Melilla ha dado estos días al mundo una lección de convivencia. En una ciudad en la que no sabemos a ciencia cierta qué porcentaje de la población es de una u otra cultura, hemos asistido a las celebraciones por la victoria de Marruecos en el Mundial con la tranquilidad de quien ha hecho bien sus deberes.
No hemos tenido en nuestra ciudad altercados con motivo de los partidos de Marruecos ni cuando ganó a España y Portugal ni cuando perdió ante Francia.
Quienes sienten los colores de Marruecos salieron a la calle a festejar y lo hicieron en paz. No ha habido destrozos de mobiliario urbano ni fallecidos como en Francia; ni incidentes policiales de ningún tipo.
Muchos melillenses de todas las culturas, una vez eliminada España del Mundial, han apoyado a la Selección marroquí sin complejos en bares y restaurantes de la ciudad y eso ha venido bien a la economía local. Nuestros hosteleros han hecho caja con los aficionados al buen fútbol.
Esto nos demuestra que cuando hablamos de guerra híbrida de Marruecos debemos hacer énfasis en que es la guerra híbrida del Gobierno de Marruecos. El pueblo marroquí está profundamente ligado a España por lazos que ningún gobernante puede romper. Por eso no ha habido que lamentar incidentes de gravedad en España. En nuestra ciudad no ha habido mucho más que la ignorancia de un menor que se subió a celebrar el éxito de su Selección en el monolito de la Constitución española.
Melilla ha sido un ejemplo para el mundo. Aquí se ven escenas que deberían ser normales, como lo son en nuestra ciudad, y que en otras partes llaman la atención. Aquí lo mismo vemos a una mujer con pañuelo aplaudiendo en la Maratón de Villancicos de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, que a los cristianos madrugar para ver el rezo de la Pascua Grande celebrado por primera vez en el centro de la ciudad.
Pese a la crispación que impera entre la clase política de nuestro país, a pie de calle se da en nuestra ciudad un mestizaje que es difícil encontrar en otra parte del mundo. Aquí vivimos juntos y cada vez más revueltos.
En Melilla deberíamos hablar de la cultura melillense. Quizás por el hecho de estar más aislados del mundo, hemos podido establecer raíces sólidas de convivencia. El Mundial de Qatar solo ha venido a demostrarnos que no estamos tan mal como piensan quienes quieren dividir a nuestra gente.