“La laguna cumplió con su misión de balsa de inundación a la perfección”, aseguró Manuel Tapia, de Ecologistas en Acción, tras comprobar el efecto de las lluvias torrenciales de abril sobre el cauce del río de Oro.
A través de unas imágenes que ha compartido con este medio, explicó que las cárcavas que produjo el agua en la laguna nos preocupaban mucho, debido a que acababan de hacer una plantación masiva recientemente.
Sin embargo, celebran que “los plantones han aguantado bien en su inmensa mayoría”. “Sólo morirán presumiblemente los que han quedado bajo el nivel del agua”, matizó Tapia. El ecologista también pone en valor que la laguna se ha llenado de galápagos, de la especie Maureys leprosa, una especie autóctona.
En otra de las imágenes compartidas se ve como los peines colocados en el cauce han retenido una parte importante de residuos. “Los peines para retener la basura también han demostrado que funcionan, pero se han quedado cortos para la cantidad de plásticos que ha traído la riada”, señaló Tapia. Es por ello que cree que habrá que perfeccionarlos y aumentar el número de estos peines.
Acerca del resto de plantaciones que se han llevado a cabo para la renaturalización del río de Oro, Tapia apuntó a que se han salvado también en su inmensa mayoría por ser especies de ribera. “Tanto tarays como adelfas, al ser flexibles, han aguantado la riada sin problemas. El carrizo también ha hecho su función y ha soportado la riada sin dificultad”, recalcó.
Basura en los cauces
El problema de la basura en los cauces “no se evidencia hasta que nos hay una riada”, subrayó Tapia. “Pero los puntos de vertido siguen existiendo, tanto en Melilla como en Marruecos”.
Erradicar la caña
En añadido, Tapia dijo que una de las medidas que se están tomando en el actual proceso de renaturalización es erradicar la caña (Arundo donax) y extender más el carrizo (Phragmites australis), tal como se está haciendo en los ríos de la zona meridional de España, apuntó. “La razón es que el carrizo, autóctono, por su flexibilidad, ayuda a regular la fuerza de las riadas”, explicó Tapia.
Por el contrario, señaló que la caña, que es invasora, aunque lleve mucho tiempo en Melilla y a pesar de su parecido con el carrizo que hace que todo el mundo los confunda, “se quiebra cuando hay riada, y forma peligrosos tapones que pueden provocar daños en las infraestructuras, y son las que se acumulan en la playa después de la riada”. Sobre todas las cañas que aparecieron en las playas de Melilla durante la borrasca de abril, Tapia dijo que procedían del lado marroquí.
Evaluación de daños
Tapia aseguró que la evaluación de daños que hacen después de la riada “es bastante positiva”. “Hay una riada, cada 10 12 años en Melilla pues la riada ha sido justo recién hecho el proceso de naturalización”, comentó al ser preguntado por los daños materiales que provocó la riada en áreas de renaturalización.
Tapia cree que se ha demostrado que la solución a este tipo de fenómenos naturales son las renaturalizaciones y no el asfaltado. “Lo resaltable, creemos nosotros, es que es que se demuestra que la red naturalizaciones son la solución para la riada”, apuntando a que con tan poco tiempo que tiene este proceso en Melilla “se ha demostrado efectivo en solo un año de renaturalización que lleva” y recalcando que “casi no le ha afectado”.
Por el contrario, señala que el cemento que se colocó en la desembocadura, que costó unos 800.000 euros, “ha durado justo hasta que ha habido una riada demostrando lo inútil del gasto en infraestructuras y en echar cemento a un río que quieren convertir a la fuerza en una canal”. “El cemento del río de la desembocadura ha estallado y eso 800.000 euros se han ido al garete, se lo ha llevado la riada”.
Lluvias
A principios del mes de abril pasó una borrasca por Melilla que, según la Agencia Estatal de Meteorología, en 60 minutos cayeron precipitaciones de 30mm. Calles del centro parecían canales de agua y el cauce del río iba a rebosar. Las playas se convirtieron en un depósito de residuos y basura cuyas trazas son todavía visibles.
En este momento, según pudo comprobar El Faro, quedan numerosos plásticos en el cauce fruto de dichas lluvias. Muchos están amontonados entre las plantas o incrustados en el mismo suelo del cauce. También hay desprendimientos.