El nuevo veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, evidencia que las palabras de la Administración de Joe Biden (1942-81 años) se encaminan por una dirección y sus acciones van por otra. Y es que Washington no da su brazo a torcer en lo que atañe a respaldar la fórmula de los dos Estados, porque obstruye nuevamente el reconocimiento del Estado Palestino en el seno de la ONU.
Sin lugar a dudas, iba a convertirse el único voto en contra, porque de los quince miembros del Consejo de Seguridad, doce efectuaron su voto a favor y dos se abstuvieron, como fueron Reino Unido y Suiza. Y sin la aspereza norteamericana, la proposición habría saltado a la Asamblea General, donde la mayoría de los países estaban por la labor de apuntalar la Resolución.
Dicho esto, con su negativa la gestión de Biden ayuda una vez más a robustecer la arbitrariedad del Estado de Israel, problematiza otra senda diplomática y gana tiempo para que Tel Avic desarrolle como pez en el agua su política de hechos confirmados. El reconocimiento del Estado Palestino fue planteado por la República Argelina Democrática y Popular y asistido por el Grupo Árabe de la ONU.
En las horas y jornadas precedentes, Estados Unidos había trabajado a fondo en su carrera particular para sortear la votación y no tener que exponer sus contradicciones. Incluso llegó a apremiar a algunos componentes del Consejo de Seguridad, en concreto a Corea del Sur, Japón y la República del Ecuador, pero a diferencia de ocasiones pasadas, esta vez no se salió con la suya para lograr impedirla.
A decir verdad, un reconocimiento del estado palestino en la ONU no habría aclarado la puesta en escena del mismo. El asedio israelí que en nuestros días se lleva a cabo con un sinfín de barreras, inspecciones militares, asentamientos, carreteras de manejo privilegiado y exclusivo y régimen de impuestos, hoy por hoy, lo hace insostenible. Pero la impugnación a este reconocimiento en Naciones Unidas revela a todas luces cuáles son los efectos arrojadizos de Estados Unidos, en su ahínco de prolongar el statu quo y allanar el paso a Israel.
Con estos mimbres, Washington afirma que preconiza la paz en Palestina, pero lleva años consintiendo el desenvolvimiento de la ocupación indebida israelí y el afianzamiento del apartheid. Como del mismo modo, observa que Israel lanza bombardeos indiscriminados contra la urbe palestina, pero consigna importantes partidas de armas a Tel Avic y le brinda protección política y diplomática. Además, parece lamentar el fallecimiento de niños palestinos, pero acorrala las tentativas de presión contra el Gobierno israelí para atajar la destrucción de la Franja de Gaza, la primera que el mundo contempla atónita en tiempo real y con imágenes inenarrables.
Para ser más preciso en lo fundamentado, Estados Unidos solicitó en la ONU una condena al ataque iraní contra Israel, en el que como es sabido no hubo víctimas, lanzado como réplica al bombardeo israelí contra la Embajada de Irán en Damasco, donde perecieron varios individuos y anunció más sanciones contra el régimen de Teherán. Sin embargo, ni tacha a Israel en Naciones Unidas, ni lo corrige. O lo que es igual: lo salvaguarda en la complicidad, a pesar de los quebrantamientos del derecho internacional con los más de 34.000 palestinos muertos, como de los 75.000 heridos y del cataclismo masivo de la Franja de Gaza. Lo cierto es, que mientras la mirada se acomodaba sobre la República Islámica de Irán, se ocasionaron más matanzas en la Franja de Gaza, con una elevada cantidad de niños palestinos muertos. Las estampas de sus cuerpos sin vida bullen en las páginas web de las agencias de noticias, pero no han producido inquietud, malestar o aflicción en la Administración de Washington.
Ni que decir tiene, que el ataque de Israel a Irán fue una agresión perfectamente definida, tanto por la voluntad del mismo, como por la respuesta del régimen de Teherán, que sorprendentemente reaccionó rebajando importancia al lanzamiento de misiles contra sus infraestructuras en Isfahán, en el centro de Irán. Aun así, el relato de una posible regionalización del conflicto abierto en Oriente Medio se enquista.
