A día de hoy, el devenir de la Franja de Gaza vuelve a estar en el meollo del debate internacional, pero ahora si cabe, aún más, haciendo gala de su talante incisivo, tras unas afirmaciones incalificables y llamémosle intolerables, del presidente estadounidense Donald Trump (1946-78 años), que han generado indudable congoja por lo que éstas conllevan en sí y la propuesta a modo de punta de iceberg que le acompañan, abanderada por la que ni mucho menos es una solución a la crisis humanitaria que vive el pueblo gazatí.
Adelantándome a lo que posteriormente fundamentaré, el dardo lanzado por Trump es el punto culminante a todas luces de un modus operandi de desposesión y desplazamiento en toda regla, que lleva décadas en marcha y que implica la deportación forzada de los dos millones de personas que sobreviven a duras penas hacia la República Árabe de Egipto y el Reino Hachemita de Jordania.
Y es que lo que ambiciona Trump no es reconstruir un territorio inmerso en piedras y rastros teñidos de sangre por miles de palestinos muertos. Porque los que allí permanecen con la llama de la esperanza no demandan una ‘Riviera’ edificada sobre sus propios escombros, sino rescatar cuanto antes el espacio geográfico ocupado ilegítimamente por el Estado de Israel desde 1967. A ello hay que añadir, que las palabras del mandatario estadounidense han sido defendidas explícitamente por el primer ministro Benjamín Netanyahu (1949-75 años) y esferas de la ultraderecha israelí, quiénes han emitido su pretensión de que Gaza deje de ser tierra palestina.
Al igual que han hallado el respaldo entre los sectores ultraconservadores de Estados Unidos, que reconocen en Israel un socio estratégico de peso y contemplan que el desalojo de la urbe palestina es una escapatoria incuestionable a un inconveniente que prefieren omitir.
Dicho esto, la brillante idea de la deportación de millones de palestinas y palestinos, conjeturaría una hecatombe humanitaria y desequilibraría todavía más la región. Quizás, sea imperativo sacar del baúl de los recuerdos, que la expulsión, destierro o exclusión de una población protegida fuera de un territorio ilegalmente ocupado, es un grave quebrantamiento de la Cuarta Convención de Ginebra y del Estatuto de Roma. En otras palabras: el conjunto poblacional palestino tiene el derecho reconocido a perpetuarse y quedarse en la tierra que le vio nacer, tal como lo decretan las resoluciones y volver a sus casas, si es que así se puede denominar las montañas de ruinas.
Entretanto, no son pocos los investigadores que están por la labor de desentrañar estas flagrantes declaraciones fuera de tono. Hasta el extremo, de plantearse si estas palabras son una sencilla demonstración de alarde en cuanto a la fuerza norteamericana; o tal vez, milita un guion de calado detrás de lo expuesto.
En opinión de algunos observadores, la primera hipótesis se descifra como una intimidación presuntuosa de su proyección en Oriente Próximo, con la impronta de lo que admiten los republicanos y por el estilo a las recientes amenazas de elevar los aranceles contra Canadá y los Estados Unidos Mexicanos, que ante todo proyectan echar hierro al asunto. Mientras que la segunda, subyace en que el trazado de Gaza sea una realidad y no un ímpetu pasajero, ya que armoniza algunas de las expectativas de Trump, como es lograr un compromiso de normalización en Oriente Medio con Arabia Saudí y eximir la imponente cuantía de rehacer Gaza, ya que sería meditado como un suplicio durante décadas, así como el empeño de desenvolver las tierras costeras desde un enfoque comercial.
Nada de lo apuntado inicialmente resulta despreciable a los ojos del espectro republicano, porque algunas de sus fuentes sostienen que la tesis de Trump, en contra de los diagnósticos formulados, fueron estudiados y traslucen taxativamente las impresiones del círculo de su Administración y que por otro lado, coinciden en su juicio de que “una propiedad con vistas al mar podría ser la Riviera de Oriente Medio” y verse beneficiado por el poder y el dinero que surge en la zona.
