Durante la presente semana ha tenido lugar la conformación de las Cámaras de las Cortes Generales (Congreso y Senado) de cara al comienzo de una nueva legislatura. Para que comience, propiamente, es necesaria la investidura de un nuevo presidente del Gobierno.
El día previo a la constitución de las Cámaras se reunieron, públicamente, en el Congreso de los Diputados, los dos partidos mayoritarios, el Partido Popular con 137 Diputados y 143 Senadores y el Partido Socialista Obrero Español con 121 Diputados y 91 Senadores.
Durante la reunión de la mañana, del Partido Socialista Obrero Español, el candidato a la Presidencia del Gobierno y actual presidente en funciones, Pedro Sánchez, enfatizó el hecho de que el partido ganador de las elecciones, el Partido Popular, en su opinión, no debería postularse para la conformación de gobierno, porque, según sus palabras, no disponía de apoyos necesarios y sólo apoyaba su pretensión sobre “cábalas mágicas”. Daba con ello la impresión de sentirse investido de autoridad moral para imponer una decisión preconcebida por él al Jefe del Estado, a quien incumbe, una vez oídos los presidentes de las Cámaras y los diferentes portavoces de las formaciones políticas en el Congreso y el Senado, proponer un candidato a la investidura. En cualquier caso, se puso de manifiesto, de forma patente, el objetivo de Pedro Sánchez de que no gobierne el Partido Popular, que es el único factor realmente aglutinante de todas las formaciones con cuyo respaldo espera contar para renovar su posición en la Presidencia del Gobierno.
Por la tarde de ese mismo día, el presidente del Partido Popular y candidato a la Presidencia del Gobierno por ese Partido, Alberto Núñez Feijóo, reunió igualmente a sus Grupos Parlamentarios (Congreso y Senado) y expuso de igual modo su percepción sobre el comienzo de la legislatura y su creencia de tener la responsabilidad de recabar el respaldo del mayor número de Diputados de la Cámara Baja a fin de acometer un proceso de investidura sobre el que interpretaba que el candidato de la fuerza alternativa, el Partido Socialista Obrero Español, no tenía capacidad de determinación sobre su procedencia y sus posibilidades de prosperar. Por el contrario, Alberto Núñez Feijóo consideraba que se encontraba obligado a ofrecer una alternativa a los españoles que les permitiera vislumbrar el porvenir con un mayor grado de optimismo basado en una equitativa distribución de responsabilidades.
El día siguiente comenzó con determinadas incertidumbres en cuanto a los apoyos que conseguiría recabar el Partido Socialista Obrero Español con la finalidad de obtener la elección de la Presidencia del Congreso de los Diputados en favor de Francina Armengol, expresidenta de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares, recientemente desalojada de dicho cargo en las últimas elecciones autonómicas del pasado 28 de mayo.
Las dudas se disiparon con relativa prontitud cuando la directiva de Junts hizo pública su decisión de apoyar a dicha candidata 10 minutos antes del comienzo de la sesión de constitución de las Cámaras a las 10 de la mañana. Aunque ERC pretendió aportar algo de suspense a la decisión diciendo que no se diese por descontado su voto favorable, lo cierto es que, finalmente, todos los partidos, con excepción del PP, Vox, CC y UPN, apoyaron a la candidata del Partido Socialista, que se hizo con la Presidencia con los 178 votos a favor de todas las formaciones presentes en el Congreso excepto las citadas, que sumaban los 172 votos restantes.
Otra de las sorpresas se puso de manifiesto, relativamente, cuando se conoció que los votos de Vox no se inclinarían a favor de la candidata del Partido Popular, Cuca Gamarra, sino de su propio candidato, Ignacio Gil Lázaro, que, por ello, obtuvo los 33 votos de esta formación, dejando los 139 restantes para la candidata del Partido Popular. El resto de los puestos se distribuyeron a razón de dos vicepresidencias para PSOE y Sumar, dos para el PP y dos secretarías para el PSOE, con otras dos para el PP. En resumen, la izquierda cuenta con cinco puestos de los nueve de la mesa y la derecha con cuatro, todos ellos del Partido Popular.
En el Senado, con mayoría absoluta del Partido Popular, la composición ha sido la opuesta con cuatro puestos de los siete disponibles para el Partido Popular y los tres restantes para el Partido Socialista Obrero Español.
Se abre ahora el proceso de acumulación de apoyos para los dos candidatos de los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, de cara a una investidura que permita conformar un gobierno que dé comienzo a una nueva legislatura, la XV.
El proceso parece, a priori, inclinarse del lado del candidato del Partido Socialista Obrero Español, sobre la base de lo que él denomina la mayoría social elegida por los españoles en el proceso electoral del pasado 23 de julio y aquí es donde se origina el relato de la gran falacia, la que pretende hacer creer a los españoles que hay alguna comunidad de ideas en cuantos componen, potencialmente, el bloque de apoyo al candidato socialista.
Incluso el otrora antagónico líder a toda veleidad secesionista, el que fuera presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, con la fe de un converso, se ha transformado en un nuevo defensor de la denominada mayoría social, que une en un mismo bloque a políticos, a priori comprometidos con un concepto unitario de la nación española, con aquellos que tienen por objetivo segregarse de la misma, haciendo hincapié, en algunos de los casos, en la necesidad de promover, para conseguir sus objetivos, la ruptura de ésta. Las retorcidas fórmulas elegidas para manifestar su simulado compromiso a acatar la Constitución, a la hora de asumir su condición de Diputados o Senadores, son una expresión de estos propósitos.
No existe, por tanto, ninguna idea que compartan entre todos ellos más que la de que no gobierne el partido que, con opciones para hacerlo, más puede dificultar el logro de sus espurios propósitos. Todos los demás argumentos no constituyen más que una gran falacia.