MELILLA cerró el año pasado con una renta per cápita (indicador que mide la riqueza de los ciudadanos) de 18.007 euros, la segunda más baja de toda España, sólo por detrás de Extremadura (17.554 €), según la serie histórica publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Estamos muy lejos no sólo de la media nacional, que en 2017 registró 25.064 euros por habitante sino también de los 19.546 € que teníamos al cierre de 2008, cuando empezó la peor crisis económica que ha sufrido nuestro país.
No podemos decir ni siquiera que hoy somos más pobres que antes de la crisis. Estamos peor aún. Tenemos una renta per cápita por debajo de lo alcanzado en 2005, cuando la ciudad cerró el año con 18.223 euros por habitante.
No es que hayamos retrocedido; es que hemos bajado tanto que lo preocupante es saber si a estas alturas hemos tocado fondo.
Los municipios con las rentas per cápita más altas tienen menos paro y más esperanza de vida, según los datos aportados por el INE al proyecto europeo Urban Audit.
Ese estudio, publicado en junio pasado por El País, reveló que los melillenses somos los segundos con menos esperanza de vida de toda España (80,03 años). Sólo se mueren antes que nosotros en La Línea de la Concepción, en Cádiz, con 79,74 años.
Estamos lejos, muy lejos de Rivas-Vaciamadrid, que no es precisamente de los municipios más ricos de España, pero sí está muy por delante de Melilla en la tabla, con una esperanza de vida que sobrepasa los 85 años. Ellos viven de media 5 años más que nosotros.
Para que se entienda: con menos dinero no sólo se vive peor sino que además se muere antes.
Estos números sólo vienen a confirmar algo que ya sabíamos: estamos mal y no de ahora. Llevamos una década muy jodida. Es cierto que nos vamos recuperando, pero no al ritmo que necesitan las familias de esta ciudad.
No puede ser que el deseo de un melillense de clase media sea vender su casa en 2019 para mudarse a una más pequeña y tener algo de cash para tapar agujeros y poder ir de vacaciones a otro sitio que no sea Marruecos. Esa no puede ser la aspiración de la clase social que sostiene esta ciudad.
Tampoco es normal que quienes menos tienen estén pendientes de los Planes de Empleo porque es la única oportunidad posible de ingresar algo de dinero y de cobrar luego el paro. La gente no quiere ser cliente de la beneficiencia: quiere trabajo. Y aquí no lo hay.
Somos espectadores privilegiados de la decadencia de Melilla. Estamos viendo cómo esta ciudad, que un día fue próspera, se hunde.
Mirad a vuestro alrededor: ¿cuántos comercios han cerrado en el último año? ¿cuántos están a punto de echar el cierre? ¿De verdad es una condena divina?
No puede ser que nuestro consuelo sea que en todas partes va mal. Es cierto. El problema es que todos están creciendo a un ritmo más acelerado que nosotros; incluso Ceuta se nos ha escapado y será difícil alcanzarla.
En el año 2000, Ceuta tenía una renta per cápita muy similar a la nuestra, de 14.350 euros, sólo 218 euros más que Melilla.
El año pasado la ciudad caballa cerró con una renta por habitante de 19.561 euros. Son 1.554 euros por persona más que nosotros.
¿Qué pasó en Ceuta y qué ha pasado en Melilla? Ya que nos reunimos tanto para hablar de menas y de apuesta en común, deberíamos tener la humildad de pedirles que nos expliquen cómo han conseguido crecer y dejarnos tirados en la cuneta. Pocas excusas quedan ya a mano para justificar los injustificable: hoy somos más pobres. Es una realidad.
Buen artículo.