Pronunciar el nombre de José María Antón es mencionar a una persona que simboliza la pedagogía, la ciencia que se ocupa de la educación y la enseñanza, como así la define el diccionario de la RAE.
Quienes fueron sus compañeros en el Instituto de Educación Secundaria Enrique Nieto -centro que tuvo a Antón como el primero de sus directores, entre los años 1976 y 1979, cuando el aire fresco de la Democracia empezaba a retornar a España- saben bien que fue y continúa siendo un referente para los profesores. Y una persona con esa talla intelectual y humana recibió ayer un merecido homenaje en el instituto cuyas riendas llevó hace cuatro décadas.
Acompañado por su esposa, Teresa Jornet, compañera de vida y también de profesión -fue directora del instituto entre 1985 y 1986-, José María Antón fue agasajado por el profesorado del centro educativo, aunque “todo homenaje es poco”. Así lo proclamó el actual director del Enrique Nieto, Joaquín Carrillo, resaltando de esta forma la personalidad de un docente que es todo un símbolo de la enseñanaza.
Jose María Antón compartió con sus compañeros entrañables anécdotas sobre su paso por el instituto, que cuando inició su andadura en los 70 tenía 15 profesores y entre 250 y 300 estudiantes en sus aulas.
Formó parte del homenaje un cuadro con las palabras del primer acta de este docente, hoy nonagenario, pero con una gran vitalidad. No hay que olvidar que hasta hace dos años, cuando cumplió los 95, fue director de la compañía Concord Teatro.
Melilla y la profesión de la enseñanza necesitan más personas como José María Antón. Símbolos de una de las profesiones más importantes para construir una sociedad libre y luces que guíen a los niños y adolescentes de hoy para afrontar lo que el futuro les depare en las mejores condiciones de preparación.
Completamente de acuerdo con la sugerencia que da Francisco y me uno a ella.
Ha sido un privilegio y lo sigue siendo tener a D. José María Antón Andrés, que con su docencia a formado a varias generaciones de melillenses y muchos formamos parte de la diáspora y podemos seguirle recordando con cariño.
Y que mejor que Melilla reconozca a éste hijo adoptado que llegó en el año 1949 con una escultura de él y de todos los honores que corresponde y en vida
Al hilo de lo anterior, deberían sentir vergüenza de que se hayan regalado distinciones y medallas a cualquiera (a los mismos, para engordar egos todo lo PPosible) y este Señor no las tenga.
Considero sería de justicia, que por quien proceda, por tener la facultad de hacerlo, se le otorgase la “Medalla de oro de la Ciudad”, así como la realización de una escultura y cuantos otros honores proceda, para que quede perpetuada su larga y nutrida labor desarrollada íntegramente en esta, de la que muchas generaciones han podido tomar nota de su aprendizaje, pues pocos docentes en las materias desarrolladas por el, podrán tener un currículo tan abultado, por lo que considero es merecedor a cuantas distinciones se le haga, para saldar a tiempo nuestra responsabilidad con , en vida, y que nos no pase como decía el escritor británico Gilbert Keith Chesterton (1874 – 1936), que nos dejó una cita en la que nos dijo: “La mediocridad, posiblemente consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta”.
Una gran alegria, al ver a mi antiguo profesor de literatura, por la década de los años 60, en el Inst. De Enza. Media de Melilla, ubicado al lado de calle Garcia Cabrelles.
Gracias a él, amo la literatura y muchos de los valores que emanaba de su persona en aquellos años de su docencia, me sirvió, para ir modelando mi personalidad como la constancia y la equidad.
Don José María Antón Andrés, muchas gracias por ser mi profesor, siempre le recuerdo con cariño y por formar parte de una etapa de mi vida muy añorada por las vivencias que han marcado mi vida.
Mis felicitaciones mi querido profesor.