Setenta pasajeros melillenses que volaban en la ruta Madrid-Melilla fueron desviados al aeropuerto de Almería por la presencia de nubes bajas que impedían el aterrizaje en la ciudad. A todos se les dio la opción de desplazarse por carretera hasta Málaga y coger ahí un avión a casa.
Esto no hay forma de tragárselo. Cuando uno se saca un billete de avión lo hace porque tiene la convicción de que será más caro, pero más rápido y cómodo que el barco.
Pero en Melilla, si algo puede salir mal, sale mal. Cada vez que leo noticias sobre cancelaciones de vuelos locales por nubes bajas, me pregunto si en realidad lo que tenemos por el suelo son las inversiones en infraestructuras aeroportuarias y las ganas de pelear por mejoras.
¿Cómo es posible que aeropuertos en Islandia, Reino Unido, Nueva Zelanda y Noruega, con más nubes y niebla que el nuestro no cierren cada dos por tres? ¿Tenemos un aeródromo chipichanga o el problema lo tienen las compañías que contratan personal y aeronaves que no están preparados para maniobrar frente a situaciones climatológicas adversas?
Creo que deberíamos abrir un debate sobre el tema. Lo de la suspensión de vuelos cada dos por tres en Melilla es una vergüenza. Pagamos billetes de avión con descuentos, pero caros y volamos con el corazón en un puño porque nunca sabemos si llegaremos o no a tiempo a nuestro destino.
Lo de este verano ha sido para enmarcar. Entre los aviones de Air Nostrum con fallas técnicas y las nubes bajas, cientos de melillenses han pasado por el mal trago de quedarse en tierra y no llegar a tiempo a su destino.
Que salgas de Madrid en un avión y te desvíen a Almería; que allí te inviten a coger un bus a Málaga para volver a subirte a un vuelo con destino a Melilla es el colmo del absurdo. ¿Quién paga por los perjuicios y molestias causadas; por los planes rotos, las reservas perdidas? ¿Quién asume eso?
Lamentablemente, hay que tragar. El melillense se pasa la mitad del año haciendo planes para que las compañías aéreas y marítimas se los rompan en vacaciones. Lo nuestro no tiene nombre.
Los que hemos viajado más allá de Nador, sabemos que el aeropuerto de Melilla no es el Charles De Gaulle. Probablemente si lo fuera, controlaríamos todo el tráfico aéreo del norte de África, pero quizás estamos cojos de inversiones. El año pasado el aeródromo de Zaragoza estrenó un sistema antiniebla de aterrizaje instrumental , que permite a los aviones operar en condiciones de baja visibilidad. ¿Lo tenemos?
Igual el problema no está en las nubes sino en nuestros políticos. Después de los juicios masivos por temas de corrupción en toda España creíamos que no podíamos ver algo peor y nuevamente nos volvimos a equivocar.
El escándalo de los máster nos demuestra que muchos entienden la política como un trampolín social al que hay que subirse escalando por donde se pueda y no como un puesto de servicio público. Así nos va.
¿Cuántos políticos se preocuparon ayer por las nubes bajas? ¿Cuántos se fueron a la cama pensando en la posibilidad de encontrar una solución al problema? No quiero ser cruel, pero doy por hecho que ninguno.
Los viernes por la noche no son para la política, excepto cuando hay cenorra gratis. Son para comer canapés con dinero público o semipúblico, de ése que sale del Gobierno y va a parar a las empresas y de ahí, al catering. Al final, la cena la pagamos tú y yo, que somos los mismos que luego nos quedamos tirados en el aeropuerto por las dichosas nubes bajas. ¿Nos lo merecemos? Tú mismo.