Las torrijas se mezclan en Melilla con el pan ácimo en esta Semana Santa. No es la primera vez; coincide muchas veces la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de Cristo con alguna festividad judía. Esta, la del Pesaj o fiesta de la galleta, como la conocemos popularmente, ha incardinado en nuestra mesa un alimento que sirve de acompañamiento a numerosas comidas y que, como tantas cosas, ejemplifica el eclecticismo melillense.
Aprovecho estas líneas para en nombre de ‘El Faro’ felicitar a la comunidad judía, que tanto contribuyó al desarrollo de la Melilla moderna y cuyo peso en nuestra ciudad ha forjado también nuestro carácter colectivo.
Y aprovecho igualmente estas líneas para agradecer lo que antes no he agradecido suficientemente. Me refiero a la aportación que distintos colaboradores asiduos u ocasionales de ‘El Faro’, como Antonio Gutiérrez, Antonio Ramírez., Francisco Pérez Álvarez, Enrique Delgado o Andrés Hernández, han hecho en estos días a nuestras páginas y nuestro Especial para enriquecer, con sus distintos puntos de vista, nuestra forma de reflejar esta celebración que reúne tantas y diferentes aristas como las culturales, las tradicionales y, por supuesto, las religiosas.
Ayer, nuevamente, se puso de manifiesto que este año, a pesar del notorio éxodo de melillenses en el casi inicio ya del puente festivo de Semana Santa, es mucho más el público que acompaña a nuestras procesiones.
Hoy, el problema es otro. La final de la Copa del Rey entre el Barça y el Real Madrid amenaza con poner en riesgo la procesión del Nazareno, que hoy saldrá a las calles de nuestra ciudad 346 años desde que lo hiciera la primera vez, poniendo de manifiesto todo el peso histórico de su estación de penitencia y de la Cofradía de Melilla la Vieja que la hace posible.
Esperemos que los melillenses respondan a pesar de la histórica cita futbolera que trae en jaque a medio país, por no decir a casi todos los españoles. Un partido siempre puede verse en diferido pero una procesión, cada vez que se produce, es única e irrepetible.
Tenemos una Semana Santa que, como dice Carlos Rubiales, presentador y director del programa de TVM, ‘Cruz de Guía’, supo iniciar hace dos una revolución silenciosa que, en este abril de 2011, la ha hecho seguir creciendo aún más.
La Semana Santa es catequesis pública en las calles pero es también una celebración de la resurrección, del revivir y de la renovación que todos debemos exigirnos para seguir adelante, más aún en tiempos duros y de crisis como los que vivimos y que están castigando a muchos melillenses con el enconamiento de nuestro paro endémico y nuestras altas tasas de pobreza.
Proclama un sentimiento de caridad que, en realidad, también es un sentimiento de solidaridad hacia el prójimo. Permite, por tanto, abordarla desde muchas perspectivas para extraer una esencia, que en la entrega y fe de quienes la hacen posible encuentra el mejor sentimiento y una proclama bondadosa en bien de la humanidad.
Pero es también la Semana Santa una manifestación cultural de gran atractivo turístico que este año si parece estar sirviendo al beneficio que nos promete el viceconsejero Mateo, al albur del nuevo resort de Saidia, y los atractivos propios de nuestra ciudad y nuestras procesiones.
Entramos en el ecuador de la Semana Mayor de los cristianos con la estela de un incienso que busca servir de ejemplo y que logra conmover a muchos ciudadanos con independencia de sus particulares creencias y convicciones, porque todo lo que se hace con devoción, entrega y sinceridad es siempre referencia de superación para quienes lo observan y, sobre todo, para quienes lo promueven.
Desde ‘El Faro’ no podemos más que reconocer el esfuerzo del movimiento cofradiero local y la entrega de muchos de sus más destacados cofrades.