Cuando el comisario europeo de Interior e Inmigración, el griego Dimitris Avramopoulus, visite dentro de unos días nuestra ciudad en compañía del ministro Jorge Fernández Díaz, tal vez ya estén en marcha algunas de las obras de mejora y reparación en el CETI.
El Ministerio de Empleo y Seguridad Social, al que corresponde el mantenimiento de esas instalaciones, ha adjudicado contratos por un valor total de 238.837 euros para llevar a cabo una serie de trabajos para paliar los efectos que sobre el CETI está teniendo una sobreocupación crónica. Los últimos datos facilitados por fuentes de la Delegación del Gobierno apuntaban a que en la actualidad hay unos 1.600 inmigrantes acogidos en esas instalaciones, cuya capacidad máxima es de 480 residentes. Si esas cifras no han variado, suponen que el CETI acoge al triple de personas que la capacidad máxima para la que fue diseñado.
No hay duda de que esos más de 238.000 euros del Ministerio de Empleo van destinados a unas inversiones muy necesarias. Sin embargo, en absoluto representan la solución definitiva para poner fin al problema de la sobreocupación. Éste, como es evidente, tiene su origen en que el número de inmigrantes que ingresa en estas instalaciones es superior al que sale hacia la península. En consecuencia, sólo es posible revertir la situación haciendo que ocurra lo contrario. Para ello el principal esfuerzo inversor del Gobierno central debería orientarse a reforzar la plantilla de funcionarios encargados de tramitar toda la burocracia que es necesario cumplimentar antes de dar luz verde para el traslado a los CIEs de la península o a los centros de acogida gestionados por ONGs. Nada cambiará mientras no ocurra así y la llegada irregular de inmigrantes se mantenga en los actuales niveles, especialmente las entradas protagonizadas por ciudadanos sirios a través de los puestos fronterizos.
En su visita a Melilla, el comisario Avramopoulus tendrá ocasión de comprobar esta realidad evidente a ojos de quien realmente quiera ver cuál es la problemática de la inmigración en nuestra ciudad; una realidad tan evidente como que no se trata de un problema generado en esta tierra o como que corresponde a la Unión Europea darle una solución. Precisamente la mayor dificultad será hacer ver a Avramopoulus que no sólo se espera de su viaje a Melilla que recuerde a España sus obligaciones en relación al respeto a los Derechos Humanos. También esperamos que su visita no sea de cortesía únicamente, sino llegue de Bruselas con alguna propuesta. Y sobre todo, que se marche de nuestra ciudad con el compromiso de hacer ver al resto de socios europeos que cuando un inmigrante irregular llega a Melilla, no sólo es un problema de España, sino del conjunto de la Unión Europea.