Con su acometida a la Embajada de Irán en Damasco el pasado 1/IV/2024, el Gobierno de Benjamín Netanyahu (1949-74 años) consiguió un resoplido militar iraní sin víctimas mortales, lo que avaló el refuerzo de sus aliados con Estados Unidos en la delantera. El señuelo de la escalada se monopoliza como evasiva para escudar la remesa de otros paquetes armamentísticos a Israel desde Washington.
No de manera infructuosa, tras varios meses de demoras y fuertes bloqueos, el Congreso dispuso una fecha en el calendario para presentar ayuda militar, por medio de una alianza excepcional entre algunos republicanos y la amplia mayoría de los demócratas. La hoja de ruta para la que el presidente estadounidense reclamó apoyo incondicional, considera el envío de 26.000 millones de dólares en inversión militar para Israel, aparte de 61.000 millones para Ucrania y 8.000 para Taiwán y aliados asiáticos.
Al margen del alcance de esa votación, Washington valora la coyuntura de autorizar más de 1.000 millones de dólares en otros pactos de armas con Tel Avic, abarcando vehículos militares o municiones para tanques. Estos movimientos de ficha desde la Casa Blanca no ayudan a una desescalada bélica, porque desencajan del álgebra a la población palestina y encarnan nuevos indicios de amparo al abuso israelí, en un intervalo en el que el Gobierno de Netanyahu prosigue obstinado en lanzar esa gran ofensiva contra Rafah. Recuérdese al respecto, que la dirección de Donald Trump (1946-77 años) promovió los Acuerdos de Abraham (15/IX/2020), al objeto de regularizar las relaciones entre varios Estados árabes e Israel y logró que Marruecos, Bahréin y Emiratos Árabes rubricaran convenios con Tel Avic.
Cuando Biden recaló en la Casa Blanca, optó por alargar ese camino que rechazaba y omitía los derechos del pueblo palestino y, a su vez, justificaba la ocupación israelí. De hecho, avivó las negociaciones entre Israel y el Reino de Arabia Saudita.
Meses más tarde, numerosos investigadores reseñaron que los ataques perpetrados por Hamás el 7/X/2023, quizás podían descifrarse como una respuesta a aquellos conatos de rematar los Acuerdos de Abraham entre Tel Avic y Riad. En base a lo anterior, escribe de puño y letra el profesor y analista norteamericano, Trita Parsi (1974-49 años): “El impulso de Trump y de Biden a los Acuerdos de Abraham, en los que Israel normalizó las relaciones con los Estados árabes al tiempo que consolidaba la ocupación israelí de Palestina y traicionaba a los palestinos, hizo que los ataques de Hamás fueran más probables”.
Tal vez, el curso de violencia podría haberse impedido hace bastante tiempo. Allende de ahondar en este entresijo, las dinámicas se suceden con más intensidad. El avance irresoluto posee su naturaleza en el avasallamiento extendido contra la urbe palestina y en la masacre en la Franja de Gaza. La salida para disminuir la incertidumbre es un alto el fuego inmediato y permanente, lo que demanda el intercambio de rehenes, el punto y final a la ocupación israelí y una negociación para una paz justa.
“Con la ofensiva israelí en la Franja de Gaza de fondo, una vez más y con esta ya van cuatro, Estados Unidos encadena y amarra el no reconocimiento del Estado palestino en su estatus como miembro de pleno derecho de la ONU”
Pero en vez de admitir el escenario que subyace en este tablero, es decir, la existencia de la población palestina, Israel no cede en su empeño con su volver las espaldas al sentir generalizado y con el respaldo inmaculado de Estados Unidos y otros aliados occidentales. Y lo ejecuta con la voluntad expresa de no conferir ni un ápice de territorio ocupado, con la finalidad de avanzar en su modus operandi de apropiación y desposesión, aunque ello le exija un marco de guerra constante.
Con lo cual, el veto que Estados Unidos ha incrustado a la Resolución del Consejo de Seguridad para reconocer a Palestina como estado de pleno derecho de la ONU y no como mero observador, ahora habrá de peregrinar por la Asamblea General.
