Los presidentes de Melilla y Ceuta, Juan José Imbroda y Juan Vivas, mantienen reuniones siempre que pueden para abordar aquellos asuntos de preocupación común, que son muchos. A las reclamaciones de mejora en materia de sanidad, educación o transporte y economía, se añaden dos asuntos que, hoy por hoy, son fundamentales: la frontera y la problemática de menores.
A Melilla y Ceuta les está llegando una presión migratoria incapaz de ser absorbida y provocada por su mera ubicación geográfica que las convierte en las trincheras de Europa. El abandono al que se les lleva queda representado en el hecho de que parezca importar bien poco que unas administraciones locales tengan que asumir problemas nacionales y europeos sin disponer de una garantía que les reporte tranquilidad. El hecho de que en los PGE no venga recogido por escrito ese apoyo económico para las dos ciudades en atención a menas es preocupante. No se trata, en un asunto así, de confiar en la buena voluntad de un Gobierno. Tampoco en que se preocupará y atenderá a la sociedad melillense y ceutí. Es urgente, necesario y obligado que ambos territorios dispongan de una tranquilidad para que no se vean en la tesitura de poner a sus propios ciudadanos en riesgo por asumir unas cargas que no generan los territorios sino que las asumen por ser frontera de un país mucho menos desarrollado.
El Gobierno de Pedro Sánchez tiene que entender y, por tanto, plasmar por escrito que a Melilla y Ceuta no se les puede responder con promesas, con sonrisas o con aventuras políticas. Hay que blindar el respaldo económico para atender a la población cada vez mayor de menores que se recibe y para evitar que las fronteras con Marruecos sigan mostrando una permeabilidad sorprendente.
Melilla y Ceuta hacen bien en ir de la mano mostrando esa complicidad entre presidentes que se conocen pero, sobre todo, mantienen en común las mismas preocupaciones que inciden directamente en el futuro de las dos hermanas.
Madrid tiene la obligación de mirar a Melilla y Ceuta con la atención debida, como aplicación del mero compromiso de igualdad de todos los españoles residan en el territorio en el que residan. Las incertidumbres, los experimentos y las medias tintas no sirven en unos territorios en los que se juega el futuro día tras día.