Siempre se ha representado a la Justicia como una dama con los ojos vendados y que sostiene una balanza. La venda representa la objetividad que debe guiar la acción de los jueces.
También sujeta en su mano izquierda una espada de doble filo, para impartir sentido en uno u otro sentido. Con la mano derecha levanta la balanza, imprescindible para conocer el peso de los argumentos a favor y en contra del acusado. Ahora ese instrumento típico de comerciantes también podría ser usado para pesar las monedas con las que hacer frente a las tasas judiciales que debe abonar casi todos los ciudadanos que acudan al juzgado en busca de una sentencia de la diosa Iustitia. En nuestra ciudad, desde la entrada en vigor de este impuesto se han recaudado 290.000 euros, una cantidad “desproporcionada”, en opinión de Emilio Lamo de Espinosa, juez decano de Melilla, que también la califica esa cantidad de “barbaridad”. Afirma que las tasas está impidiendo el acceso a la Justicia a las clases medias. Tal vez tenga razón y el Tribunal Constitucional se la dé cuando se pronuncie sobre la medida del ex ministro Alberto Ruiz-Gallardón. Sin embargo, lo que realmente es una “barbaridad”, es que, a diferencia de la diosa romana, la figura que representa hoy a la Justicia también sea coja, sorda, tuerta y además cara. Antes los ciudadanos podíamos conformarnos pensando que, al menos, era gratis. Ya nos habíamos resignado a verla caminar renqueante y pausadamente, haciendo que los asuntos se eternizaran. También se le echaba en cara su falta de agudeza auditiva para escuchar el enfado de la ciudadanía ante algunas sentencias clamorosamente injustas. Así mismo sabíamos que ni la venda le impedía ver ni era totalmente ciega. Pero ahora, además de todo eso, desde hace unos años también es cara hasta el punto de que el juez Lamo de Espinosa considere que es una “barbaridad” lo que cuesta. En realidad, si hay que llevarse las manos a la cabeza no es porque los ciudadanos tenemos que pagar, sino porque deberíamos hacerlo por algo que lo valga. Y hoy nuestra Justicia tiene un valor muy cercano a lo que pagábamos en forma de tasas antes de la llegada de Gallardón al Ministerio de Justicia. ¿Cómo si no se explica el juez Lamo de Espinosa que, por ejemplo, unos presuntos narcotraficantes queden en libertad por el misterioso extravío de unos CDs? O ir en busca de un juez de guardia y no encontrarlo en su despacho ni conseguir localizarlo porque está ‘patrullando’ la ciudad. Eso sí que es una “barbaridad”.
290.000 euros es una cantidad ‘irrisoria’ si sirviera para acelerar los procesos judiciales en Melilla, si las sentencias dictadas en primera instancia no necesitaran ser ‘corregidas’ en un órgano superior, si los recursos de jueces y fiscales fueran suficientes para liberarse de la atadura de un volumen de trabajo que casi siempre les sobrepasa... En definitiva, 290.000 euros es un precio barato si vale para colocar en la entrada de los juzgados de Melilla una estatua de la diosa Iustitia con los ojos perfectamente tapados y una espada bien afilada, aunque también utilizara la balanza para pesar el dinero recaudado con las tasas.