Este lunes, el ex presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda, hizo un llamamiento para que los melillenses que se han quedado esta Semana Santa salgan a la calle a apoyar nuestras procesiones. No quiso entrar en la polémica de por qué no hay políticos del Gobierno local en los desfiles de los pasos y los nazarenos. ¿Deberían estar?
El viernes pasado vimos a cargos socialistas del Tripartito en la primera fiesta en treinta años, que se organiza para celebrar el Día del Pueblo Gitano; hemos visto cargos de CpM en las actividades organizadas por Ramadán en los barrios, pero nadie del Gobierno ha hecho acto de presencia en los desfiles procesionales de Melilla.
Si De Castro no estuvo en el acto por el Día de la Constitución, por "una cuestión personal", difícilmente vamos a verlo en las procesiones. Ni lo echamos de menos, para ser sinceros.
Efectivamente, no apareció nadie del Gobierno en la procesión de La Pollinica ni se vio a ningún consejero en el traslado de los titulares del Nazareno, al que en otros tiempos acudían miembros del Ejecutivo local.
Consultado por la prensa este lunes, el consejero de Medio Ambiente, Hassan Mohatar, explicó que al ser actos religiosos, los miembros del Gobierno no están obligados a ir a menos que quieran hacerlo a título personal. Y a título personal estuvieron los senadores Juan José Imbroda y Sofía Acedo el domingo, en la procesión de La Pollinica.
Yo creo que los políticos deberían pensar como políticos cuando ocupan un cargo político, valga la redundancia. Hace unos días, le comenté a un amigo hebreo lo mucho que me había gustado la foto de la cepemista Fátima Kaddur, con su pañuelo, haciendo la ruta sefardí. Es una de esas imágenes potentes, que aquí pasan inadvertidas, pero que son difíciles de ver en algún otro rincón del planeta.
Es cierto, como dice el consejero Hassan Mohatar, que las autoridades no están obligadas a participar en la Semana Santa. Como también lo es que el Partido Socialista, nunca, en ninguna parte de España, ha sido un defensor de los valores cristianos. Ellos defienden la España laica y en eso no se les puede criticar porque no están engañando a nadie.
Lo normal no es que en la procesión hubieran estado solo Acedo e Imbroda. Allí debieron estar todos los diputados y cargos del PP y de Vox porque son las formaciones que más identificamos con los actos litúrgicos y las tradiciones de la religión católica.
Me habría gustado ver a un Hassan Mohatar o un Rachid Bussian, las caras más mediáticas de CpM, presenciando las procesiones. No porque estemos pensando ya en términos de marketing electoral sino, sobre todo, porque esa foto manda un mensaje potente: representa el respaldo del Ejecutivo a las fiestas y tradiciones de una parte importante del pueblo de Melilla y de la gran mayoría de España.
Pero en temas religiosos hay que andarse con pies de plomo porque hay una línea extremadamente delgada entre el apoyo moral y el meterte donde no te llaman.
Para que se entienda, me remito a un ejemplo cercano: yo nunca vi a miembros del Gobierno del PP en el rezo multitudinario del campo de fútbol de Cabrerizas. Creo incluso que habría estado fuera de lugar. Por eso entiendo, la cautela de los cepemistas que se han limitado con respeto a felicitarnos la Semana Santa a través de las redes sociales, aunque es algo que habitualmente no se felicita porque lo que estamos escenificando estos días es la muerte de Jesús y nadie felicita en un entierro, aunque hay quien cree que esto es una concepción estricta de la Semana de Pasión. Aún así, los cristianos nos reservamos esa felicitación para la Pascua, cuando celebramos la resurrección del Señor.
Nosotros felicitamos el Ramadán a la comunidad musulmana porque sabemos que para ellos es fiesta familiar, celebración, momentos para compartir mesa y mantel. Para los católicos practicantes, la Semana Santa es recogimiento y penitencia. Chirría un poco la felicitación. Pero en todo caso, se agradece el gesto porque también es tiempo de vacaciones, de tomarse un respiro, de descanso y en muchos puntos de España es una fiesta, más que un acto religioso. En ese contexto, sí tiene sentido la felicitación.
En fin, que se ha querido hacer una tormenta en un vaso de agua. Y esto no es gratuito. Percibo en la ciudad cierto celo entre culturas. Hay un sector pendiente de qué gestos se hacen hacia una comunidad o hacia otra. Y tampoco hay que sacar las cosas de quicio. Es responsabilidad de los católicos preservar nuestras tradiciones en África. Y para que eso ocurra hay que salir a ver las procesiones, hay que disfrutar de la Semana de Pasión con la misma ilusión que los nazarenos disfrutan luciendo sus capirotes y sus túnicas.
Esta es una Semana Santa especial porque tras dos años de parón por la pandemia, nuestras hermandades vuelven a la calle. Si van los políticos, los criticamos porque van a hacerse la foto. Si no van, porque no nos apoyan. En fin, no hay cómo quedar bien. Pero creo que debió haber un gesto, pequeño, discreto, pero llamativo.
No es una Semana Santa cualquiera. Es la primera Semana Santa después del covid. Estamos vivos. Hemos sobrevivido a la pandemia. Habría que haber tenido un detalle. Volver a la normalidad no ha sido fácil. Ha costado mucho llegar hasta aquí y nos hemos dejado a mucha gente por el camino. Por eso echo de menos alguna deferencia, más allá de que el consejero de Medio Ambiente, Hassan Mohatar, haya cumplido su palabra y haya tenido la Plaza de Toros lista para la salida del Nazareno.
No se trata de someter ahora a los políticos a un juicio mediático sino de empezar a vivir la diversidad sin complejos. No tiene mucho sentido que esta Semana Santa estemos celebrando los actos litúrgicos que representan la muerte y resurrección de Cristo a la vez que el Ramdán y que cada uno esté en su mundo, cuando a pie de calle, aquí somos muchos, muchísimos los que tomamos harira y, de postre, torrijas. Hay que mezclar y disfrutar de la mezcla. Así vamos a ser incluso más increíbles de lo que ya somos.