Una profesora del instituto Rusadir de Melilla recibió este miércoles un perdigonazo en la frente cuando se dirigía andando hacia su trabajo.
La noticia ha salido en todos los medios nacionales y regionales de nuestro país. A estas alturas los españoles creen que en Melilla somos salvajes; que aquí se junta lo mejor de cada cárcel.
Lo que no saben es que la afición al tiro al blanco no es nueva en esta ciudad. Pasó en noviembre y diciembre de 2015 cuando alguien disparó primero contra una ventana del colegio Mediterráneo (Barrio Hebreo) y el perdigón atravesó un cristal y se empotró en un mueble del aula. Afortunadamente no había alumnos en la clase. Se le quitó hierro al asunto y chimpún. Caso cerrado.
Un mes después otro perdigonazo se empotró en el altavoz con el que Podemos hacía campaña electoral a las puertas de la Plaza de Abastos del Barrio del Real. Aquello tuvo repercusión porque en España no estamos acostumbrados a actos vandálicos que entorpezcan el proceso democrático. Pero a los pocos días no se habló más del asunto. Chimpún. Caso cerrado.
El año pasado un joven de 21 años, del Barrio Hebreo, fue noticia cuando se plantó en las Urgencias del Comarcal con un perdigonazo en la frente y un corte en la mano con un hacha. Como los médicos entendieron que su situación no revestía gravedad, el chico se marchó a las bravas del hospital. En su momento se dijo que se desconocía si se trataba de un ajuste de cuentas. Chimpún. Otro caso cerrado.
Pero esta vez el tirador ha ido demasiado lejos y ha apuntado a la cabeza de una profesora, que lo único que pretendía era dar clases en un instituto cercano al Tiro Nacional que, casualmente (o no), es uno de los que menos alumnado tiene y de los que exhibe mayores tasas de absentismo y abandono escolar. Allí se concentran, mayoritariamente, alumnos de los distritos IV y V. Muchos, incluso, hablan abiertamente de gueto.
Detrás del perdigonazo a la profesora hay más que un desgraciado apuntando. Está la dejadez de las autoridades en materia de Educación y, sobre todo, la falta de seguridad que hay en esta ciudad.
El incidente del miércoles, por llamarlo de alguna manera, ha ocurrido en el mismo barrio en el que el mes pasado fue apedreado un autobús escolar en el que viajaban 25 niños del colegio de educación especial Reina Sofía.
La Federación de Padres y Madres de Melilla pidió en su momento una reunión urgente con Seguridad Ciudadana. Del encuentro no salió ninguna medida concreta. La consejería escuchó a los padres, les dio apoyo moral, dijo que se “tomaba el caso muy en serio”, pero poco más.
Delegación del Gobierno, en cambio, se comprometió a poner “seguridad pasiva”. Doy por hecho que no la pusieron o lo que es peor, la pusieron en horario de oficina.
No nos engañemos. No estamos ante un simple acto de gamberrismo en el extrarradio. No voy a caer en la retórica de qué habría pasado si en lugar de darle en la frente le hubiera sacado un ojo. No me voy a poner tremendista aunque la posibilidad es real. Existe y pudo pasar. No me caben dudas.
Si supiéramos quién disparó al altavoz de Podemos; a la ventana del colegio Mediterráneo o al chico de Barrio Hebreo, hoy quizás no tendríamos que lamentar que una profesora haya sido atacada en mitad de la calle.
Le pasó a ella y me puede pasar a mí. Nos puede pasar a todos. ¿Quién nos asegura que estamos a salvo? Nadie. La razón es sencilla: no lo estamos.
Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad tienen que hacer su trabajo. No podemos seguir con el cuento del chimpún.
Los responsables de la seguridad en el Tiro Nacional, el Barrio Hebreo y el Real deberían sonrojarse. No podemos admitir un carpetazo más. ¿A qué van a esperar a que se entregue el tirador? Si tenemos policías, que se note.