Todos los melillenses apuntaron ayer la fecha del 25 de octubre como el plazo establecido por el consejero de Medio Ambiente y Naturaleza, Manuel Ángel Quevedo, para que los hogares tengan agua de calidad mineral nada más abrirse el grifo. Indudablemente el consejero ha arriesgado mucho al decir que en un mes se podrá beber agua sin estar embotellada porque será él y no la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir el que deba dar la cara si el compromiso no se cumple.
Tradicionalmente ha sido la Ciudad Autónoma el centro de la diana de las críticas de los melillenses cuando ha habido problemas con el suministro aunque fuera responsabilidad directa del organismo público que depende del Ministerio de Transición Ecológica en Madrid. Si no, que le pregunten a Hassan Mohatar y los constantes cortes de agua que se producían como consecuencia de averías que nada tenían que ver con su departamento pero de las que se le hacían responsable de forma permanente.
Cierto es que la explicación que ha ofrecido Quevedo para que nos creamos que tendremos agua de calidad tiene su lógica. Si la planta desaladora produce más metros cúbicos diariamente con la entrada en funcionamiento del cuarto módulo, menos habrá que tirar de los pozos, cuya sobreexplotación causa la salobridad que caracteriza al agua en Melilla.
Es decir, aumentará la proporción de agua desalada con respecto a la de los pozos en el suministro que llegará a las viviendas y la consecuencia directa será una mejora en su calidad. Hasta ahí parece que el argumento se sostiene.
Otro dato importante es que, al haber más agua disponible desde la planta desaladora de Aguadú, se podrá almacenar más fácilmente y llenar el pantano de las Adelfas, que permite hasta un total de 300.000 metros cúbicos, lo cual daría para tener agua durante diez días en el caso de avería o de corte programado. Esa es una buena noticia. Hace años que esa infraestructura está inutilizada y resulta de vital importancia en la política de agua que debe tener la Ciudad Autónoma.
Hay que confesar que pocos son los ciudadanos que se creen que, efectivamente, el 25 de octubre habrá agua “mineral” en Melilla desde cualquier grifo. Hace tanto tiempo que se prometen mejoras y éstas nunca llegan, que ahora resulta difícil dar un voto de confianza al consejero de Medio Ambiente.
A juzgar por lo que se ha comentado en las redes sociales y en el conjunto de la ciudad, los melillenses son totalmente escépticos con ese presunto logro y muchos achacan el compromiso a las “cosas de los políticos”, a los que no conceden credibilidad alguna. Por eso es importante apuntar la fecha del 25 de octubre porque será el termómetro para saber si se trataba de una promesa real o de otro de los inventos que se crean a nivel político para tratar de contentar al pueblo.