Todos, quien más, quien menos, tenemos en nuestro ideario a esa persona a la que tomamos como referencia e intentamos seguir sus pasos o imitarla. Yo tengo claro a quién me quiero parecer, pero no he venido a contarles mi vida.
Comparezco para decirles que he identificado quién es el ídolo de los dirigentes de INGESA, tanto en Madrid como aquí en Melilla. Siguen a pies juntillas los pasos del gran Harry Houdini.
He leído un poco y he descubierto que Houdini, antes de ser un mago de prestigio, hizo sus pinitos como trapecista. Aquí el paralelismo es evidente. A INGESA le encanta que sus médicos vivan en el alambre, con turnos de guardia que exceden lo normal, sin personal suficiente para cubrir un servicio de calidad y sin saber cuándo el sistema se va a precipitar al abismo.
Houdini también se desenvolvió en sus inicios como mago chistoso haciendo juegos de cartas y otros efectos, así lo he leído en la Wikipedia. Y así se le podría aplicar a los que mandan en INGESA, porque se están tomando a chiste la dramática situación que vive nuestra sanidad. También hacen efectismo, aquí están distrayendo al personal con el nuevo hospital, porque otra cosa es explicar quién va a trabajar en él.
Pero está claro que si por algo es conocido el gran Houdini es por sus trucos de escapismo. Es para muchos el mejor ilusionista de todos los tiempos y, por lo tanto, es normal que lo admiren en INGESA y que sus directores lo quieran imitar. Se les da bien escapar. ¿Alguien ha visto últimamente, o en los dos últimos años, a un responsable de INGESA dando una rueda de prensa? ¿Han salido últimamente a dar respuesta a la huelga de los médicos? Nada de nada. Siguen escondidos tras su cortina y muy de vez en cuando sueltan alguna nota de prensa con truco. Lo dicho, lo suyo es la magia. Pero ya les aviso que el público no está contento con sus actuaciones. Y el enfado va a más.
Por eso agradezco desde aquí a la delegada del Gobierno que se haya ofrecido a mediar en el conflicto. Le honra. Pero le pido que sea rápida, que afronte el problema sin atajos y, sobre todo, sin trucos. Melilla, su sanidad y su gente, ya no está para espectáculos.