Tras una condena en la península por tráfico de drogas, fue expulsado a Marruecos y luego pidió asilo aquí
No quiere que su imagen aparezca en la prensa, pero sí la documentación que acredita que nació en Melilla. Se llama Abdela y, según la tarjeta de residencia que muestra a El Faro, nació en nuestra ciudad en 1982.
Este hombre es uno de los 14 marroquíes expulsados del CETI el pasado día 4. Siendo nacido en Melilla, es obligado preguntarle por qué no dispone de la nacionalidad española.
“Yo fui toxicómano. Cuando pude haberla solicitado, sólo pensaba en drogarme”, responde. Ahora, asegura que está rehabilitado, pero lamenta no haber solicitado el pasaporte español cuando pudo hacerlo. “Uno no aprecia lo que tiene hasta que lo pierde”.
Expulsado a Marruecos
Abdela pasó seis meses en prisión en El Puerto de Santa María (Cádiz) por un delito contra la salud pública. “Me pillaron con 100 gramos de hachís”. Asegura que tras cumplir la pena, en la primavera del año pasado, fue expulsado a Marruecos, país del que tiene la nacionalidad pese a haber nacido en nuestra ciudad.
Allí no le han ido mejor las cosas. Afirma que es homosexual y que en ese país “ser gay es un delito. Te pueden meter en la cárcel y allí estás en riesgo de que te violen o que te maten”.
Abdela entró en Melilla hace unos tres meses, después de haber sido víctima de una paliza en Beni Enzar. “Unos traficantes me pegaron con una barra de hierro”. Asegura que se coló en la ciudad por la parte del puesto fronterizo que da “al rastrillo” y que de ahí se desplazó a Urgencias del Hospital Comarcal, donde fue atendido.
Hace un mes solicitó asilo en España por sufrir amenazas en Marruecos. Sin embargo, le fue denegado. “Ahora no puedo reclamar la nacionalidad española porque ya me expulsaron de la península. Por eso, un amigo me recomendó que pidiera el asilo”.
Según afirma, la Policía le expulsó a Marruecos la semana pasada, pero pudo volver a colarse. “Te dejan en tierra de nadie. Si me entregan a la policía marroquí, voy directo a la cárcel”.
“Mis padres están enterrados allí”, dice señalando el cementerio musulmán. “Pero nunca voy por si la Policía me está esperando”.