En los últimos meses hemos vivido protestas protagonizadas por ecologistas alarmados ante la tala o el trasplante de árboles sanos que son sacados de donde están porque molestan a vecinos o porque interfieren en las obras que se proyectan desde la Ciudad.
Este martes Guelaya ha transmitido al Gobierno la necesidad de preservar el poco verde que tenemos en Melilla y adecuar los proyectos al arbolado existente. La propuesta ha sido bien recibida por parte del Ejecutivo que en alguna ocasión ha achacado la tala de especies al deficiente mantenimiento que se ha dado al arbolado durante años, lo que provoca que en ocasiones, estos terminen desplomándose sobre coches aparcados en la vía pública.
También se ha criticado desde Medio Ambiente la siembra de ficus en las aceras sin tener en cuenta que son seres vivos que si todo va bien, crecen y crecen y crecen.
Melilla necesita una política medioambiental que se encariñe con los árboles; que sea respetuosa con el arbolado y que apueste por una ciudad cada vez más verde.
Tenemos un clima envidiable y es difícil entender por qué en ciudades infinitamente más secas que la nuestra, da gusto pasear por los jardines lo mismo en invierno que en primavera porque está todo lleno de flores. Aquí el cemento nos invade.
Es cierto que toda la responsabilidad no puede recaer sobre los actuales responsables de Medio Ambiente porque esta política debió implementarse hace años. Vamos, como en muchas otras cosas, a rebufo de Ceuta y, por supuesto, también de la península.
Melilla debería estar llena de plantas y flores por todas partes. No es tan difícil ni tan caro. Sin embargo, a veces da la sensación de que estamos abonados a la motosierra y la solución que más a mano tenemos es la de talar los árboles que se interponen en nuestro camino.
No creemos, ni mucho menos, que se trate de algo premeditado. Todo lo contrario, esto demuestra que muchos proyectos salen adelante en los despachos sin tener en cuenta el terreno en el que se van a levantar y eso conlleva la pérdida de los árboles que tuvieron la mala suerte de crecer en terreno urbanizable.
La desertificación no es una leyenda urbana. Muchos territorios de la península, especialmente del sureste español, están sufriendo el avance del desierto debido a la cada vez más acuciada sequía.
Nosotros estamos obligados a dejar a nuestros hijos si no un planeta mejor, al menos una ciudad mejor. Y para eso es imprescindible apostar por una ciudad más verde.