La historia de la España del último siglo, y de Ceuta, no se puede entender sin ‘El novio de la muerte’ al igual que pasa con tantas otras canciones.
Habrá gente a la que el pecho se le encoja cuando escuche a los legionarios entonar aquello de “nadie en el tercio sabía quién era aquel legionario”, habrá quien advierta mucha poesía en este desgarrado cuplé amoroso-castrense y habrá quien no case con una letra que mezcla romanticismo y fatalismo a partes iguales.
Pero es imposible que a alguien de Ceuta le pase inadvertido este himno legionario que resuena cada 20 septiembre y en tantas otras ocasiones por las calles de la ciudad. Una marcha que la Banda de Guerra del Tercio Duque de Alba 2º de La Legión procura repetir con sentimiento una y otra vez.
La historia dicen que está basada en la carta que encontraron al legionario Baltasar Queija de la Vega tras fallecer en 1921 en la Guerra del Rif. Una leyenda que sirvió al escritor Fidel Prado para componer un cuplé que treinta años más tarde, en 1952, se convertiría en una marcha militar de la mano el director músico de la banda del Tercio, Emilio Ángel García Ruiz. Fue en Ceuta, cuna legionaria, donde realzó el vuelo esta composición que no falta en cualquier desfile contemporáneo y cuya melodía parte de la Banda de Guerra.
‘El novio de la muerte’ fue transformado en Ceuta en 1952 como marcha militar
El empeño de Millán Astray fue tener una unidad de música al igual que otros cuerpos militares y al poco de fundar el Tercio de Extranjeros en 1920 nacía la Banda de Guerra, que se diferencia de las unidades musicales del Ejército en que recupera los antiguos instrumentos de los Tercios de Flandes que estaban cerca de los soldados durante los combates. Sones marciales a ritmo de cornetas y tambores, ritmo legionario. La actual Banda de Guerra del Tercio Duque de Alba 2º de La Legión se compone de entre unos 35 y 40 integrantes que tocan al ritmo que marca un cabo primero.
Otra de las características de las Bandas de Guerra es que en la Legión se inició la tradición de utilizar la música para hacer actos a caídos. Un ritual que empezaron a imitar el resto de unidades de las Fuerzas Armadas, pero que de manera primigenia fue una forma de llevar el credo legionario hasta la última consecuencia para dar los honores con sones castrenses a los fallecidos por España en combate o en acto de servicio.
Las Bandas de Guerra fueron innovadoras a la hora de poner música en actos a caídos
Tampoco se puede entender la Banda de Guerra sin los tradicionales desfiles en los que el Cristo de la Buena Muerte es portado por legionarios descubiertos. Un acto en el que no faltan los guiones y banderines ni la Escuadra de Gastadores abriendo camino con una reminiscencia a un mundo castrense pretérito en la que se tenía que ir despejando el sendero entre hachas y sierras.
En definitiva, un mundo legionario que como cuerpo centenario que es parte indispensable del Ejército español se compone de una serie de símbolos esenciales para transmitir la tradición y la moral que requieren unas Fuerzas Armadas. Un mundo antiguo pero nuevo conformado por chapiris, uniformes de color verde sarga, saludos marciales airosos, cornetas, tambores y ‘El novio de la muerte’ cantado al unísono y sin miramientos mientras se porta al Cristo de la Buena Muerte.