El PP celebró ayer un día grande que, sin embargo, no es exclusivo de los populares. El hecho de que un político de la talla de Rajoy, en puertas de ser proclamado presidente del Gobierno, se comprometa de manera tan clara y rotunda con Melilla, acuda a hacer campaña electoral en esta ciudad y diga que “tiene una deuda” con los melillenses, porque aquí siempre se ha sentido apoyado, no es pecata minuta. Rajoy no aprovechó para prometer lo que no puedacumplir. Se atuvo a su programa sobre todo, pero en su referencia al proyecto de ampliación del puerto y a la necesidad de abaratar las tarifas en los transportes se encierra otro compromiso menos expreso pero igualmente asumido. Melilla está de enhorabuena en estas elecciones porque los previsibles ganadores han apostado por el presente y futuro de la ciudad como ningún otro partido nacional lo había hecho hasta ahora, y como ningún otro futuro presidente del Gobierno lo ha hecho nunca.
Ayer fueron muchos los que saludaron a Rajoy como nuevo jefe del Ejecutivo central, demostrando lo que el propio líder del PP sostiene: Los españoles quieren un cambio y no piensan que estamos ante modelos políticos diferentes, sino ante distinta capacidad y solvencia para que podamos salir del atolladero y de la crisis. Las historias socialistas, de meter miedo con la derecha, no tienen sentido salvo para aquellos que no quieren ver que ya no hay diferencias entre PP y PSOE, al margen de algunos tics que encierran más pose que políticas reales. En políticas sociales nadie puede dar marcha atrás en este país y menos en tiempos de crisis. La alternativa se impone.