Pero yendo a las palabras al pie de la letra manifestadas por Trump y la respuesta de su homólogo Netanyahu, “Estados Unidos se hará cargo de la Franja de Gaza y también la trabajaremos”, indicó el pasado 4/II/2025 en una conferencia de prensa. “La poseeremos y seremos responsables” de quitar las cargas explosivas que todavía no han detonado y recomponer Gaza para transformarla en una meca del empleo y turismo. Repiqueteando como el generador promotor inmobiliario que en su día encabezó, propuso convertirla en “la Riviera de Oriente Medio”.
Aunque el mandatario encuadró el argumento como una necesidad humanitaria y coyuntura de impulso económico, en verdad destapó metafóricamente con sus derivaciones negativas e insospechadas, una caja de pandora geopolítica con laberintos de larga data para Oriente Medio. Y es que durante décadas el control sobre Gaza es uno de los principales focos del entresijo árabe-israelí y la conjetura de reasentar a sus habitantes palestinos, saca a la palestra ese período en la que las potencias europeas redibujaban los mapamundis a su antojo y apartaban poblaciones sin considerar la autonomía particular. El pensamiento de que Estados Unidos se otorgue parte de ese territorio en Oriente Medio, presume un vuelco sustancial para Trump, quien compareció a las Elecciones Presidenciales de 2016, asegurando sacar a los Estados Unidos de la demarcación tras la Guerra de Irak (20-III-2003/15-XII-2011). Y al mostrar este último plan, no mencionó a ningún representante legal que le facilitara derecho a apoderarse de la región, como tampoco interpeló la circunstancia de que la expulsión forzosa de una población vulnera el derecho internacional.
Más bien, hizo la proposición cuando Estados Unidos convenía apuntalar la segunda fase del alto al fuego entre Israel y Hamás, comprendiendo la puesta en libertad a los rehenes que todavía quedan en Gaza y allanar el camino para acabar los combates. Los intermediarios evaluaron su trabajo de extraordinariamente dificultoso, incluso con anterioridad a que Trump declarara la idea de expulsar a los palestinos.
Hamás (Movimiento de Resistencia Islámica), organización política y paramilitar palestina sunita que se declara yihadista, nacionalista e islamista, ha regido en Gaza durante las dos últimas décadas y en este momento rehabilita su dominio, rápidamente desestimó la reubicación masiva y como no podía ser de otra manera, tanto Egipto como Jordania, objetaron la figuración de admitir una oleada de palestinos, dada la servidumbre, la historia atormentada y el contenido desestabilizador que ello conllevaría. En tanto, Sami Abu Zuhri (1967-57 años), alto cargo de Hamás, citó en una explicación ampliamente divulgada, que la reubicación propuesta por Trump es “una receta para crear caos y tensión en la región. Nuestro pueblo de Gaza no permitirá que se lleven a cabo estos planes. Lo que se necesita es el fin de la ocupación y la agresión contra nuestro pueblo, no expulsarlo de su tierra”.
Trump, haciendo caso omiso de la contradicción de los estados árabes, insinuó que su poder de persuasión los arrastraría a su invitación. “Dicen que no van a aceptar”, expuso en una reunión en el Despacho Oval con el primer ministro israelí: “Yo digo que lo harán”. Netanyahu, sonrió presuntuoso cuando Trump comunicó por vez primera sus impresiones. Minutos después, durante la rueda de prensa conjunta, se deshizo en aprobaciones hacia el mandatario estadounidense: “Vas al grano. Ves cosas que otros se niegan a ver. Dices cosas que otros se niegan a decir y después de quedarse boquiabiertos, la gente se rasca la cabeza y dice: sabes, tiene razón”. También agregó: “Este es el tipo de pensamiento que remodelará Oriente Medio y traerá la paz”. Y en las manifestaciones que siguieron a las palabras de Netanyahu, Trump reincidió en que los palestinos acogerían en seguida su opinión.
“No creo que la gente deba volver a Gaza. He oído que Gaza ha sido muy desafortunada para ellos. Viven muy mal. Viven como si vivieran en el infierno. Gaza no es un lugar para que la gente viva y la única razón por la que quieren volver, y lo creo firmemente, es porque no tienen alternativa”.
