EL ex presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda, retiró ayer la mano tendida a la vicepresidenta del tripartito Gloria Rojas. Él era partidario de buscar un acuerdo entre los dos partidos nacionales (PP-PSOE) para sacar a Melilla del terrible bache en que se encuentra, pero en las filas socialistas su propuesta cayó en saco roto pese a que todo el mundo sabe que a la líder del PSOE le hace ilusión la idea de ser la primera mujer en presidir esta autonomía. El PP prometía ser generoso, pero las conversaciones, si las hubo, no han llegado a ninguna parte. Nadie apostaba un duro por una coalición a la alemana en nuestra ciudad, pero no hay peor gestión que la que no se hace. Imbroda lo ha intentado. No ha podido ser y justo cuando el PSOE chupa un candado de grandes dimensiones debido al descontrol de los contagios del coronavirus en Melilla, el hombre que controla el PP en esta ciudad ha avisado a navegantes que su propuesta ya no está en pie. Según dijo, el PP se dedicará al 100% a hacer oposición durante los dos años y medio que tiene por delante y de los socialistas ya no quiere saber nada. El socio natural del PP, en casi toda España, es Ciudadanos, aunque por ahí se han visto alianzas de agáchate y no te muevas. En el año 2011 había pactos de PP e IU en 60 ayuntamientos de nuestro país pese a que en ese momento el coordinador nacional de Izquierda Unida, Cayo Lara, se había comprometido públicamente a evitar que el Partido Popular gobernara en los consistorios donde ellos pudieran evitarlo. Una alianza PP y PSOE no es una locura aunque aquí no haya cuajado. Existe una tradición importante en materia de pactos de Estado entre las dos formaciones políticas. Desde el pacto por las Libertades y contra el Terrorismo de Aznar y Zapatero, al de política europea de Rajoy y Rubalcaba. PP y PSOE también se han puesto de acuerdo en materia de violencia de género, con el Pacto de Toledo o en la reforma del artículo 135 de la Constitución para introducir la estabilidad presupuestaria. El pacto más relevante de ambos partidos es quizás el del País Vasco en 2009, que dio la presidencia a Patxi López y descabalgó del poder al lehendakari Juan José Ibarretxe. En fin, que Imbroda no propuso al PSOE nada nuevo bajo el sol. La gran coalición no es nueva, pero evidentemente tendría para los socialistas de Melilla un coste político irreparable. El lobby del profesorado sabe que de haber dado el sí quiero a Imbroda, el jefe los habría enterrado. Y si no, que se lo pregunten a PPL, que después de hacerle una oposición fiera a Imbroda, terminó diluido en sus siglas y comiendo de su mano. Pero eso, lejos de ser un problema, es quizás ahora una ventaja. Los que quedan de Populares en Libertad dentro del PP saben lo que es batirse el cobre en las redes sociales y en la calle. Paz Velázquez podría darle un cursillo avanzado a cualquiera. Ella tiene un máster en hacer oposición al 100%, aunque ahora la veamos con un perfil bajo, que entiendo que responde, probablemente, a la disciplina de partido. En esta misma Jabalina criticábamos ayer la oposición blanduzca que está haciendo el PP al tripartito en un momento delicadísimo para la ciudad donde hay que hacer equilibrios difíciles entre los intereses de partido y los intereses de todos. Hay que reconocer que no es fácil. Pero el PP necesita movilizar a su electorado porque en sus filas cunde el desánimo y confiarlo todo a la próxima campaña electoral es temerario. Sería allanarle el camino a Vox e incluso a Cs, teniendo en cuenta que el presidente Eduardo de Castro ha reculado y no descarta volver a presentarse a las elecciones. Los tres partidos compiten más o menos por el mismo electorado. Ciudadanos puede, incluso, pescar en las aguas revueltas del PSOE y quedarse con el voto veleta que no aprueba la gestión que están haciendo los socialistas de la pandemia, la seguridad ciudadana y la televisión pública aunque no se puede ignorar que el partido de Inés Arrimadas tiene muchas papeletas para perder su representación en Melilla a tenor de los últimos resultados electorales y teniendo en cuenta que el poder en coalición hace mella. De Castro ha encomendado su paso por la política a defenestrar a Imbroda. De más está decir que Imbroda no lo puede ni ver. El uno busca trapos sucios y el otro quiere quitarle el sueldazo de presidente que considera inmerecido. Imbroda dice que harán oposición al 100% y eso es ya un reconocimiento de que a día de hoy no están a tope. Creo, sinceramente que, salvo honrosas excepciones, los exconsejeros de su Gobierno no están dando el callo en la oposición. La mayoría no vale para esto y están ahí por pedigrí, pero el carro no arranca con ellos. No se les puede echar porque imaginaos si al jefe le da ahora por hacer una escabechina, la que se arma. En estos momentos no se trata de dar una rueda de prensa y de soltar algún chascarrillo. Se trata de ponerse el uniforme de campaña y de darlo todo. De hacer una oposición creíble. Que se les note que sienten lo que está pasando en Melilla, que les duele como nos duele a todos. La postura del maniquí, el cuello estirado, la ropa perfecta no encaja en esta situación. No digo que se disfracen de perroflautas, digo que se pongan las zapatillas y se vayan a patear la ciudad. En cuanto les roben el bolso o la cartera o los atropellen en un paso de peatones, veréis como se les endurece el tono. Pero para eso hay que pisar la calle. Y mucho me temo que, si lo hacen, no se les nota. Hay que bajarse del todoterreno.