Los tunos no siempre se visten de 'cucarachas', sería monótono, aburrido, y mucho menos para celebrar la Nochevieja. Hombre, algún cante se pegan pero en Navidad hay que disfrutar de paisano. Tienen muchas razones para celebrar estas jornadas porque la Tuna de Empresariales de Melilla es la segunda mejor tuna de España, a nivel coral, pero la primera si se acumulan los diferentes premios conseguidos en Badalona y eso que Melilla tiene una proyección universitaria limitada, acorde con la demanda de carreras. Pero ellos descubrieron este veneno en tiempos del recordado y llorado Maese Tato Sarmiento y siguen por una incuestionable senda de triunfos, o sea, calidad y entrega.
Hay otro bicho cucarachero que tiene el derecho a divertirse lo que le dé la gana: Antonio Ferrer, tercer premio del Certamen de Cantautores 'Ciudad de Melilla', aquel que creara hace cinco años doña Carmina Sanmartín y que se ha convertido en una grandísima ventana artística que promociona a Melilla en confines lejanos. Antoñito ha demostrado –lo hace a diario en una sala madrileña– que no sólo es un trovador de lujo, sino que crea. Y crear en música, cuando todo está practicamente inventado, tiene su mérito.
Bueno, a lo que iba. Que los muchachos han dejado las cintas de sus capas y las escarapelas en sus casas, se han vestido de paisano y han celebrado como Dios manda la Nochevieja. Lo han hecho sin estridencias, como es norma en los hidalgos y las hidalgas. Con elegancia, saber estar y sacar el néctar de las buenas amistades. Vimos –lo vio la cámara porque servidor estaba durmiendo como una marmota– a Miguelito Lence (el diminutivo ya no le sienta bien) y a los hermanos Lucas, Juanmi e Iván –el terrible–, a Raúl Belmonte –un señor y sé por qué lo digo– al citado compositor, el señor Ferrer. Es curioso porque desde hace incontables tacos que le conozco, es la primera vez que le veo lucir una austera corbata. Se está haciendo mayor.
Y luego, estaban sus amigos, familiares y gente de advocación tunera. Todos allí, en la ‘Cueva de Tuna’ de la calle de Jacinto Obal, barrio de ‘El Tesorillo’. Es un local que les ha venido de la mano y del corazón de otro Juanmi, papá Lucas, el hijo del recordado Juan Lucas de la calle de O´Donell. Ya saben los veteranos: neveras, cocinas, muebles y hasta coches de la marca Sköda, cuyas letras de cambio eran el día a día de la mayoría de las familias melillenses. Pues Juanmi padre, desde sus posibilidades y desde su cariño ha propiciado el nacimiento de un templo musical a la vera del río de Oro.
La trova cobra enteros con proyectos similares a la Tuna de Empresariales de Melilla y la trova es una costumbre popular netamente española. Acaso la cuestión musical se quede en principal argumento para la creación de amistad y afecto. Los tuneros melillenses son fruto de la mejor cosecha de sinceridad, arte y alegría. Olé mi tuna.