Nos pilló por sorpresa. No hubo filtraciones, incluso más de un destacado miembro del PP se enteró casi al mismo tiempo que los periodistas. La visita de Aznar no iba ni podía pasar inadvertida, pero tampoco es lógico que desde el Gobierno central, el vicepresidente de facto, el ministro Blanco, tomara la portavocía del Ejecutivo Zapatero para obviar la resolución inicial del conflicto fronterizo y atacar abierta y duramente a José maría Aznar.
Teniendo en cuenta la actitud silente del mismo Gobierno central, la situación de mising en la que se encuentra la autoridad gubernativa en Melilla, Gregorio Escobar, la respuesta escasa y tardía de la ministra Aido, a pesar de los ataques feroces y humillantes contra las mujeres policías, y la falta de pronunciamientos en general del Gobierno socialista en toda esta sucesión de conflictos con el vecino país; la reacción airada ayer del Gobierno Zapatero y la inquina con que los medios afines al PSOE cubrieron la noticia de la visita de Aznar, no sólo están demás sino que, en mi opinión, resultan insultantes para los melillenses.
No me cabe duda de que la visita del expresidente mezcla por un lado su compromiso con esta tierra con un interés por apoyar de manera expresa a Juan José Imbroda y al PP en Melilla.
El Gobierno local, que es lo mismo que el Partido Popular en esta ciudad, no ya sólo por compartir presidente sino porque sus estructuras cada vez se solapan y confunden más, ha hecho de la necesidad virtud y ha aprovechado, para hacer campaña política en su favor, la falta de reacción y de mensajes del Gobierno socialista y su delegado en Melilla a lo largo de toda la crisis.
Todo se mueve ya en clave electoral y la visita de Aznar como la de González Pons también tuvo mucho de ello. Ahora bien, estoy convencida por las más de ocho veces que posiblemente el expresidente del Gobierno ha venido a esta tierra, que el compromiso que ayer declaró y trasmitió a los melillenses es sincero. Y no me baso en la controvertida decisión de su Gobierno respecto de lo sucedido con el islote Perejil, que al salir bien se convirtió en un triunfo pero que, de haber salido mal, quién sabe en qué podría haber deparado. Me baso en la atención expresa y mayor que dedicó sin duda a Melilla durante su etapa al frente del Ejecutivo nacional.
A mí no me gusta ni chispa el discurso político de Aznar en el plano internacional, no comparto sus puntos de vista respecto de muchos asuntos y creo que le falta mucho tacto a la hora de abordar cuestiones que afectan directamente a sensibilidades colectivas muy básicas o identitarias. Pero esto no me impide valorar sus aciertos como presidente del Gobierno español en materia económica, ni dejar de reconocer que tuvo una apuesta por Melilla como pocos de sus antecesores o sucesores en el mismo puesto han tenido.
Ayer, el ministro José Blanco le afeó que no hubiera venido nunca como presidente del Gobierno. Posiblemente, no pudo hacerlo para no enconar más las siempre complicadas relaciones hispano-marroquíes, como gusta decir a políticos y analistas, y que en su etapa se tensaron mucho más porque, como es sabido, la tibia democracia marroquí actual o la dictadura anterior de Hassan II siempre se llevó mejor con el PSOE que con el PP.
Tampoco durante su etapa pudieron viajar los Reyes ni a Melilla ni a Ceuta. Ha tenido que ser con el ‘amigo’ Zapatero como nuestros vecinos se conformaran con aguantarlo a cambio de una pataleta más simbólica que real y que se escenificó con la retirada del embajador marroquí en España. Ahora llevamos ya ocho meses sin embajador de Marruecos nuevamente, y no hay motivo claro que lo explique, salvo las pretensiones alauitas en lo tocante al Sáhara, sus convenios con Europa y sus exigencias a nuestro propio país.
Sin embargo, el vicepresidente de facto, José Blanco, no quiso recordarlo ayer. Le afeó a Aznar lo que no hizo pero no encontró oportuno restregarle lo que, en contrario, Zapatero sí llevó a cabo. Por una vez, el hecho de que el socialista sí viniera como presidente del Gobierno y, además, propiciara la visita real, no se ha exhibido como un insuperable triunfo del PSOE. Quizás no quería soliviantar a nuestros vecinos, quienes al final han llegado a una tregua para aplazar hasta el final del Ramadán unos bloqueos que, en realidad, no han hecho más que simbolizar en nuestra frontera el deterioro de las relaciones hispano-marroquíes o la debilidad del Gobierno socialista ante Marruecos.
Para mí, de todas formas, lo mejor del día de ayer no fue que viniera Aznar, aunque siempre se agradece el apoyo y la visita de personas de relevancia sean o no de nuestra cuerda o nos gusten más o menos políticamente hablando. Lo mejor fue que la presión sobre Melilla ha cesado y espero que no se reanude tras el Ramadán, porque el espectáculo en la frontera no conviene a nadie, ni a los nadorenses ni a los melillenses, convidados de piedra en esta historieta que tiene títeres cercanos pero los hilos, en cambio, tan lejos como creo la mayoría pensamos.