Los niños sirios explican a los voluntarios cómo huyeron de su país.
Cogió un montón de arena y comenzó a construir una casa, luego otra y otra. Se puso de pie frente a ellas y comenzó a destrozarlas ante la mirada de los voluntarios. Con los puños cerrados destruyó sus construcciones de arena mientras gritaba: “Bom”. No estaba jugando. Estaba mostrando a sus monitores cómo había desaparecido el pueblo en el que vivía en Siria. Tiene unos once años. Como no sabe castellano, encontró esta forma de comunicarse con sus ‘cuidadores’. Así les explicó por qué tuvo que huir de su país. Los voluntarios del centro de María Inmaculada que están participando en un programa de atención a niños del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) casi acaban por inventarse un idioma propio para comunicarse con estos pequeños. Ni ellos saben árabe ni los niños español, así que entre gestos y dibujos se explican todo lo que necesitan saber uno del otro.
Este pequeño de Siria también les mostró haciendo el gesto de disparos con sus manos, cómo había visto morir a muchos de sus vecinos en la huida de su país. Son recuerdos y sentimientos que salen cuando los voluntarios comienzan a jugar con él porque el niño tiene la necesidad de hablar sobre lo que ha sucedido en los últimos meses de su vida.
Para los jóvenes que trabajan en este proyecto, conocer las historias de los niños con los que hacen talleres de manualidades y deportes es importante porque les ayuda a comprender el motivo por el que sus familias hayan decidido emigrar hasta España.
Pintar corazones
Los niños también les explican a través de gestos y con alguna que otra palabra en castellano, pues lo aprenden muy rápido, cómo fueron separados de sus familias cuando llegaron a la ciudad hasta que se demostró quienes eran sus padres y la Consejería de Bienestar Social los devolvió con sus familias al CETI. Este proceso fue muy duro para algunos de los pequeños, afirman los voluntarios.
La hermana Cintia, que también está colaborando con las religiosas del Monte María Cristina en este proyecto en el CETI, destaca cómo los niños siempre utilizan los colores de la bandera de Siria para hacer sus dibujos. Tienen interiorizado que son de este país y no lo olvidan ni coloreando en un folio, señala. De hecho, afirma que lo que más suelen dibujar los pequeños son corazones que luego pintan con los colores de su país.También explica la hermana Cintia cómo en los talleres realizados en la playa los pequeños hacían con arena sus hogares y construían ríos y casas por las que habían pasado hasta llegar a Melilla.
Sin duda, esta experiencia ha sido “muy fuerte” para los jóvenes, aunque afirman que no desean marcharse del CETI y que les gustaría colaborar con los educadores del centro hasta final de verano, pero su programa de voluntariado sólo dura 15 días.
El lunes otro nuevo grupo de chicos ocupará su lugar y continuará con su labor de entretener y divertir a los niños acogidos en este centro.