Todos los partidos políticos utilizan, al fin y a la postre, la valla como argumento electoral. No hay ninguno que falle. Por un lado, el ministro del Interior, Grande Marlaska, se sumó al carro desde el primer minuto en que tomó posesión como responsable de la cartera para señalar que las concertinas de las fronteras de Melilla y Ceuta se iban a retirar. Lleva un año y medio en el puesto y no existe todavía ni un programa para su retirada. Pero dentro de esa doble moral que nos conduce a que la mano derecha no sepa lo que hace la mano izquierda resulta que nos encontramos que en determinados lugares, mientras España anuncia que algún día quitará las concertinas porque producen heridas a los inmigrantes, nuestros vecinos marroquíes están levantando otra valla pero con concertinas. Ahí no hay problemas de violación de derechos humanos y a esta parte nos ponemos las medallas de ese respeto a los derechos humanos.
El PSOE que, a nivel nacional , llegó a vestir de limpio al anterior Ejecutivo presidido por Mariano Rajoy, en relación con la fórmula de defensa de las vallas y de la ausencia de policías nacionales y guardias civiles siguen un año y medio después con los mismos problemas, ya que ni han quitado las concertinas, ni tampoco han traído más policías y guardias civiles a las dos ciudades autónomas. Porque al final resulta que cuando no se gobierna y se está en la oposición es muy fácil prometer y prometer, sin embargo, cuando se llega al sillón comienzan a saltar las alamas por donde menos se espera y donde prometí una cosa me olvido a la jornada siguiente. Así nos hemos acostumbrado durante años y nunca se les ha exigido a los políticos ese contrato electoral de obligarles a cumplir con sus promesas.
Por ello, me preocupa también que Pablo Casado, cada vez que visita las ciudades de Melilla y Ceuta se complique la vida diciendo que traerá nada más llegar a La Moncloa un total de doscientos guardias civiles y policías nacionales a cada una de las dos ciudades. Todos nos acordamos de Zoido, cuando era ministro del Interior, que se hartó de mentir y engañar, de manera continuada y creo que hasta con alevosía tanto a los presidentes de las dos ciudades. por entonces, Juan José Imbroda y Juan Vivas y a los entonces delegados del Gobierno, Abdelmalik El Barkani y Nicolás Fernández Cucurull. Cuatro políticos que terminaron más que hartos, en sus comentarios en privado, con el comportamiento del que llegó a ser también alcalde de Sevilla.
Pero siguiendo con el tema de valla nos encontramos igualmente con el emperramiento de Vox hablando, cada dos por tres, de la construcción de un muro. La última perla es hacer un muro todavía más alto del que habían prometido unos meses antes. Abascal es el primero, pasando por sus compañeros cabezas visibles en Melilla y Ceuta, que es otro brindis al sol. En primer lugar porque es casi imposible que alguna vez tengan influencia suficiente en un gobierno nacional para poder llevar esta misión y, en segundo, porque la misma Unión Europea no se lo permitiría y tendrían un grado de contestación verdaderamente asfixiante. Era lo que decía de gobernar desde la oposición con medidas que al final son meramente ficticias y de cara a la galería.
En resumen, no hay un partido que se escape de utilizar las vallas de Melilla y Ceuta desde el punto de vista electoral y más cuando nos encontramos que nos estamos aproximado a unos nuevos comicios. Cuando el diez de noviembre sea historia volveremos seguramente a la tranquilidad y las vallas se guardarán en un cajón hasta la próxima o bien hasta que haya un nuevo salto masivo.