Saludo al sol
Una de las estampas más características y bellas de los acantilados calizos de Melilla la Vieja son los grupos de cormoranes que se solean sobre las escasas superficies horizontales de dicho acantilados. Es fácil observarlos desde el museo militar o el muro que asoma a la cala de Trápana. La postura que adoptan al solearse, extendiendo las alas y alzando su pecho hacia el sol, nos hace pensar que estas aves están realizando un rito de reverencia al astro rey. En realidad, adoptan esa postura tan curiosa para exponer la mayor superficie posible de su cuerpo a los rayos solares, ya que para los cormoranes es importante que se sequen bien sus plumas, y por ello dedican tanto tiempo a esta actividad.
Plumas para bucear
Cuando observamos estos acantilados y los grupos de aves marinas que se posan en ellos, nos llamará la atención que de todas ellas, sólo los cormoranes realizan el rito anteriormente descrito para secar sus plumas. La razón es que la mayoría de las aves marinas y acuáticas tienen un mecanismo para que sus plumas permanezcan impermeables: se extienden por todo el cuerpo, con ayuda de sus picos, una sustancia oleaginosa que segregan por una glándula especial. Esto es esencial para su supervivencia, pues con las plumas mojadas es muy difícil volar, y además, el plumaje seco les permite flotar sin problemas sobre la superficie del agua.
Aunque el hecho de que las plumas del cormorán no tengan esta capacidad para permanecer impermeables pudiera hacer creer que es una falta de adaptación de esta ave al medio acuático, en realidad es todo lo contrario: los cormoranes son una de las aves más especializadas en la pesca subacuática, y han hecho de ella todo un arte. Precisamente por su especialización en este tipo de pesca bajo la superficie del agua, es imprescindible para estas aves que sus plumas se empapen y poder sumergirse y bucear detrás de sus presas sin problemas. Bajo el agua, son unos cazadores formidables que persiguen a sus presas con gran destreza ayudándose de sus pies palmeados para bucear. Sus plumas empapadas le permiten sumergirse a profundidades considerables, y nadar bajo el agua con la ligereza de un pez.
Cormoranes y pelícanos
Este don natural de los cormoranes para la pesca no ha pasado desapercibido para el hombre: desde antiguo, en algunas localidades de China los pescadores los amaestran para que hagan el trabajo por ellos. La forma de recobrar los peces que los cormoranes capturan es atándoles una cinta alrededor del cuello que les impide que se los traguen.
Muchas de las características de los cormoranes, como el saco gular o los grandes pies palmeados, nos recuerdan a los pelícanos; dicho parecido no es casual, pues cormoranes y pelícanos están incluidos en el orden de los Pelecaniformes, y por lo tanto estas aves están emparentadas. Todas las familias de aves que componen este orden son excelentes pescadoras, especializadas en modos diferentes de pesca, por lo que podemos afirmar que las dotes del cormorán les vienen de casta.
Cormoranes grandes y moñudos
El cormorán que solemos ver en la costa de Melilla es el cormorán grande (Phalacrocorax carbo), que es el que ilustra la imagen, con plumaje nupcial. Este plumaje suele aparecer entre febrero y marzo, y adorna al cormorán con plumas blancas en la cabeza y a ambos lados del cuerpo, y le dan un lustre especial a su plumaje, para atraer la atención de los congéneres del sexo contrario. El plumaje blanco que aparece en la cabeza de los cormoranes en esta época ayuda a resaltar más una característica de estas aves, sus ojos verde esmeralda.
En Chafarinas, además del cormorán grande, anida otra especie, el cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis). Su característica principal, y la que lo distingue del cormorán grande, aparte de su menor tamaño, es un grupo de plumas que le sobresalen de la frente a modo de moño, y que le confiere un aspecto cómico.
La persecución implacable a la que se sometió a ambas especies en épocas anteriores las puso al borde de la extinción en España y prácticamente en todo el Mediterráneo. Hoy en día, los diversos programas que se pusieron en marcha para protegerlas, además de la abundancia de embalses y presas, que conforman un hábitat ideal para los cormoranes, han propiciado la recuperación de estas aves y su proliferación en prácticamente la totalidad de los puntos de agua del territorio nacional.
Si no hay nada que revierta la recuperación de esta especie, los cormoranes seguirán ofreciéndonos sus curiosos brindis al sol en los acantilados de Melilla la Vieja, y siendo un motivo más para acercarnos a visitar este bello rincón de Melilla.