A las 19:30 horas las túnicas granates de la Hermandad de la Flagelación dibujaban dos largas hileras que avanzaban hacia la puerta de salida de la Casa Hermandad, parroquia de la Medalla Milagrosa, donde decenas de melillenses esperaban la salida del Cristo de la Flagelación. Unos 15 minutos más tarde, la escena se repetía. Era el turno de Nuestra Señora del Mayor Dolor que tras un año de ausencia, volvió a realizar su estación de penitencia.
Según José Francisco Ramos, Hermano Mayor de la Cofradía, este año “la salida de la Virgen no peligraba” y “estaba garantizada”. Desde la corporación habían hecho un llamamiento para reunir a un número mayor de portadores. A lo largo de las últimas semanas se han sumado un total de 50 nuevos hombros. De este modo, fueron un total de 110 personas bajo los barales de la Virgen. El peso del Cristo se repartió entre 90 hombres y mujeres.
Las maniobras de salida, ejecutadas por los portadores a las órdenes de Francisco Martín y Ángel Galán en el caso del Cristo, y de Antonio Guevara y David Méndez en el caso de la Virgen, recibieron como respuesta el aplauso del público.
Una vez que el trono de la Virgen estuvo en la calle, la atención de los ciudadanos se centró en el nuevo techo de palio de color granate con bordados en dorado, que estrenaba este año. El exorno floral estaba compuesto de claveles rosas, que fueron colocadas en la mañana de ayer.
A partir de ahí inició un largo recorrido para los hermanos y portadores, pero también para buena parte de los espectadores, pasando por calles como la carretera de Cabrerizas, Juan de Lanuza, Sor Alegria o Primo de Rivera.
Un año más, el acompañamiento corrió a cargo de la Agrupación Muscial Nuestro Padre Jesús de la Flagelación.
Momento emotivo
Uno de los momentos más emotivos fue durante el regreso de ambos tronos a su templo. El esfuerzo al que se enfrentaban los hombres y mujeres de trono, mientras subían la cuesta que conduce al barrio de la Libertad, quedaba reflejado en sus rostros. A pesar de llevar varias toneladas de fe sobre sus hombros no abandonaron en ningún momento la elegancia con la que iniciaron el recorrido.