Desde abril de 2022 y tras una modificación en el articulado de la ONU, los argumentos en los que un Estado miembro permanente utiliza su capacidad de veto deben de marchar inexcusablemente a debate a la Asamblea General, donde las resoluciones no son vinculantes, pero adquieren un elevado valor alegórico.
El reglamento indica que cada Resolución vetada ha de comparecer en la Asamblea “dentro de los diez días laborales siguientes”. En este caso, hacia el 7/V/2024. Con este giro se intenta circunscribir la inercia que toma el veto, porque de este modo se impone a uno de los cinco miembros permanentes que así lo maneje. O séase, a Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido, a dar las aclaraciones pertinentes en la Asamblea, donde se congregan el conjunto de países en igualdad de oportunidades.
Si en estos momentos da la sensación de que Estados Unidos se ha quedado sólo en el Consejo de Seguridad en su antítesis al Estado palestino, doce estados emitieron su voto a favor y dos se abstuvieron. Su aislamiento queda manifiesto, ya que ahora son 139 los países que reconocen a Palestina, de los 193 que acomodan la ONU.
En el año 2012, cuando el acceso de Palestina como “estado observador” en la ONU arribó en la Asamblea General, una posición que únicamente poseía el Estado de la Ciudad del Vaticano, 138 países expresaron su ‘sí’, 41 de abstuvieron y únicamente 9 mostraron su desaprobación, entre ellos, Estados Unidos, Israel, Panamá, República Checa y Canadá. Los otros cuatro eran microestados del Pacífico. Y por si fuese poco, un año antes, Palestina solicitó su entrada como estado de pleno derecho, pero por aquel entonces el asunto quedó en agua de borrajas en el Comité de Admisiones y no se votó en el Consejo de Seguridad.
Actualmente la Resolución ofrecida por Argelia en nombre del Grupo Árabe de Naciones Unidas, obtuvo 12 votos favorables, de cara a las dos abstenciones anteriormente aludidas y el voto en contra de Estados Unidos. Lo que resalta el retraimiento americano frente a la suma de la Comunidad Internacional.
Llama poderosamente la atención que incluso los estados caracterizados por su ambigüedad durante las alocuciones previas, llámense Francia, Japón, Corea y Ecuador, acabaron definitivamente incorporándose a la pretensión palestina.
Al sobrepasar los nueve votos inapelables para su aprobación, sólo faltaba el veto para entorpecer la Resolución, con el antecedente de que Estados Unidos ya había avisado que ejecutaría esa concesión en favor de su aliado que se resiste radicalmente a un Estado palestino.
Por ende, en una rueda de prensa en Washington con anterioridad a la votación, ya lo avanzaba con pelos y señales el portavoz del Departamento de Estado, Vedant Padel. Decía literalmente: “Hemos sido muy claros al expresar que acciones prematuras en Nueva York, aunque tengan la mejor intención, no conseguirían que Palestina sea reconocida como un Estado”.
A criterio de Estados Unidos, continuó insistiendo su representante, “Palestina no cumple con las condiciones para ser considerado un Estado miembro de la ONU. Hamás, una organización terrorista, es la que está ejerciendo el poder y la influencia en la Franja de Gaza”. A la par, no titubeó en especificar que de tolerar la admisión de Palestina en la ONU, Estados Unidos “retirará” su financiamiento, al ser el país que más coopera con más de 18.000 millones de dólares.
Era la cuarta vez desde el pasado 7/X/2023 que Estados Unidos aplica el veto en favor de Israel. Y con posterioridad a esta última votación, ha obstruido tres resoluciones que reclamaban un alto el fuego inmediato en la Franja de Gaza con objeciones como que no reconocía el derecho de Israel a defenderse, o que una tregua únicamente valdría para el rearme de Hamás. Esta Resolución había causado una enorme expectación, hasta el punto de trasladarse a Nueva York los jefes de la diplomacia de Irán, Argelia, España, Malta, Jordania, Bolivia, Colombia o Brasil, además de delegados de sesenta estados más, la totalidad a favor del requerimiento palestino.
