Ella era parte del escenario, un personaje que estaba donde tenía que estar, era la reina de Inglaterra, con su corona de diamantes, su cetro, sus espectaculares joyas. Se encontraba en el momento de su máxima popularidad cuando la BBC anunció el 8 de septiembre de 2022 que había fallecido. Cuando mi hijo de diez años supo la noticia me lo comentó sorprendido. Parecía como si él pensase que eso nunca pudiera ocurrir (así son los niños). La Reina era una persona que siempre había estado ahí y ese era su sitio. “Yo pensaba que era invulnerable y estoy seguro de que todos sus súbditos están ahora llorando. Pero mamá esa mujer ha cumplido con su deber”, dice mi hijo con toda su inocencia. Voy a escribir un artículo sobre su figura, -le dije- a lo que él me contestó: “Mamá no digas lo que ya están diciendo todos”. Y es que todos los canales de televisión en ese momento hablaban de su figura, sus años de reinado, las personas ilustres que conoció, su longevidad, sus gustos, sus aficiones, la sucesión de su hijo Carlos III, etc... estaba ya todo comentado sobre ella.
Su muerte, efectivamente, ha sido una conmoción mundial, es como si todos sintiéramos que todo un mundo se va con ella, un mundo que se va... al mismo tiempo que se cierra la Historia del siglo XX. Ella, debido a su longevidad que la llevaron a estar 70 años como reina, ha visto pasar muchos Papas, presidentes del Gobierno, grandes autoridades... es la Queen. Un ciudadano británico comentó para un canal de la televisión: “Pensar que ya no va a estar te deja sin aire”, y es que son muchas las personas que han crecido con ella y sienten como inevitable el echarla de menos. La nostalgia se ha adueñado del país dado que la monarquía es un símbolo de la grandeza pasada del Reino Unido.
En 1952 la joven Isabel tenía veinticinco años y estaba en Kenia cuando le comunicaron que su padre había fallecido. Desde ese momento, y a lo largo de su vida, vivió con esta idea impresa en su mente y corazón: que la institución que representaba estaba por encima de ella. En el momento en que le comunicaron la noticia del fallecimiento del padre ella vestía con vaqueros y sería esa la última vez que se los pondría. Con esta anécdota del vaquero me gustaría dar a entender que ella tomó conciencia del papel que desempeñaría a partir de ese preciso momento, cargado de derechos y, al mismo tiempo de obligaciones.
Mujer de gran talento y sentido del deber, en su juramento dedicó la vida a la institución “Weather long or short” y lo demostró cada día de su vida. Siempre impecable, atenta, en su sitio. En definitiva, fiel al protocolo.
La reina Isabel II se adaptó a los nuevos tiempos. Su padre tuvo que superar, siendo tartamudo, el hablar por la radio, pero a ella le tocó una exposición mediática nunca vista hasta entonces. Reina de pocas palabras, lo hacía en televisión solamente para felicitar las Navidades.
Era, además, Jefa de la Iglesia Anglicana y profundamente convencida de ser ungida por Dios en su cargo (parece que su hijo Carlos no va por ahí). Hubo un momento de la coronación que no se retransmitió en la televisión: la unción. Se consideró que esas materias eran sagradas para ser vistas por todos en sus salones.
Es un icono, con su talleur de color chillón para no pasar desapercibida (“para ser creída tengo que ser vista”), su sombrerito con flores, bolsito Launer (los tenía de todos los colores para combinarlos con el traje chaqueta) con los que enviaba mensajes a su staff para proteger su seguridad, zapatos de tacon y el clásico collar de perlas con tres vueltas a juego con los pendientes. La Reina usaba guantes cuando estaba en público para evitar resfriados más que como toque de clase.
Siempre vestiría con moda británica, y es que Gran Bretaña ha hecho de forma magistral una marca de su nación. Fiel a un estilo, iba a inaugurar bibliotecas, descubrir monumentos, funciones benéficas, hospitales, siempre con una inquebrantable dedicación con la que debería siempre ser recordada. En el campo, pañuelo de seda preciosos anudado al cuello y paraguas transparente cuando llovía (para ser vista). De esta guisa parecía una señora de la campiña inglesa feliz entre la naturaleza. Ella ha comentado en alguna ocasión que, de no haber sido reina, la naturaleza era su hábitat natural.
Lo que caracteriza a la reina de Inglaterra es precisamente que siempre asumió sus obligaciones y, por el bien de la monarquia, renunció a ese ego que todos tenemos. Respetuosa siempre con el protocolo, difícilmente perdía la compostura, se exaltaba a veces en las carreras de caballos y demostró corazón cuando inclinó la cabeza ante el féretro de lady Diana.
