Gregorio Escobar se despidió ayer como delegado del Gobierno mediante una carta a los melillenses que hoy aparece publicada en la presente edición de ‘El Faro’. Escobar deja el organismo gubernativo por una razón que nada tiene que ver con lo bien o mal que haya ejercido su cargo. Se va, sencillamente, para afanarse desde hoy mismo en la campaña electoral de las elecciones de mayo próximo, como número dos de la candidatura socialista.
Su paso por la Delegación ha sido gris en extremo. Falto de carácter y de impronta. Carente de decisiones de peso para Melilla. Guiado por una mano férrea, la de su secretario general en el PSOE melillense, Dionisio Muñoz, que lejos de servirle de apoyo y proyección públicas, lo que ha logrado ha sido opacarle hasta prácticamente anularlo.
Escobar, con su juventud y cara de buen chico, puede tener aún tirón electoral. Para quienes no le conozcan o apenas hayan seguido sus tres últimos años como delegado del Gobierno, puede resultar casi una cara nueva.
Para mí, no cabe duda que tiene más tirón que Muñoz, y también que el PSOE melillense hasta podría conseguir más votos si fuera Escobar quien encabezara la candidatura. Y todo, a pesar de la evidente falta de carácter, de personalidad e impronta propia con que ha dejado trascurrir este último trienio al frente del organismo gubernativo.
Ha sido tan ‘invisible’ que ni siquiera le han hecho mella las críticas de algunos sectores de su propio partido, nada contentos con su pasividad en asuntos tan conflictivos como la macroinvestigación por el presunto fraude electoral en las Generales de 2008 o las extradiciones de melillenses a Marruecos.
Su decisión más sonada no fue otra que la de cesar al secretario general de la Delegación del Gobierno durante las últimas cuatro décadas; a quien venía ejerciendo como tal desde los tiempos en que el delegado del Gobierno en esta ciudad era el comandante general de la plaza. Miren por donde Francisco Avanzini quedó relevado del puesto con este gobierno del “talante”, que en Melilla no es otro que el de Dionisio Muñoz.
Escobar se va con más pena que gloria del puesto que abandona, y con un sesgo de político sectario a juicio del Gobierno local, que en parte también es cierto, aunque justo es reconocer que desde la Ciudad Autónoma tampoco se encargaron de ponérselo fácil sino más bien lo contrario.
Aun así, como digo, puede tener cierto tirón en las urnas y de ahí que haya salido de la Delegación, por decisión única y personal de quien se encargó de ponerlo al frente de la misma.
Ahora, desde el PSME-PSOE se aclama por adelantado al nuevo delegado, aunque con poca elegancia por parte de su secretario general, quien ya se ha encargado de decir que “nunca será como Escobar”, que por su condición de melillense simbolizaba, según matizó, la idea de un partido que confía en sus afiliados para gestionar nuestros intereses.
Muñoz se explicó, pero su comentario no le resta un ápice de inapropiada a su valoración a priori respecto de la nueva autoridad gubernativa: un histórico del PSOE andaluz, del que me cuentan quienes lo conocen que nada sabe de Melilla ni de nuestras peculiaridades.
Antonio María Claret aterriza en un momento difícil, como todos los previos de unas elecciones locales o autonómicas, que en esta ciudad se viven siempre y por motivos archi conocidos con mayor virulencia y entrega que unos comicios generales.
De entrada, no sólo deberá sortear la necesidad de conocer nuestro particular intríngulis, sino de saber quién es quién en esta ciudad y en su propio partido.
Con Melilla, en política, pasa un poco como en el periodismo. Por muy experimentado y al día que se esté en las cuestiones del país, las peculiaridades melillenses son tantas que el rodaje aquí exige de una puesta a punto especial, de un tiempo extra al que añadir la particular comprensión de nuestra psicología, tan distinta como distante de los modos y formas que imperan en el resto del territorio nacional.
Recuerdo a un buen amigo socialista, andaluz y coetáneo de Claret, que bromeaba siempre en Melilla con otro socialista histórico sobre un ‘virus africano’ que acaba inoculando y maleando a nuestra clase política en particular, y a muchos otros devotos de la cosa pública, en general.
La broma no me dejó de parecer siempre eso, una simple y sencilla broma, que como todos los chistes necesitan de una base real para hacer gracia.
No voy a decir que aquí seamos extraterrestres, pero sí le deseare a Claret que sea lo más clarividente posible, para comprender esta ciudad mosaico de culturas aunque sobre todo nutrida por dos grandes comunidades, a las que el hecho fronterizo marca y determina, y a las que aún les queda mucho por avanzar y recorrer para salir adelante.
En suma, mi bienvenida al nuevo delegado, que espero sepa hacer de sus conocimientos y larga experiencia en política sus principales aliados.