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El investigador Pietro Soddu afirma que, tras vivir aquí, comprendió qué es la tolerancia
Pietro Soddu es un enamorado de Melilla y de Ceuta. Asegura a El Faro que sufre el “mal de África” porque cuando estuvo en nuestra ciudad no quería marcharse. Vino por primera vez a Melilla en los años 90 y vivió en esta tierra durante cinco. Leyó que había una ciudad española en África, frontera con Marruecos, donde podía estudiar las relaciones internacionales entre dos países y también las migraciones, pues se experimentaban las primeras llegadas de inmigrantes subsaharianos de forma más masiva. Además, le animó a cruzar el charco que en estos trece kilómetros cuadrados convivieran cinco culturas. Todo este conjunto de factores le iban a permitir explorar un gran número de campos desde su punto de vista de investigador en Estudios Migratorios del Instituto de Migraciones de la UGR.
“Melilla es Melilla. Es especial. Su originalidad radica en que no hay ninguna ciudad igual”, asevera Soddu. Afirma que tiene “la mezcla indisoluble” de África y Europa, puesto que es una puerta de entrada a los dos continentes.
Comenta que le llamó la atención cómo Marruecos reclama de vez en cuando, aunque no muy alto, esta ciudad como su territorio, porque en realidad se sirve del comercio atípico para dotar de productos a la población marroquí.
Toda esta combinación de elementos que se dan en la ciudad llevan a pensar a este investigador a que Melilla acaba siendo una “víctima” de las circunstancias en la que se encuentra, pero que, al fin y al cabo, con sus cosas negativas y con las positivas, la hacen única y “original”. Incluso dice que no hay tanto parecido con Ceuta porque ésta se encuentra a menor distancia de la península.
Soddu fue de los primeros investigadores extranjeros en visitar, vivir y conocer la ciudad. Recuerda que en aquellos años sólo estaban con él un estadounidense y un noruego. No era Melilla una localidad muy conocida.
Durante su vida aquí tuvo la oportunidad de ver ‘devoluciones en caliente’, aunque aún no existiera ese término, y conocer la realidad de los niños de la calle. Aunque han tenido que pasar 17 años desde esas experiencias para poder reflejar su trabajo por escrito en el libro ‘Acercamiento a los menores marroquíes desamparados como fenómeno migratorio y tratamiento profesional desde la educación social especializada’. En este texto muestra la necesidad de cambiar el régimen abierto de los centros de acogida, aunque sin convertirlos en una cárcel. También cree que es preciso que educadores sociales especializados intervengan con proyectos de deporte para atraer a esos niños de la calla.
Ahora se encuentra en Cerdeña realizando un trabajo sobre migración en su tierra, pero confiesa que se siente más melillense que otra cosa. Resalta que Melilla y Ceuta han sido “el trampolín a través del cual ha podido comprender lo que es la tolerancia y lo que significa convivir en un espacio”, además de darle la posibilidad de diversificar sus estudios, algo que hubiera sido imposible en otras circustancias.