En un pequeño local del barrio del Monte María Cristina, en la calle Río Darro nº 9, un grupo de mujeres trabaja incansablemente para sostener, con lo que pueden, a quienes menos tienen. Allí funciona YoDono, una organización vecinal que nació desde el corazón, sin ayudas institucionales, sin sede propia, sin papeles ni formalidades, pero con un compromiso firme con la dignidad humana. Y todo empezó con una historia personal.
Sisi Bensaid sabe bien lo que es estar al otro lado. Años atrás, cuando vivía en Valencia, atravesó una etapa de esas en las que cuesta levantarse. En ese momento, encontró el apoyo de personas desconocidas que le ofrecieron ayuda sin preguntar. Ese gesto, tan simple y tan enorme, se le quedó grabado. “Me sacaron de una necesidad muy dura, y pensé que si algún día podía devolver ese apoyo, lo haría”, recuerda. Tiempo después, ya en Melilla, tras un encuentro fortuito en la Mezquita Central, encontró el impulso para emprender este camino. Fue así como comenzó YoDono: una iniciativa sencilla, directa, impulsada por la memoria del arropo recibido y por el deseo de sostener a otros como un día la sostuvieron a ella.
Desde entonces, el proyecto no ha parado de crecer. Cada lunes, miércoles y viernes, de seis a nueve de la tarde, se abren las puertas del local cedido por Fátima Benaisa, donde se reciben y entregan donaciones: ropa, mantas, colchones, sábanas, ajuar doméstico. En cada jornada pasan por allí unas veinte personas, muchas de ellas con familias de cuatro o cinco miembros. No es poco, teniendo en cuenta que todo lo que se hace es fruto del trabajo voluntario de un grupo de mujeres —madres, vecinas, cuidadoras— que dedican parte de su tiempo a clasificar y entregar las donaciones de vecinos y vecinas de la ciudad.

El local se ha quedado pequeño para clasificar y atender al público al mismo tiempo, lo que complica la labor. “Estamos buscando un sitio en alquiler que podamos costear entre todas, aunque sea con nuestros propios recursos, porque las condiciones actuales dificultan mucho nuestro trabajo”, explica la voluntaria. No tienen subvenciones ni respaldo institucional porque YoDono no tiene CIF ni está registrada como asociación formal. Eso les impide optar a ayudas públicas, aunque las necesidades no entienden de papeles.
Lo que sí entienden bien en YoDono es cómo se ha encarecido la vida. La mayoría de quienes acuden allí no son personas sin techo, sino familias trabajadoras con sueldos bajos, muchas veces de 600, 800 o 1000 euros al mes, que no alcanzan para cubrir lo básico: el alquiler, la luz, la comida. En ese contexto, comprar ropa queda fuera del presupuesto. “Lo primero que necesitamos es llenar la barriga”, dice Sisi, pero también vestirse y abrigarse. Por eso, ahora que llega el frío, la demanda se centra en atender necesidades que incluye mantas, abrigos, calcetines, chándales. Aunque no es lo único que aportan desde esta red ciudadana. Hace poco, gracias a la colaboración de Emilio Escobar, miembro de Denuncia Ciudadana, y un contacto en un hotel de Melilla, pudieron entregar colchones a varias familias a través de la donación.
La situación se agrava para quienes no tienen papeles, no están empadronados o han llegado recientemente a Melilla. Al no cumplir los requisitos burocráticos, quedan fuera de los sistemas de ayuda. En YoDono no se les pide nada más que su necesidad. “Una vez vino una familia con dos niños pequeños y la mujer embarazada. No podían acceder a ninguna prestación. Al menos se fueron con ropa”, cuenta Sisi. También se acercan personas sin hogar. Algunas duermen en la calle, a la intemperie, y buscan un abrigo que ponerse encima de otro. Piden mantas, calcetines, algo que les ayude a soportar la humedad de la noche.
El equipo de YoDono está formado por mujeres como Sisi, Lili, Soraya, Amparo, Sumia, Llamila, Latifa y Suheila, voluntarias que forman parte del grupo, logrando mantener viva esta red comunitaria. A ellas se suman personas como Yusef, Emilio y Josep, que colaboran en momentos puntuales o ayudan con el transporte de donaciones. No hay nóminas, pero sí hay compromiso, solidaridad y un profundo sentido de entrega con las personas y familias que padecen necesidades en su ciudad.
Melilla es una ciudad donde las desigualdades no se esconden. Y también es una ciudad donde la red vecinal puede más que la indiferencia. Desde YoDono, se ofrece lo que se puede, pero con calidez y dignidad. “Nadie pregunta de dónde vienes, solo qué necesitas”, resume Sisi Bensaid. Pronto llegará el Ramadán, y muchas familias necesitarán aún más apoyo. Desde el pequeño local de la calle Río Darro, este grupo de mujeres trabajan con lo que tienen: manos dispuestas, oídos atentos y corazones abiertos. La red que han creado es más que un espacio de recepción y entrega, es una comunidad que se escucha, que comparte información, que se sostiene entre sí. Cada conversación entre las voluntarias es también un termómetro de cómo se vive la crisis en los barrios y de la fuerza femenina que se unifica. “Somos todas mujeres, madres, que sabemos lo que cuesta llenar una nevera, vestir a un hijo o simplemente llegar a fin de mes”, afirma con firmeza.
Quienes quieran ayudar pueden hacerlo a través de la página de Facebook de YoDono, el teléfono 605 61 09 43 o acudiendo directamente los lunes, miércoles y viernes por la tarde. Toda ayuda cuenta: ropa de invierno, chándales, sábanas, artículos para el hogar. Lo esencial no es lo que se dona, sino el problema social que se aborda y que posibilita a muchas familias encarar la realidad material con la que tienen que convivir. Porque una manta, un abrigo o un colchón pueden cambiar una noche y, a veces, esa mano tendida también puede cambiar una vida y una futura acción circular que entrega a otros lo que un día recibimos.








