Melilla ha despertado este domingo siendo un poco menos Melilla. Le falta una parte importante a esta ciudad "aislada" del territorio español y que, gracias a Javier Imbroda, se sintió más que nunca, perteneciente al país.
La figura de Imbroda puso el nombre de la ciudad en el panorama europeo y mundial. ¿Un melillense entrenador de baloncesto en equipos como Unicaja o Real Madrid? ¿Un melillense seleccionador nacional de baloncesto? ¿Un melillense consejero de Deportes en Andalucía? Pues sí, todo eso y mucho más significa el nombre de Javier Imbroda para Melilla y sus ciudadanos.
Pero un cáncer nos ha arrebatado parte importante de la historia de la ciudad y del deporte nacional. Él ya no está, pero viendo cómo se ha volcado el mundo para mostrar su respeto y cariño, lo que está claro es que su recuerdo permanecerá en cada uno de nosotros, melillenses o no, amantes del baloncesto o no.
La figura de Imbroda va más allá.
Para entender la importancia del mismo, solo hay que mirar atrás tan solo unas semanas. Fue durante el descanso de la final de la Copa del Rey, el ex técnico recibió un sentido homenaje, en Granada. Las casi siete mil personas que albergaba el pabellón dedicaron un aplauso al que fue, sin duda, un referente del baloncesto español.
Aunque dedicó sus últimos años a su querida política y a su segunda casa, Andalucía, él siempre fue un hombre de baloncesto.
Histórico del Unicaja de Málaga, al que empezó entrenando después de su periplo en el Colegio La Salle, cuando todavía era Maristas, en 1984, y acabó llevando al subcampeonato de la ACB una década después.
Hace 27 años, lanzó una frase a los jugadores de Unicaja y a Málaga entera antes de afrontar la final de la ACB ante el poderoso Barça de Aíto García Reneses: “El día que tengamos miedo no conseguiremos nada”. Era la temporada 1994-1995 y solo el Joventut se había atrevido a discutir el gobierno de los dos grandes del baloncesto español, Real Madrid y Barcelona.
Una frase que refleja su manera de vivir y pensar, que ha seguido fielmente hasta sus últimos días.
Pero fue a los mandos de la selección española, cuando todo lo que ha venido estos últimos años con la 'Generación de oro', comenzó a fraguarse.
Imbroda dirigió a aquel combinado nacional para llegar al bronce en el Eurobasket de Turquía, el primer torneo de Pau Gasol, y quinto en el Mundial de Indianápolis 2002, en el que se logró la única victoria en torneo oficial ante la todopoderosa Estados Unidos.
La leyenda de Javier llega hasta los 605 partidos en ACB y de 29 como seleccionador nacional, y todo ello, sin perder nunca esa sencillez y saber estar que le caracterizaba.
Tras superar su primera etapa de ese maldito cáncer, decidió compartir su experiencia involucrándose en diferentes proyectos con el deporte como pilar fundamental.
Además, creó la Fundación Javier Imbroda, que atiende diariamente a niños con el deporte como herramienta de inclusión y que puso en pie con sus propios recursos, sin ayudas ni subvenciones públicas.
Acostumbrado, durante toda su vida, a superar retos, finalmente no ha podido superar esa enfermedad diagnosticada en 2017. Una enfermedad que él mismo calificó de "inteligente y traidora".
”Mi mujer me decía que este era el partido que me faltaba por ganar, y en ello estoy. Y esa esperanza es la que quiero trasladar a todos esos enfermos como yo de cáncer, diciéndoles: Nunca te rindas”, escribió Imbroda, “sin miedo”, en la carta con la que hizo público que le habían diagnosticado la enfermedad.
Melilla llora la pérdida de Javier Imbroda, que fue, es y será, una parte importante de la historia de la ciudad.
No le conocía personalmente, pero ha sabido triunfar, y me enorgullese saber que era melillense. Descanse en paz, y mis más sinceras condolencias a sus familiares.