ES VERDAD que todos sabemos algo de Medicina y también es cierto que nuestros conocimientos son escasos y, frecuentemente, inexactos. Es comprensible, por lo tanto, que todos deseemos y necesitemos saber más de las enfermedades y de sus tratamientos. Estas afirmaciones son más válidas cuando nos referimos a los trastornos mentales –a las alteraciones de los pensamientos, de las emociones y de los comportamientos- cuyos síntomas, en mayor o en menor grado, alguna vez los hemos experimentado muchos de nosotros. Por eso, como simple observador, me he atrevido a afirmar que, en algún momento y en cierto nivel, Todos estamos algo trastornados (2022).
En esta ocasión me refiero a una obra oportuna escrita por un “especialista”, por un psiquiatra que nos explica, con un lenguaje riguroso, claro y ameno, las experiencias y los conocimientos que él ha acumulado durante su periodo de “residencia médica”. La sorprendente peculiaridad de esta obra –clara, práctica e interesante- reside en la habilidad con la que el autor conjuga la precisión científica con la sencillez pedagógica e, incluso, con la belleza literaria. Apoyado en una documentación técnica exhaustiva y actualizada -examinen la bibliografía-, logra que los lectores “profanos” nos enteremos de los significados de los conceptos básicos y de la historia de la neurociencia y de la salud mental, y que nos sintamos animados a examinar las actitudes dañinas y los comportamientos sociales “incorrectos” cuyas raíces -más o menos inconscientes- se ahondan en prejuicios, en tabúes y en estigmas alimentados durante siglos.
Además de las descripciones comprensibles de las diferentes técnicas para elaborar los diagnósticos de los trastornos más frecuentes como la ansiedad, la depresión, la esquizofrenia, el trastorno bipolar, el estrés postraumático, las alteraciones de la conducta alimentaria o los comportamientos adictivos, en mi opinión son muy valiosas, oportunas y orientadoras las detalladas explicaciones sobre la “entrevista clínica”, sobre el intercambio de palabras entre el psiquiatra y el paciente. Parte del supuesto de que la comunicación, además de respetuosa y comprensiva, debe ayudar a que el paciente acepte las decisiones sobre los métodos de tratamientos. Me permito subrayar el “plusvalor pedagógico” de las oportunas ilustraciones de la artista ilustradora Valentina Silva que contribuyen decisivamente para que la lectura nos resulte grata y alentadora. Y muy útiles –imprescindibles- son las claras y acertadas explicaciones del lenguaje psiquiátrico referidas a las alteraciones de los pensamientos, de las emociones y de las conductas. Son palabras que como dice el autor “nos permiten relacionarnos mejor con un profesional de la salud mental, conocernos mejor a nosotros mismos y a los otros, y aprender algunas cosas curiosas” los que estamos interesados en la salud y en la higiene mental.
Opino que esta obra de alta divulgación científica de psiquiatría actual -en la que analiza los factores biológicos, psicológicos y sociales- es una guía orientadora y práctica para los estudiantes de medicina y de enfermería, para los que han experimentado algún trastorno y, también, para los familiares, amigos, compañeros y educadores, para los creadores de opinión y, sobre todo, para los lectores que, influidos por concepciones anacrónicas a veces adoptan unas actitudes y unos comportamientos peligrosos que impiden o frenan la recuperación mental de los pacientes.