En Melilla llevamos años quejándonos de la sanidad pública... y los que nos quedan. Decir que las cosas han mejorado es tan irreal como creer que han ido a peor. Estamos en ‘stand by’: igual que siempre.
El último Barómetro Sanitario del Ministerio arroja el mismo resultado que los anteriores: los melillenses seguimos siendo los españoles que peor valoramos la sanidad pública.
Que gente a la que Marruecos le cierra la aduana sin ton ni son y no se tira a la calle a protestar o que lleva años liderando los rankings nacionales de desempleo dé la nota más baja de España a las urgencias médicas es para hacérselo mirar. Yo diría que es preocupante.
Siempre me he preguntado para qué sirven los Barómetros Sanitarios. Sabemos que se evalúa para mejorar, pero mucho me temo que este tipo de informes aquí no se usan ni para limpiar cristales.
En estas estadísticas hay que tener en cuenta que debido al alto número de funcionarios que residen en la ciudad, sujetos a seguros médicos privados, es de esperar que la balanza se incline a favor de la sanidad privada que, todo hay que decirlo, en mi humilde opinión no le llega ni a la suela de los zapatos a los servicios que se prestan en la península, sobre todo, porque aquí están masificadas.
Pero después de este paréntesis, vayamos a lo que más molesta entre los usuarios de la sanidad pública melillense: nuestras urgencias, que son la muerte a pellizcos, y las listas de espera para ver al especialista que siguen siendo complicadas porque en ocasiones hay que desplazarse a Málaga, cuando lo normal y más barato sería recibir esa atención en nuestra ciudad. Por lo visto o no pagamos bien o no tenemos incentivos para atraer a buenos especialistas.
En cambio, la nota de los centros de salud, aunque no es buena, va en sintonía con lo que ocurre en el resto de España.
Y en este punto creo que los encuestados han sido justos. Si uno llama por teléfono al ambulatorio a primera hora de la mañana, pidiendo una cita para ver al médico de cabecera ese mismo día, rara vez no te dan lo que pides.
Lo mismo pasa en las urgencias de los centros de salud. Es un servicio que seguramente puede y debe mejorar, pero funciona más o menos bien.
Pero que conste que esto lo digo con la boca pequeña porque hace una semana pasé en torno a las siete de la mañana por el centro de salud de General Villalba y había tremenda cola. Nada que envidiar a Cuba o Venezuela. Aquí tenemos un poquito de todo.
No se puede hablar de la sanidad pública en Melilla sin mencionar el hospital fantasma que avanza y no se detiene, pero lleva así una eternidad.
Hemos recibido explicaciones de todos los colores, pero lo que es difícil de explicar, no es fácil de entender. Abrir, no abre. Y llevamos muchos años escuchando cuentos que todos sabemos que son infinitamente más largos.
Me gustaría saber cómo se sienten los responsables de la sanidad pública de Melilla cuando salen estos barómetros nacionales. ¿No les da vergüenza? ¿Se interesan por saber qué es lo que falla en esta ciudad? ¿Faltan recursos? ¿Escasean las inversiones? ¿Qué pasa?
Estamos a ocho horas en barco de la península, pero nos separan de Madrid siglos de subdesarrollo. Sigo sin entender qué ganamos dependiendo del Ministerio de Sanidad, pero como conozco el patio no me atrevo a pedir la transferencia de las competencias. No quiero, pero tengo que decirlo: siempre se puede estar peor.