A la par y calcado a su personalidad atronadora, refirió que los países de la comarca podrían financiar el posible reasentamiento de los gazatíes en otros puntos territoriales. Tal vez, “un trozo de tierra bueno, fresco y hermoso” que brindaran mejores medios de subsistencia, ya fuera un único espacio o hasta una decena. “Mi esperanza sería que pudiéramos hacer algo realmente bonito, realmente bueno, donde no quisieran volver”, concretó sin presentar pinceladas de lo que ello significaba.
Cuando se le consultó de cuántos palestinos estaríamos hablando, declaró: “todos” y agregó: “Pensaría que estarían encantados”. Y presionado erre que erre sobre si los apremiaría a marcharse aunque éstos no lo desearan, Trump denunció: “No creo que me digan que no”.
Gaza aglutina una extensa y abrumada historia de inconvenientes y crisis. Muchos gazatíes son herederos de palestinos que hubieron de renunciar a sus casas durante la Guerra árabe-israelí (15-V-1948/10-III-1949). Un suceso puntual distinguido en el universo árabe como la ‘Nakba’, que significa ‘catástrofe’ o ‘desastre’, utilizado para designar al éxodo palestino.
“La apatía e inacción que en opinión de no pocos observadores sobrevuela ante esta dolorosa situación, únicamente favorece y dispensa la dislocación de la impunidad”
Casi ochenta años más tarde, únicamente ha imperado uno de estos dos Estados, Israel, encumbrado sobre los contrafuertes de la guerra más sangrienta, la toma y posesión injustificada y las inobservancias de los derechos humanos. El desasosiego es que instigada y espoleada por Trump y Netanyahu, se libre en este momento en Gaza una limpieza étnica equivalente a la acontecida en Palestina entre los años 1947 y 1949, respectivamente, en los que no hay que olvidar, que las raíces en su derivación residieron en el aborrecimiento que actualmente prevalece.
En cambio, la inducción es que al menos 1,5 millones de gazatíes, de los 2,3 millones que vivían en la Franja con anterioridad a la guerra y que todavía no han perecido a las bombas israelíes, marchen de la zona con la determinación de que vuelvan a ser expulsados de sus hogares, a pesar de que los Convenios de Ginebra imposibilitan el desplazamiento obligado de poblaciones y que por otro lado, estos acuerdos cuyo designio es proteger a las víctimas de los conflictos armados, en su día lo suscribieron Estados Unidos e Israel.
Como es sabido durante el conflicto bélico Egipto capturó Gaza y la controló hasta que Israel se adueñó de ella, junto con otras superficies palestinas en la Guerra de los Seis Días (5-10/VI/1967) contra una Coalición Árabe (República Árabe Unida, Siria, Jordania e Irak) que proyectaban desmantelar el Estado judío.
Lo cierto es, que los palestinos de Gaza enfrentaron una resistencia durante años e Israel terminó retirándose de Gaza en 2005. Si bien, en el curso de dos años, Hamás, adversario directo de Israel que Estados Unidos y otros países han resuelto incluirlo entre los grupos terroristas, se hizo con el dominio del territorio y se valió de éste como base de operaciones para hacer la guerra contra Israel. Y conforme se sucedían los años, Israel aisló Gaza, mientras Hamás permanecía lanzando cohetes y aparejaba diversos atentados terroristas, que culminaron con la ‘Operación inundación de Al-Aqsa’, como es denominado por los grupos palestinos a los ataques coordinados del 7/X/2023 perpetrados por Hamás contra Israel y que supusieron el comienzo de la ofensiva entre Israel y la Franja de Gaza que llega hasta nuestros días con dígitos apocalípticos.
De las cifras de muertos y heridos no es necesario detenerse, pero sí que es preciso dejar ilustrado brevemente en esta disertación, la discordancia en números tal y como lo desvela la revista científica ‘The Lancet’, presumiendo que en los primeros nueve meses de la invasión israelí hubo 64.260 fallecimientos por lesiones traumáticas, frente a los 37.877 que habían anotado los funcionarios de la Franja palestina.
