Ayer fue presentado en Melilla un libro necesario para que la memoria de las víctimas del terrorismo etarra no caiga jamás en el olvido.
Su autor, el gallego José Alfonso Romero, sufrió los tiempos que se recuerdan como años de plomo: los comienzos de la década de los 80, cuando la actividad de ETA alcanzó sus cotas más sanguinarias.
En 1979, Romero era un joven agente de 19 años que servía en la Guardia Civil. En ese año fue destinado a la Comandancia de Guipúzcoa, donde permaneció hasta 1984. A lo largo de ese lustro, vio caer a compañeros y a ciudadanos de a pie bajo las bombas y balas de la barbarie terrorista.
Tras esa dura etapa, fue destinado fuera del País Vasco, pero los daños emocionales sufridos eran demasiado grandes para continuar ejerciendo su trabajo en el Instituto Armado. Por ello, pocos años después, acabó dándose de baja en el Cuerpo.
Desde entonces, Romero se dedica a la literatura y al periodismo. Hoy, tres décadas después de haber presenciado los años más salvajes del terrorismo etarra, ha escrito una obra en la que honra a sus compañeros asesinados, pero, sobre todo, recuerda a las familias de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que sufrieron en sus carnes la sinrazón etarra.
Bajo el título ‘La hija del txakurra’ (palabra euskera con la que el entorno etarra se dirigía de forma despectiva a los integrantes de las fuerzas del orden), Romero lucha contra lo que llama “desdramatización” de la muerte de guardias civiles. Según relató a El Faro, tras el asesinato de guardias civiles se hablaba de “números” y mandos muertos, pero no de “personas”. Con su libro, intenta mostrar la dimensión humana de las víctimas.
Romero entiende que hay similaridades entre los guardias que sirven en Melilla y los que, como él, lo hicieron en el País Vasco.
Afirma que los agentes que vigilan la valla sufren “tensión e incomprensión” por su labor al rechazar a los inmigrantes que intentan saltar la valla. Una misión “desagradable”, pero que les viene impuesta por un “mandato” político.
Aunque las causas de la tensión que padecen los guardias de Melilla sean diferentes a las que Romero sufrió cuando luchaba contra ETA, este escritor considera que nuestra ciudad es un lugar “simbólico” para presentar su libro de homenaje a las víctimas del terrorismo. Sus antiguos compañeros del Cuerpo se lo agradecerán.