Abdel Hafid de 32 años, una de las víctimas del terremoto, que junto a su familia fue realojado en el Hotel Nacional por el peligro inminente de derrumbe de su casa se ha quedado definitivamente sin techo.
Su situación irregular ha hecho que quede desprotegido jurídicamente. Su nuevo hogar es ahora su coche, donde pasa las noches. Mientras, su mujer y sus dos hijos han sido trasladados al albergue San Vicente de Paul. Fatima Sara, esposa de Abdel contó a El Faro que fue el pasado jueves cuando los profesionales de Servicios Sociales les citaron para darles la noticia. “Nos dijeron que teníamos que abandonar el hotel y trasladarnos al albergue San Vicente de Paul”. Pero en este nuevo alojamiento sólo habría tres plazas reservadas. “A mi marido no le quieren pagar su estancia en el albergue porque no tiene papeles”, lamentó Fatima. “Hemos estado durante cuatro meses toda la familia en el Hotel Nacional, y no ha pasado nada y ahora por qué hacen que mi marido esté en la calle”, se preguntó. El consejero de Bienestar Social, Daniel Ventura, explicó a este periódico que hasta ahora se permitió la estancia de Abdel en el Hotel Nacional “por razones humanitarias”, pero que esta ayuda “tenía que tener un fin”. “No tenemos la obligación de prestar servicio a personas en situación irregular y menos siendo de un país que no es comunitario”, señaló. Además, indicó que desde la Consejería de Bienestar Social pretenden reubicar a todas las familias, que quedaron sin un hogar tras el terremoto del pasado 25 de enero, en pensiones o albergues. “Alojarlos en los hoteles tiene un coste significativo para la ciudad”, dijo a El Faro.
Derecho a la existencia
La situación de Abdel pone de manifiesto que las personas que no cuentan con un permiso de residencia se convierten en invisibles para el Estado. Abdel no sólo no puede estar junto a su familia en el albergue, sino que no tiene derecho a una renta mínima de inserción, esas ayudas para los melillenses que no poseen nada y tampoco podrá optar a una vivienda de bajo alquiler. Estos derechos, de los que pueden disfrutar aquellos que llevan un período determinado empadronados, está vetado para Abdel, en una espiral que suma miseria a la miseria y exclusión a la exclusión. Ventura resaltó que a Fatima y a sus hijos se le seguirá pagando la estancia en el albergue hasta que encuentre una vivienda. ¿Pero cómo llegar hasta ella si su marido no tiene papeles? Abdel aseguró que se hace esta pregunta a diario mientras busca una vía de escape a esta situación.