El pasado mes de noviembre tuvo lugar en Madrid el Hackathon de Salud Junior, primer maratón de programación de videojuegos educativos en salud mental organizado por adolescentes.
Esta iniciativa contó con la participación de alumnos de ESO, Bachillerato y ciclos formativos. Un evento que busca concienciar sobre salud mental, combatir la desinformación y promover el uso de fuentes fiables. Esta actividad fue organizada por el Instituto #SaludsinBulos, la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) y el Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Universitario de La Princesa, dentro del marco de la Semana de la Ciencia y la Innovación de Madrid.
El Hackathon destacó la importancia de la educación digital para evitar la propagación de bulos, especialmente en redes sociales. Según manifestaron desde el Instituto #SaludsinBulos, es esencial educar en el uso responsable de estas plataformas, ya que la desinformación afecta directamente la salud mental. Plataformas como Instagram, TikTok y Twitter son percibidas como las más peligrosas para la salud mental, especialmente por adolescentes mayores.
El evento incluyó retos prácticos y teóricos sobre salud mental y desinformación. Los estudiantes de los colegios Brains y Ciudad de los Muchachos participaron activamente, y el equipo ganador recibirá un taller de formación en videojuegos impartido por Algorithmics, fomentando su desarrollo educativo y tecnológico.
Un hackathon es un evento donde programadores, diseñadores, emprendedores y entusiastas de la tecnología se reúnen para colaborar en la creación de soluciones a problemas específicos, generalmente en un tiempo limitado.
Los adolescentes enfrentan crecientes problemas de salud mental: El 41 % afirma haber tenido algún problema en el último año, según UNICEF, pero muchos no buscan ayuda debido al estigma social. Además, las redes sociales influyen negativamente, aumentando trastornos como ansiedad, depresión y problemas de autoestima. El uso excesivo de dispositivos digitales está vinculado a trastornos alimentarios, del sueño y dificultades en las relaciones interpersonales. A pesar de ello, solo el 32,3 % de los adolescentes perciben su impacto negativo.