Posteriormente, en las semanas terciadas desde que entró en vigor el alto al fuego acordado por la Administración del entonces presidente Joe Biden (1942-82 años) y activado por Trump, cientos de miles de palestinos que fueron desplazados reiteradamente a lo largo de la campaña bélica, han retornado a sus hogares totalmente devastados.
Digo esto, porque Steve Witkoff (1967-57 años), enviado de Trump a Oriente Medio, recientemente realizó un recorrido in situ por Gaza y comentó que se tardarían entre diez y quince años en reconstruirla. “Si los daños fueran una centésima parte de los que vi en Gaza, nadie podría volver a su casa. Así de peligroso es. Hay 30.000 municiones sin explotar. Hay edificios que pueden derrumbarse en cualquier momento. No hay servicios públicos”, explicó Witkoff a los medios informativos.
Horas más tarde y antes de la llegada de Netanyahu a la Casa Blanca, Trump señaló que no era razonable que los palestinos volvieran a Gaza: “Ahora mismo no tienen otra alternativa que marcharse. ¿Qué tienen? Ahora mismo es un gran montón de escombros”. Y añadió: “No sé cómo pueden querer quedarse. Es un lugar de demolición. Es un lugar de pura demolición”.
Además, el mandatario estadounidense apuntó que el reasentamiento de los palestinos sería semejante a los proyectos inmobiliarios de Nueva York sobre los que cimentó su carrera. “Si pudiéramos encontrar el terreno adecuado o numerosos terrenos, y construirles lugares realmente bonitos con mucho dinero en la zona, eso seguro, creo que eso sería mucho mejor que volver a Gaza. Veo una posición de propiedad a largo plazo” para Estados Unidos, añadiendo que “a todos con los que he hablado les encanta la idea de que Estados Unidos sea propietario de ese terreno, lo desarrolle y cree miles de puestos de trabajo con algo que será magnífico”. Amén, que donde han calado hondo estas palabras es en Israel, en tanto el deseo del ‘Gran Israel’ no es del presidente, sino que es histórico y enraizado en el sionismo.
Ni que decir tiene que la cumbre de Trump con Netanyahu era el primer encuentro con otro líder mundial desde su retorno a la presidencia, formando parte de una visita de varias jornadas a Washington, intentando exteriorizar a los ojos del mundo los estrechos lazos que les une y esa complicidad embadurnada sacando músculo como dos socios perfectamente compenetrados.
Ambos moldearon una estrecha asociación durante el primer mandato del presidente estadounidense, pero se distanció por una serie de asuntos, entre ellos, la gentileza del líder israelí de expresar su enhorabuena a Biden por su triunfo cosechado en las Elecciones Presidenciales de 2020, que Trump reiteró que fue él quien las ganó. Desde entonces, han hecho lo posible por enmendar las posibles incomodidades.
No obstante, el premier Netanyahu compareció en la Casa Blanca en disconformidad sobre diversos asuntos de innegable trascendencia, entre los que de suponer estaban sobre la mesa el cómo y cuándo neutralizar las pretensiones nucleares de la República Islámica de Irán, o con qué celeridad finiquitar de una vez por todas, el conflicto bélico en Gaza.
“Con las discrepancias a flor de piel a nivel regional y global por el despropósito de las palabras de Trump en el acaecer de la Franja de Gaza, éste deja caer en el tintero la potencial sepultura al anhelo del Estado palestino para convertir Gaza en un resort turístico salpicado por el genocidio”
El Gobierno de Trump ha dejado claro que aguarda el regreso de la totalidad de los rehenes en manos de Hamás, e inmediatamente pasar a un acuerdo en el que concurra el Reino de Arabia Saudita y se establezca las relaciones con Israel. El país de Asia Occidental ha insistido en su apoyo a un Estado palestino independiente y ha expuesto con rotundidad que la plasmación de vínculos con Israel estriba en la medida de la instauración de dicho Estado. Es más, asesores del presidente estadounidense transmitieron a los medios informativos que Trump y Netanyahu coincidían en la opinión de que no debía permitirse que Hamás continuara en el poder. Y dado que el Gobierno de derecha del primer ministro israelí está en riesgo si la guerra concluye con Hamás al frente en Gaza, los analistas creen que Netanyahu pretenda demorar el tránsito hacia un alto al fuego permanente.
