Esta semana se han cumplido los primeros 25 años del secuestro y asesinato del joven concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco. Millones de españoles recordamos aquellos angustiosos días en los que la banda terrorista ETA quiso chantajear al Estado para que reagrupara a los presos etarras en cárceles vascas. 48 horas dio de plazo al Gobierno a cambio de la vida de aquel muchacho de solo 29 años, que nunca se borrará de nuestra memoria.
Y decimos bien cuando hablamos de memoria porque, desgraciadamente, hay demasiados jóvenes en España que no conocen la historia de este mártir de la democracia, de este símbolo de la libertad, que despertó las conciencias españolas en una rebelión callejera sin precedentes contra ETA y todo lo que representaba.
Es difícil encontrar a alguien mayor de 40 años que no recuerde dónde estaba cuando se comunicó la aparición del cuerpo de Miguel Ángel Blanco. Así de hondo nos llegó su sufrimiento. De nada sirvió que España entera se echara a la calle reclamando su liberación, que volviera a escucharse el himno de la transición (“Libertad sin ira”) por las calles y plazas de todo el país, que millones de personas pintaran sus manos de blanco dejando constancia de la inocencia del joven edil popular. ETA lo asesinó.
Y ahora, 25 años después, es más necesario que nunca que su memoria no se pierda jamás, que no olvidemos quién fue y por qué murió a manos de una banda de asesinos terroristas que desoyeron el clamor de todo un país contra lo que pretendían y, al final, ejecutaron.
Por eso no estaría de más que Melilla tuviera un recuerdo hacia Miguel Ángel Blanco y lo incluyera en su callejero, como propone el Grupo Popular en la Asamblea. Ahora que se revisa el nombre de las calles para desprendernos de algunas reminiscencias franquistas que todavía quedan en Melilla, es el momento de homenajear a quien siempre será un referente de la lucha antiterrorista.
Son muchas las ciudades y los pueblos de España que han hecho ese reconocimiento ya a Miguel Ángel Blanco. Sería interesante que Melilla se sumara a esas poblaciones y dedicara una calle o algún espacio público a recordar la memoria del joven que levantó a España y que hizo posible el llamado “espíritu de Ermua” como bastión de lucha contra el terrorismo.