Estamos a punto de que se cumplan 3 años de Legislatura y los que ostentan el poder hacen su particular balance de gestión año a año. Un balance que responde más a la desesperada necesidad de justificar, como sea, tres años de oportunidad desperdiciada y tirada por la borda. No es una opinión subjetiva. Es la realidad pura y dura. Sólo hay que echar un vistazo a los Programas Electorales o a las ‘medidas estrella’ que tanto prometieron quienes ahora ostentan el poder. Oposición incluida.
Un aeropuerto intercontinental en el mar, un hotel de cinco estrellas en el cargadero de mineral, una isla en el mar, un plan de empleo para crear mil puestos de trabajo directos para jóvenes, construir un aquapark, un plan contra la pobreza, cambiar el Régimen Económico y Fiscal de Melilla, reducir los precios del transporte marítimo y aéreo, convertir Melilla en ‘Zona Económica Especial’, crear una línea marítima Melilla-Argelia, iniciar la entrada de Melilla en la Unión Aduanera, reformar todos los campos de fútbol, aprobar el PGOU, crear una Auditoría interna/externa de todas las cuentas de la Ciudad Autónoma, etc… Y paro de mencionar promesas porque probablemente necesitaría toda esta página para enumerar los proyectos faraónicos y las promesas que han quedado en el olvido, o que directamente han borrado de la dialéctica de quienes ostentan el poder.
Esta catarata de ‘promesas’ han sido incumplidas en 3 años de Gobierno y prácticamente es imposible que en 1 año que resta de Legislatura puedan ver la luz. Como mucho, nos han presentado maquetas y videos como si de una campaña electoral se tratase. Pero para más inri, para el curriculum de despropósitos, hay que sumar los millones de euros de fondos perdidos porque Directores Provinciales y Consejeros no han hecho su trabajo en tiempo y forma. El último capítulo es la pérdida de 3 millones de euros en política turística porque la Señora Rojas no ha firmado Convenio con el Estado.
Nos han mentido y, lo que es peor, han jugado con las expectativas de futuro de Melilla. Falsas esperanzas de cambio y de impulso a una ciudad que agoniza económicamente, cuya población no para de emigrar a la península e incluso a otros países, una sociedad que ya venía dañada gravemente desde la Legislatura pasada y que ahora parecen rematar quienes prometieron dar un vuelco a la forma de gobernar y de hacer política en nuestra ciudad.
Con esta forma de gobernar uno llega a la conclusión que el problema de Melilla no es Marruecos, ni la frontera, ni la Unión Aduanera, ni el Estatuto de Autonomía, el problema es su clase política; son sus dirigentes, que durante décadas han ostentado el poder a su antojo, derrochando fondos públicos, improvisando desde los despachos y sin saber responder a tanta incertidumbre económica y social.
Es escandaloso lo que se ha hecho y lo que se hace con el dinero público de todos los melillenses. Esta ciudad no está mal por su gente, que lucha día a día por salir adelante. Melilla está mal y agoniza por sus dirigentes políticos que durante décadas han hecho de las corruptelas, el enchufismo, el amiguismo y el despilfarro un modo de gestión en Melilla. No hablamos de la vida privada de nadie, estamos hablando de dinero público. Más de 6.000 millones de euros en 20 años, de los cuales 1.000 en manos del actual Gobierno y, sin embargo, tenemos una ciudad que está al borde del colapso.
Melillenses que cierran sus empresas. Otros miles que emigran obligados. Otros sin poder cubrir sus necesidades básicas. Otros que arriesgan su patrimonio en esta tierra. Mientras, vemos cómo se enriquecen el entorno los que han ostentado el poder gracias a la confianza de los ciudadanos. Pero Melilla es más fuerte que ellos. Melilla despertará y lo superará a pesar de tanta zancada y puñalada.
Las oportunidades que ofrecen Melilla y su entorno son escasas pero son un potencial para revertir nuestra situación económica. Hacer de Melilla un referente nacional e internacional en materia de formación y universidad, potenciar nuestra experiencia militar acordando que Melilla acoja una Escuela de Tropa y Marinería, intervenir en la gestión de los transportes para que los precios sean asequibles y accesibles, potenciar una política turística real y no ficticia y subvencionada, poner en marcha políticas sostenibles y de cuidado de nuestro entorno para mejorar nuestra calidad de vida y generar empleo y economía verde, negociar con la UE la creación de un Observatorio Europeo de la Interculturalidad con sede en Melilla, ampliar urgentemente la pista y el horario de nuestro aeropuerto, negociar la creación de una pequeña flota pesquera para abastecer nuestra ciudad, modernizar nuestra Policía Local, Bomberos y Protección Civil, mejorar la gestión de la limpieza viaria, hacer de Melilla una ciudad accesible para las personas con movilidad reducida, invertir e impulsar la calidad educativa y sanitaria, separar de una vez por todas la religión de la política por el bien común y el futuro de Melilla, y un largo etcétera de medidas realistas, posibles y necesarias de la ciudad.
Es duro vivir en una ciudad que llevas en las venas, que la amas y vives con pasión y ver cómo desde el poder se empeñan en apagarla. No han parado de apuñalarla desde hace mucho tiempo derrochando e improvisando. Pero Melilla resiste. Resiste porque nuestra historia, nuestro clima, muestro mestizaje, nuestra diversidad, nuestro amor a España... no depende de ellos. No depende de la desidia política.