerados (y me atrevería a decir que los peor tratados) de todo el territorio. Ignoro si esto se lo ha trasmitido su equipo, pero tiene usted que saberlo. Y si nos hubiese dado la oportunidad de reunirnos con usted, así se lo habríamos transmitido desde cualquier organización que representa al profesorado.
Está en su mano que haya un antes y un después de esta visita, estará usted de acuerdo conmigo en que una inversión en educación redunda y renta indudablemente en una sociedad más rica, más justa y más igualitaria. Téngalo en cuenta con los territorios de su gestión. Solo se trata de voluntad política, y desde luego, si alguien ha demostrado que con voluntad política se hace lo que sea, se cambia lo que sea, y se consiente lo que sea, es el gobierno del que usted es portavoz.
Si pudiese decir que defiende usted la educación de Ceuta y Melilla tan bien como defiende la gestión del Gobierno actual en sus funciones de portavoz, muchas cosas cambiarían, para bien, en esta ciudad.