Editorial

Hablemos de suicidio

El próximo 10 de marzo, el Grupo de Intervención en Emergencias y Catástrofes (GIPEC) de Melilla impartirá unas jornadas dedicadas a la prevención del suicidio entre los profesionales de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, sanitarios, Bomberos... que están al pie de cañón siempre que ocurre una desgracia, como es el caso, en estos momentos, de los terremotos de Siria y Turquía que han dejado, a día de hoy cerca de 5.000 muertos.

A veces se nos olvida que quienes nos protegen son también humanos y sienten y padecen como todos nosotros y de ahí, la importancia de poner el foco en ellos en estas jornadas de marzo próximo.

El objetivo de la actividad formativa, según ha explicado Juan Manuel Fernández Millán, uno de los profesionales del Colegio de Psicólogos de Melilla que impartirá el curso, es ayudar a detectar las señales que apuntan hacia la existencia de ideas suicidas.

Jornadas como ésta deberían hacerse todos los años en Melilla, habida cuenta de que somos la ciudad española con mayor incremento del número de suicidios durante la pandemia.

Los datos son escalofriantes y es importante que desde los medios de comunicación y desde las instituciones públicas abordemos está situación y hablemos de ello. El silencio no soluciona el problema. Y es evidente que tenemos un problema.

Estas jornadas del Colegio de Psicólogos son, sin dudas, una iniciativa interesante y necesaria porque aborda la problemática desde un ángulo y con un prisma novedoso.

Los sindicatos policiales y, sobre todo, las asociaciones de guardias civiles llevan años denunciado y pidiendo actuaciones concretas para reducir el número de suicidios que se producen entre agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.

Los números son elocuentes: la mayoría de los suicidios en Melilla se consuman por precipitación, disparos o ahorcamiento.

Por eso es importante realizar cursos como este que impartirá el Colegio de Psicólogos y que debería llevarse también a los institutos de la Región porque mientras más formados estén nuestros adolescentes y jóvenes, más alerta estarán ante cualquier indicio que apunte a un suicidio.

Hace unos años era impensable hablar de esto. Hoy es un tema menos tabú, pero sigue siendo un terreno pantanoso que impone respeto. Y hay que acabar con eso. Hay que hablar con naturalidad de los problemas que tenemos para poder solucionarlos. Para conseguir resultados diferentes, hay que hacer cosas diferentes.

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