Sánchez también salió por la puerta grande gracias a las dos orejas de su segundo toro, mientras el sevillano Morante sigue gafado en el coso melillenses y los tres pinchazos a su último astado le impidieron llevarse algún triunfa.
La corrida estrella de la Feria taurina de Melilla, con más de tres cuartos de entrada, fue el festejo de las dos partes. Nos explicamos: una primera parte en la que los tres primeros toros de Hermanos Tornay salieron sin fuerzas, aunque con un toque de nobleza, pero hechos para faenas de cinco minutos, máxime si se tiene en cuenta que fueron mal picados. En la primera parte, otro sin sentido, el usía Gutiérrez Molina dejó de premiar los trabajos de Manolo Sánchez y Morante de la Puebla siendo pedida la primera oreja de forma mayoritaria para cada uno, a pesar de lo infame del ganado. Luego, la segunda parte fue distinta en ambos sentidos: el ganado mejoró y las decisiones de Presidencia resultaron acertadas. Abrieron la Puerta Grande de La Mezquita del Toreo Enrique Ponce y Manolo Sánchez.
Enrique Ponce, con cuatro orejas y un rabo en su esportón, fue el gran triunfador de la tarde taurina. A su primero, malo de solemnidad, le puso estilo y le sacó hasta la última gota de fuerza. Mató bien y recibió un premio pedido por los tendidos. su segundo, cuarto de la lidia, de nombre 'Galanteador', salió con mucha más fuerza y Ponce, maestro de maestros, lo toreó con gusto y templaza, llegando claramente a los tendidos. Nuevo estoconazo que hizo que la Mezquita del Toreo ardiera en vítores. Ahora sí, don Antonio Gutiérrez Molina sacó los tres pañuelos correspondientes a los máximos trofeos para Ponce, tercer año consecutivo como triunfador del ciclo ferial melillense.
Manolo Sánchez regresaba a Melilla para despedirse y regalar un capote de paseo a la afición taurina. En los prolegómenos del festejo los tres diestros recibieron obsequios por parte de la Ciudad Autónoma, así como quien fuera consejero de Medio Ambiente, Ramón Gavilán. Pero a lo que vamos. El vallisoletano Sánchez se encontró con un primer toro infumable. Tras su paso por el caballo, a pesar de los intentos sinceros de Sánchez con ambas manos hubo que matarlo y, aunque hubo petición de oreja, ni don Antonio ni sus asesores se enteraron. El segundo de Manolo Sánchez se dejó torear y el bi-triunfador de la Feria de Melilla años atrás lo toreó con esa elegancia que pocos ofrecen en los cosos españoles, rectitud, seriedad y toreo de verdad. Gran estocada y dos orejas para el torero amigo de Melilla.
José Antonio Morante de la Puebla parece tenerla gafada en Melilla. Ni tuvo suerte el año pasado ni el presente tampoco. Su primer toro, tercero de la lidia, pues eso, que no tuvo fuerza y decidió poner punto y final a la serie de inacabables intentos, muy a pesar de unos muletazos al principio de la lidia que pusieron azahar sevillano en la arena de la Mezquita. El segundo toro, último, fue mejor, lo toreó con gusto y picante hispalense con ambas manos pero se estrelló con el estoque. Tras tres pinchazos lo mató de media y recibió aplausos.
En definitiva, Feria triunfal la melillense, con alardes de torería en el futuro de Sergio Flores y Luis Rivera, una clase más de teoría del buen toreo a cargo del doctor Ponce, gran alegría por el triunfo de Manolo Sánchez en una de sus plazas preferidas y ese pellizco de Morante que tiene moralmente la obligación de volver a la mítica Rusadir para enseñarnos cómo se torea en el Aljarafe sevillano.
Los aficionados melillenses se lo pasaron en grande
La afición melillense volvió a disfrutar de una tarde-noche taurina, entretenida por los diestros que tocaron en liza y sobre todo, porque la gente tenía ganas de divertirse.
La fiesta nacional tiene una parafernalia singular que en Melilla, si cabe, se vive más intensamente. Quien más quien menos acudió a la plaza con su nevera portatil para tomarse en el descanso su refrigerio y también algún que otro bocadillo. Además de las cervezas y los refrecos, se vieron muchas botas de vino.
Grupos de amigos ‘disfrazados’ para ser reconocidos, bien con una indumentaria particular, bien con algún tiempo de distintito –por ejemplo una gafas enormes de colores chillones que tanto se están viendo por el real de la feria–. Pero todos, con el ánimo de pasar una tarde divertida y si puede ser inolvidable. No pararon de gritar ¡música, música! cuando la banda descansaba e incluso se atrevieron a entonar alguna que otra letrilla que fue seguida por todo el respetable.
También, como no, animaron a todo el tendido a realizar la ola en más de una ocasión, sobre todo mientras se esperaba que saliera el quinto de la tarde, que se prolongó más de la cuenta y lanzaron a Ponce un gallo para que el diestro lo devolviera.
Y tampoco faltaron los sustos, no en este caso en el albero, sino en el tendido, donde un aficionado sufrió un pequeño desmayo, sin mayor consecuencia.