El ministro de Asuntos Exteriores de España, José Manuel Albares Bueno (1972-52 años), sustentó en Nueva York la inclusión de Palestina como miembro de pleno derecho. “No podemos esperar más”, matizó al pie de la letra sobre esta iniciativa, aparte de hacer hincapié en el menester de la solución de los dos Estados. El réspice no se hizo esperar: como Israel, Estados Unidos generalizó que la proclamación del Estado palestino debe plasmarse como fruto de una negociación bilateral con Israel, y no asignarse de manera unilateral. Ante ello, el enviado de la presidencia palestina, Ziad Abu Amr (1950-74 años), puso en el tintero ante el Consejo de Seguridad, que fue precisamente así como Israel accedió a la ONU, producto de la Resolución 181 votada en 1948 y desde entonces es Estado miembro de pleno derecho.
Dicho lo cual, el Comité de Admisiones es un órgano prácticamente ignorado del Consejo de Seguridad conformado por personal de los quince estados miembros en ese momento, con el matiz que pueden transcurrir diversos años sin reunirse, dado que los ingresos de nuevos miembros acontecen de vez en cuando. Fijémonos en la última vez que se produjo: ocurrió en 2011 con Sudán del Sur.
En este momento, el Comité se ha reunido en dos fechas cercanas, el 8 y 11 de abril, respectivamente y no se ha alcanzado ningún consenso. No obstante, el Informe final reflejado que se filtró a la prensa, quedó palpable por qué eso no ocurrió. Algunos miembros, según constata el Informe sin enumerarlos, analizaron que la instancia de Palestina “es prematura” y que “la única opción viable para una paz sostenible y duradera era una solución negociada con Israel”, una terminología que palabra por palabra reporta el porte de Washington. Y ante este énfasis, el Comité de Admisiones “fue incapaz de hacer una recomendación unánime”, pero la cantinela de Argelia que cuenta con el soporte del Grupo Árabe, más el sostén de la presidencia del Consejo que en esta ocasión está a merced de Malta, un país que junto con España preside la reivindicación palestina en la ONU, hicieron que a última hora la materia se convirtiese en una resolución de signo histórico.
A resultas de todo ello, si Estados Unidos se quedó apartado en el Consejo de Seguridad por su impedimento al Estado palestino, su ostracismo va a quedar todavía más en una certeza clara en la Asamblea, ya que como he señalado son 139 los países de la ONU que sin complejos reconocen a Palestina.
La República Árabe de Egipto y el Reino Hachemita de Jordania, signatarios de la paz con Israel y en el caso de Egipto, mediador crucial entre los palestinos e Israel, declararon su “profundo pesar” por la “incapacidad” del Consejo de Seguridad de suscribir la acogida de Palestina como miembro de pleno derecho en las Naciones Unidas, de la que como he recordado es meramente estado observador.
En la primera de las reacciones del universo árabe, el Ministerio de Exteriores egipcio reprochó tácitamente el veto de Estados Unidos a una Resolución del Consejo que abría la puerta a Palestina en la ONU, ya que se desencadenaba “en un momento crítico”, y urgió a los “países que buscan la paz a actuar con responsabilidad para reavivar el proceso de paz” en Oriente Medio. El veto, deploró, se originó “en un momento crítico (…) que requiere que los países asuman su responsabilidad histórica y adopten una posición de apoyo a los derechos de los palestinos para crear un horizonte político real para alcanzar el proceso y lograr una solución definitiva a la cuestión palestina sobre la base de la solución de dos Estados”.
De la misma manera, observó que “obstruir el reconocimiento del derecho del pueblo palestino a aceptar su Estado, no es coherente con la responsabilidad jurídica e histórica que recae sobre la comunidad internacional para poner fin a la ocupación y alcanzar una solución final y justa a la cuestión palestina”. En paralelo, Jordania, estado que en 1994 iba a ser el segundo país árabe en refrendar la paz con Israel, después de Egipto en 1979, valoró que admitir a Palestina como miembro de la ONU de pleno derecho, “es un derecho inalienable del pueblo palestino y una responsabilidad legal y moral para el Consejo de Seguridad”.
