‘La costa azul’ es un comercio que lleva abierto más de 100 años en Melilla. Un negocio familiar que con esfuerzo y tesón ha sabido mantenerse y adaptarse a los tiempos. Nuria Oña, diseñadora de moda, nieta del fundador, hija del heredero y; ahora, dueña del negocio nos cuenta cómo fueron los inicios de este histórico negocio melillense.
Este negocio familiar comenzó en el año 1921, en la calle General Chacel, con una mercería llamada ‘Mi tienda’, “que se cerró hace poco” explica Oña a El Faro. Sería el año 1950 cuando el abuelo de Nuria compró una “esquinita” en la calle General Prim y unos años más tarde, ampliaría hasta lo que, a día de hoy, conocemos como ‘La costa azul’.
“Somos de familia de empresarios desde mi abuelo. Después, pasó a mi padre, continué yo y aquí seguimos contra viento y marea”, cuenta Nuria Oña, que afirma además que ser empresaria es muy complicado. “Ya de por sí es complicado ser empresario, pero nos están poniendo las cosas… Yo sé que está todo mal en todos sitios, pero en Melilla…”.
Además, después de dos años de obras para hacer la calle peatonal considera que este cambio “ha sido completamente un desastre”. Se queja de que la calle ahora es peatonal, pero no tiene peatones. “Hay falta de público, no hay ambiente en las calles, se han hecho peatonales y ha dado todo un giro de 180 grados”.
No solo existe este problema, dice Nuria que “también es muy duro, porque luchamos contra franquicias”. Considera que el centro comercial está demasiado lejos y debería estar “todo más ‘agrupaíto’” y; por eso, cree que al centro le está costando mucho trabajo sobrevivir y; por lo tanto, esta empresa que está en el centro más aún, “una triste realidad”, expone.
El cierre de la frontera también se ha notado en el negocio. Sin embargo, no ha sido tan dramático como cuando hace un tiempo se produjo un incendio en Nador que provocó el cierre de varias empresas. En ese momento se notó un bajón. Ahora, aunque no es al por mayor, en rebajas venía la gente de Marruecos y “se gastaba pasta, estaba bien”, asegura.
Trato cercano
Sin embargo, lo negativo se olvida cuando hablamos de lo personal, el trato personal. La clientela de ‘La costa azul’ es fiel como ninguna. “Tengo clientas que sus madres empezaron a comprar en la mercería de la calle Chacel e incluso gente que yo no he conocido, pero siguen viniendo sus hijos y familiares de otras generaciones”.
Esto es debido a la calidad del producto que se ofrece, pero; sin duda, a la calidad del trato personal. Esta empresaria afirma que trabajar en ‘La costa azul’ tiene “mil cosas positivas”. Entre las cuales, “lo maravilloso que es” el trabajo, el trato con la gente. “Seguimos fiando, eso se ve en muy pocos sitios, las franquicias no utilizan esa técnica”, comenta Nuria. Esto crea una unión entre el cliente y el empresario o empleado que “no se consigue en otros sitios”, explica.
Fomentar este ambiente familiar, quizás es el secreto para llevar abiertos más de 100 años en la ciudad.
El trato cercano también trae consigo crear vínculos, hacer amistades. “Mi padre falleció hace tres años, pero aún sigue viniendo gente, que se ha marchado de Melilla, y vuelve preguntando por él”, asegura. Algunas de estas amistades, ya eran amigos de sus padres. Otras, se van formando porque “llevan viniendo toda la vida y siguen viniendo” explica.
Los clientes y clientas no solo van a comprar. Vienen “y ya preguntas qué tal están y te pones a hablar”, “con clientas fijas que vienen, charlamos, nos contamos cómo nos van nuestras cosas, hacen sus compras y se van”. “Se crea un vínculo que a mí me encanta, una unión muy potente”, afirma esta empresaria mientras un brillo especial se instala en su mirada.
El secreto también reside en el trabajo duro. Nuria Oña afirma emocionada que se siente orgullosa porque su padre “estará contento, donde esté de que aún estamos con las puertas abiertas”. “Nos está costando muchísimo”, reitera.
¿Qué va a pasar con ‘La costa azul’?
Tema peliagudo para Nuria. Se emociona. Asegura que le pidió a sus hijos que estudiaran. No quería que ellos se quedaran con el negocio familiar, sería la cuarta generación. “Esto es muy sufrido, ser autónomo es muy complicado. También el Gobierno central nos lo está poniendo difícil subiendo todo”, explica. “Les pedí por favor que estudiaran y lo han hecho”. Sobrevivir “nos está costando mucho y no se lo aconsejaría a mis hijos”.
Llegar a casa con los problemas del trabajo es muy duro. “Al final no terminas de desconectar nunca”, por eso, no quiere que sus hijos hereden el negocio, prefiere “que hagan sus vidas y se escapen”.
Eso es lo que desea para sus hijos. Pero lo dice con pena. Se le quiebra la voz. “Fíjate que me duele; porque esto, cuando yo ya sea mayor y termine, no va a haber alguien detrás mía para llevarlo, pero con toda la pena se cerrará”.
Y cerrará un negocio histórico melillense, que ha alimentado a cuatro generaciones de una familia. Cuando Nuria acabe su regencia, finalizará con ella, la historia de un establecimiento que lleva vivo durante más de un siglo de la vida de Melilla y de todos los melillenses.