Enamorarse, amar a una mujer, perderse en la imaginación de la posible felicidad, correr tras un sueño que intenta escaparse en un vuelo de versátiles aleteos, tener la oportunidad de adentrarse en disquisiciones incoherentes, tras el anhelo de llegar al alma de una mujer, es algo bello... es algo inolvidable. MUJER
Mujer...
ese suspiro de coplas,
de bailes entrelazados,
de sentidos de amapola;
esos encantos de armiño
de las miradas redondas,
de rojos labios risueños.
Mujer...
ese encaje en fantasía
de bordados ambarinos,
de dulce canto a la vida;
esa delicia de mimos,
de horizontes azulados,
de candelas de capricho.
Mujer...
esas sombras de matices,
de siluetas de embrujo,
de penumbras envolventes;
esas caricias de espuma,
de baile de cascabeles,
de claro requiebro en agua.
Mujer...
ese remolino tenue,
de pálpitos de aleteo,
de calmas en oleaje,
ese sosiego de arena,
de ternura entre las manos,
de suavidad de canela.
¡Mujer!
¡Por ti, mujer!
¡Brindo!
(Del libro: "Tiempo abierto" del autor: Álvaro Cordón Flores)