Tanto Egipto como Jordania, emplazaron a los actores que apoyan la paz ,“a reconocer al Estado palestino” y subrayaron en que sin el establecimiento de ese Estado, “con su capital en Jerusalén Este” y ocupada por Israel en 1967, “no habrá paz ni seguridad” en Oriente Medio.
El embajador adjunto de Estados Unidos ante la ONU, Robert A. Wood, concretó a los periodistas que “habría que preguntar a los árabes que han conseguido” con el voto por la membresía plena de Palestina en la ONU, que no prosperó por la oposición de Washington. Wood, expuso a primera vista resentido, que Argelia y Palestina habrían de interrogarse “si era necesario llegar a esta situación y poner a Estados Unidos en esta posición”, de tener que servirse de su derecho de veto, cuando estaban al corriente que la Resolución no saldría adelante.
Y todavía sería más drástico en sus palabras al explicar que “no veo cómo esto hace avanzar la cuestión hacia los dos estados”. El procedimiento que patrocina Estados Unidos reside en un acuerdo pactado entre Israel y Palestina, agregó el diplomático al acabar la sesión en el Consejo. Wood soslayó, desacreditar a otros estados por su parecer y señaló que “cada país vota según sus intereses nacionales”, pero matizó que esta situación había llevado a que su país se viera “en la posición de tener que votar contra esa resolución”.
“La decisión inaudita de Estados Unidos vuelve a dictar sentencia para miles de personas en Palestina sumidas en la frustración de un querer y no poder formar parte de las piezas del puzle que conforman la ONU”
Entretanto, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Ridha Abás (1935-88 años), ha criticado tajantemente el veto de Estados Unidos a la integración de Palestina como Estado miembro de pleno derecho. Culpándolo de “abandonar todas las promesas” concernientes a la solución de dos Estados como fórmula de paz entre israelíes y palestinos, advirtiendo que “reconsiderará” las relaciones con Washington después de lo acontecido. El mandatario también declaró: “Los dirigentes palestinos reconsiderarán las relaciones bilaterales con Estados Unidos, de una manera que garantice la protección de los intereses de nuestro pueblo, nuestra causa y nuestros derechos”.
Días más tarde de que Washington desbaratase el reconocimiento de Palestina, Abás ha apuntado en una entrevista a la agencia de noticias oficial de la Autoridad Nacional Palestina (WAFA), que la negativa es “una agresión flagrante contra los derechos, la historia y la patria” del pueblo palestino. Al mismo tiempo, entiende que la Administración estadounidense “desafía la voluntad de la comunidad internacional”.
“Mientras el mundo está de acuerdo en la necesidad de aplicar el Derecho Internacional y respalda el derecho palestino, Estados Unidos sigue apoyando la ocupación y rechaza obligar a Israel a que detenga su guerra genocida”, indicaba lamentándose Abás, en referencia a la ofensiva sobre la Franja de Gaza. Conjuntamente, “entrega a Israel armas y dinero que matan a nuestros niños y destruyen nuestras casas”, ha recriminado el dirigente que interpreta que Washington da carta blanca al “robo” de fondos palestinos de las autoridades israelíes, lo que “debilita” incuestionablemente a la Autoridad Palestina. Pese a todo, “la causa palestina es inquebrantable, inmutable y firme. Los sacrificios, la paciencia y la resistencia del pueblo palestino (…) derrotarán todas las políticas apoyadas por Estados Unidos”.
En consecuencia, con la ofensiva israelí en la Franja de Gaza de fondo, una vez más y con esta ya van cuatro, Estados Unidos encadena y amarra el no reconocimiento del Estado palestino en su estatus como miembro de pleno derecho de la organización y deja sin efecto la propuesta de un número considerable de países, al igual que no reprueba a Israel y tampoco lo sanciona en medio de la escalada en Oriente Medio. Es más, empuña a capa y espada nuevas dotaciones de armas a Tel Avic.
La decisión inaudita de Estados Unidos vuelve a dictar sentencia para miles de personas en Palestina sumidas en la frustración de un querer y no poder formar parte de las piezas del puzle que conforman la ONU y, a su vez, da luz verde a las pretensiones consabidas de Israel.