Los daños en las edificaciones son visibles, aunque menores comparados con los de zonas del centro “Si hay otro terremoto, todo esto se cae”, afirma un vecino.
"Aquí nunca vienen los periodistas. Ni los de la tele ni nadie”. La frase es de Hassan, un joven de unos 30 años que abre a El Faro las puertas de su casa en la Cañada de Hidum para mostrar de cerca unas grietas muy visibles que nacen en la azotea.
Aunque también se puede poner en boca de Haisa, un amigo suyo que se ofrece a acompañar a este periódico por el laberinto de callejuelas y pendientes pronunciadas que se dibuja en el corazón del barrio.
En realidad, son muchos los lugareños que comentan algo similar. No están acostumbrados a que acuda gente sin vínculos con la barriada. Y todas estas personas también tienen algo más en común: un carácter afable y una disposición total a mostrar los efectos del temblor de tierra que golpeó la ciudad en la madrugada del lunes.
Los daños en las edificaciones de La Cañada son escasos en comparación con los sufridos por algunas viviendas del centro de Melilla visitadas por El Faro. Sin embargo, las escenas de pánico fueron las mismas.
“Vivo en un tercero”, explica Haisa, “y ahí arriba se nota mucho más el temblor”. Tanto él como sus familiares salieron escopetados hacia la calle, la reacción habitual en estos casos. “Si vuelve a haber un terremoto igual, todo esto se cae”, afirma mientras señala a su alrededor”.
Pero, pese a las réplicas, Hasia y los suyos no temen pasar la noche en el hogar, al contrario que otros vecinos con miedo a que los techos se desplomen sobre sus cabezas.
Una de ellas es Rashida, casada y madre de cinco niños, que reconoce sentir “miedo” a nuevos temblores. “Por las noches nos vamos todos a dormir al coche”.
Hassan contempla la grieta abierta en la parte exterior de su azotea. “Llamé a los Bomberos para que vinieran a verla y no me hicieron ni caso. Aquí no quiere venir nadie. ¿Por qué? ¿Es que tienen miedo? Nosotros no nos comemos a nadie”, sentencia.