La primera y única visita de Isabel II a España se dió el 17 de octubre de 1988 donde fue recibida a pie de pista por un jovencísimo príncipe Felipe en el aeropuerto de Barajas que contaba con veinte años. Pasó siete días entre Madrid, Sevilla, Barcelona y Mallorca. Se refirió en esa visita de forma velada al conflicto de Gibraltar: “El construir puentes sobre nuestras experiencias compartidas y abordar áreas de incomprensión histórica permitirá a nuestras dos naciones desempeñar un papel en el futuro desarrollo de Europa”. Nunca renunciarán a Gibraltar y lo que es más, remarcan cuando tienen ocasión la soberanía Británica sobre la Roca (el príncipe Carlos y Lady Diana empezaron desde allí su luna de miel). Cualquier ciudadano de Gran Bretaña tiene acceso a la Roca, pero cuando la visita tiene rango oficial adquiere siempre un carácter de reafirmación territorial, dado que todos los miembros de la familia real ejercen de representantes de la monarquía allá donde se encuentren. Cuando el jubileo de la reina, el cuarto hijo de Isabel II junto su mujer Sofía Rhys-Jones fueron a Gibraltar con una marcada intencionalidad, la de demostrar la identidad del territorio.
La institución monárquica para la reina Isabel II estaba por encima de todo, hasta de su misma persona. Las supuestas infidelidades, los divorcios de tres de sus cuatro hijos, su nieto pelirrojo y sus travesuras... son acontecimientos familiares que le harían sufrir como madre y abuela, pero siempre supo estar en su sitio, hasta el último día.
Incólume también su Majestad cuando los Sex Pistols odiaban la institución que ella representaba. Para el grupo ridiculizar a la monarquía era un acto desacralizador. Vivien Westwood diseñó camisetas con el rostro de la reina porque de esa forma la repudiaban y se forjó un idealísmo transgresor que fue seguido y admirado por los jóvenes británicos de los años 70. Para ellos. la monarquía no debía existir y estaba mal fuera quien fuera el rey o reina en ese momento. Era un ‘no’ al imperialismo y a los poderosos. La diseñadora inglesa también recuperó el tartan como un guiño a la represión de los escoceses por parte de la corona. Pero todo eso pasó sin hacerle daño, es más, la consolidó como un icono de su país, junto a la bandera, las tradiciones y la música.
Isabel II heredó un imperio que se desmoronaba y, tras setenta años en el trono -seis más que la Reina Victoria-, deja una potencia en busca de un papel en el exterior y que está amenazada de ruptura interior. Me la estoy imaginando en el Paraíso, perfectamente vestida tomando un delicioso té con pastas a las cinco de la tarde junto a su marido que ya la estaba esperando.
No podría escribir este artículo sin mencionar a Lady Di, una entrañable mujer que no supo sobrellevar las infidelidades de su marido Carlos (ella se casó enamorada). Diana Spenser era una mujer sensible y cariñosa, que quería ser la reina de su país en un futuro. Hubiera sido su turno en estos días si no se hubiera divorciado. Dios se la llevó antes para no presenciar lo que estos días todos vamos a ver: Carlos III rey junto a Camila Parker. Diana no tuvo el temple que hay que tener para pertencer a la institución. No debe de ser fácil tampoco.
El comportamiento regio de la soberana fallecida se convierte así en un espejo al que todas las monarquías existentes deberían mirarse si queren sobrevivir. La monarquía es o no es. Es decir, que si sus miembros no se comportan con dignidad los ciudadanos sienten que se rompen las reglas del juego. A los políticos los podemos elegir pero los reyes están ahí por derechos históricos, algo que se aleja cada vez más de la mentalidad de hoy día. La soberana, en este aspecto, es un referente para las monarquías europeas que quieran perpetuarse. Es por ello que la cualidad más destacable de la reina Isabel II es que en todos los momentos de su vida tuvo comportamiento regio, que es también el saber rectificar si la ocasión lo requiere.
Discreción, serenidad y lealtad, una trayectoria impecable que hace que el palacio de Buckinham esté lleno de flores de todos los colores que han dejado los ciudadanos para despedirla.
Quiero acabar este artículo mencionando el retrato que el pintor británico Lucian Freud le hizo a la soberana la cual posó muchas horas. Un retrato cargado de personalidad. La corona de perlas parece hasta que le pese. El Daily Telegraph lo definía como “íntimo, el cuadro de un individuo más que de un jefe de Estado”. Es un retrato cargado de fuerza donde se refleja una persona que ha sufrido y resistido en silencio con una gran fuerza de voluntad. El pintor no se le pasó por la cabeza en ningún momento pintarla de forma favorecedora sino hacer un retrato de una persona, a un ser humano. Como todo ser humano, el 8 de septiembre de 2022 entregó su alma a Dios.
Beautiful article.
Thanks for sharing it.
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