A las diez de la mañana los monitores ya están listos para iniciar el día. Los voluntarios que trabajan con los diferentes proyectos de las hermanas de María Inmaculada esperan a que a esa hora se abran las puertas del centro para comenzar una nueva jornada que marcará sus vidas para siempre. Los niños de las colonias de Cáritas se lanzan sobre ellos. Tienen que cogerles en brazos, les abrazan y reparten miles de besos. Es la recompensa de su labor en el Monte María Cristina.