Por lo demás, pequeños sectores que aún siguen en pie en la Franja y que se encuentran a merced de caer en cualquier instante, pues el alto el fuego que se rige desde el 19/I/2025 tiene todos los ingredientes mordaces de no proseguir y estar en el aire. Momentáneamente, corren las agujas del reloj de las seis semanas de la fase preliminar de la tregua en la que se tratan de liberar a cuenta gotas a prisioneros israelíes y palestinos. Pero si los plazos subsiguientes eran escabrosos de materializar, la jugada de Trump por excluir a los palestinos de Gaza, las deja sin razón de ser.
Finalmente, el Kremlin parece haberse hecho el abstraído de desacreditar sin tapujos la idea del mandatario americano. “Hemos escuchado la declaración de Trump (…). Y también vimos las declaraciones de Ammán (…) y el Cairo (…), donde se hablaba de rechazo”, citó literalmente el Secretario de prensa presidencial ruso, Dmitri Serguéievich Peskov (1967-57 años).
En la misma línea, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi (1967-57 años) especificó a la Agence France-Presse (AFP): “Es algo muy sorprendente y aún hay que ver concretamente qué significa. Es muy difícil expresarse sobre esta cuestión, que es muy delicada”. De igual forma, Volker Türk (1965-60 años), Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, sugirió a la Agencia EFE: “El derecho internacional es muy claro, la autodeterminación es un principio fundamental y debe ser protegido por todos los Estados, como la Corte Internacional de Justicia ha subrayado recientemente. El sufrimiento de la gente en el territorio palestino ocupado y en Israel ha sido insoportable, hay que entrar en una fase para garantizar la paz y la seguridad de palestinos e israelíes sobre la base de la dignidad y la igualdad”. En la misma sintonía, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres (1949-75 años), asintió que “si buscamos soluciones no debemos empeorar los problemas”; y su portavoz, Stéphane Dujarric (1965-59 años), “es esencial evitar toda forma de limpieza étnica. Todo desplazamiento forzoso de poblaciones equivale a la limpieza étnica”.
Por ende, los países europeos recalcaron su respaldo a la solución de los dos Estados, ciñéndome en este caso, entre algunos, al Ministerio de Asuntos Exteriores de la República Francesa, al matizar que la transferencia artificiosa de la urbe palestina para habilitar la verificación norteamericana “constituiría una grave violación del derecho internacional, un ataque a las aspiraciones legítimas de los palestinos y también un obstáculo importante para la solución de dos Estados. El futuro de Gaza no debe estar en la perspectiva del control de un tercer Estado, sino en el marco de un futuro Estado palestino, bajo la égida de la Autoridad Palestina”.
En consecuencia, con las discrepancias a flor de piel a nivel regional y global por el despropósito de las palabras de Trump en el acaecer de la Franja de Gaza, éste deja caer en el tintero la potencial sepultura al anhelo del Estado palestino para convertir Gaza en un resort turístico salpicado por el genocidio y de camino, erigirla en punta de lanza de Estados Unidos en Oriente Medio. A la sazón, el crimen de lesa humanidad está al orden del día y la realidad humanitaria es devastadora: la opresión y desposesión de la que es objeto, cada día con sus noches infernales es más clarividente. Y en el confín de las mentes y corazones de los gazatíes, existe un mínimo atisbo de rendición de cuentas para quienes son responsables de lo que allí está ocurriendo.
Con lo cual, la labor crucial de Estados Unidos en esta crisis no puede reducirse exclusivamente a la fianza política y diplomática conferida a Israel, al existir notables evidencias que las fuerzas israelíes emplean a fondo armas de producción americana para cometer crímenes de guerra contra la población palestina. Y lejos de permanecer remando por la conservación del alto el fuego para extinguir la inestabilidad y violencia, habría de garantizarse el acceso de ayuda humanitaria y, sobre todo, poner fin a las condiciones premeditadamente aplicadas para el desmoronamiento físico de la población palestina. Porque la apatía e inacción que en opinión de no pocos observadores sobrevuela ante esta dolorosa situación, únicamente favorece y dispensa la dislocación de la impunidad.