La fiscal de la Audiencia Nacional Dolores Delgado asegura en las conclusiones provisionales del ‘Caso Kibera’, que la llamada del califa y líder de la organización Estado Islámico, Abu Bakr al Baghdadi, para que todos los musulmanes del mundo se unieran a la yihad, tuvo “una respuesta a nivel local, a través de una estructura localizada en las ciudades de Ceuta y Melilla y en Marruecos, dedicada a la captación, radicalización y envío de operativos yihadistas” a zonas en conflicto.
El documento al que ha tenido acceso El Faro habla de “una red española” muy activa en redes sociales , que, “de manera local, eficaz y efectiva, ejecutaba las funciones de captación, facilitación y envío de estas nuevas voluntarias”.
En esencia, la organización Estado Islámico necesitaba mujeres para los muyahidines y descubrieron en las europeas una mayor disposición para viajar a zonas en conflicto “tras un proceso de fanatización perfectamente planificado”.
También se dieron cuenta de que entre todas las mujeres, las adolescentes eran más permeables a los procesos de captación a través de las redes sociales.
La detención de Fauzia
La Policía española estaba alerta. El 2 de agosto de 2014 fueron detenidas en el puesto fronterizo de Beni Enzar Fauzia A.M., una melillense mayor de edad y sin antecedentes penales, junto a una menor que ahora es testigo protegido. Ambas pretendían reunirse con miembros de una red de captación y envío de combatientes en Marruecos porque las dos tenían como objetivo desplazarse a Irak e integrarse en las filas de la organización Estado Islámico, asegura la fiscal en las conclusiones provisionales del ‘Caso Kibera’.
Ambas fueron captadas principalmente a través de Facebook y WhatsApp. Por esta última vía mantenían conversaciones en grupo e intercambiaban material de contenido violento del Daesh. Había de todo: desde propaganda hasta ejecuciones y comunicados de los líderes del ISIS.
Como Fauzia y la menor ceutí detenida en Beni Enzar muchas jóvenes musulmanas presumían de recibir propaganda de la organización Estado Islámico y mostraban en público su disposición a desplazarse a zonas en conflicto, asegura la fiscal del ‘Caso Kibera’.
La red de captación de mujeres para enviarlas a la yihad, desarticulada en Melilla en 2014, lo primero que hacía era localizar en las redes sociales a chicas sensibles al mensaje radical.
Luego hacían una criba y seleccionaban a aquellas que tras un proceso de radicalización se mostraban partidarias de marchar a las zonas en conflicto.
La radicalización se llevaba a cabo en foros privados de WhatsApp en los que se iban filtrando a los miembros. Sólo a los elegidos tras las medidas de seguridad se les enviaba material de contenido violento procedente de la organización Estado Islámico.
En esos grupos de WhatsApp había una persona que se encargaba de captar, adoctrinar y dinamizar las conversaciones y los debates entre los miembros del foro.
La captación a través de internet se hacía rápido y sin que los captadores tuvieran que exponerse demasiado. Sólo daban la cara al final del proceso de captación y en los momentos previos al desplazamiento a zonas en conflicto.
Perfil: estudiantes mediocres
Las mujeres que respondieron a la llamada del califa Abu Bakr al Baghdadi, líder de la organización Estado Islámico, para viajar a zonas en conflicto en Siria e Irak tienen un perfil muy definido: jóvenes o menores de edad, estudiantes con resultados mediocres, muy puestas en el uso de las redes sociales y con una visión romántica e hipotética de la vida que iban a llevar bajo la Sharia (ley islámica) implantada por el Daesh en los territorios que ocupaban.
Se imaginaban que iban a tener una vida perfecta como “verdaderas guerreras yihadistas”, junto a un esposo muyahidín igual de perfecto.
Así lo reconoce la fiscal Dolores Delgado en las conclusiones provisionales del ‘Caso Kibera’, que juzga a cinco miembros de una red de captación de mujeres en Melilla. Dos de ellas, una melillense mayor de edad y una menor ceutí (ahora testigo protegido) fueron detenidas en agosto de 2014 en el paso fronterizo de Beni Enzar, cuando pretendían reunirse con sus captadores en Marruecos con la intención de viajar más adelante a Irak e incorporarse a la guerra santa.
En la mayoría de los casos, las familias de las jóvenes radicalizadas y captadas por los yihadistas desconocían que sus hijas tenían la intención de sumarse a la organización terrorista Estado Islámico.
Todas eran captadas a través de las redes sociales, principalmente Facebook. Luego pasaban a participar en foros privados en WhatsApp y sólo veían a sus captadores antes viajar a las zonas en conflicto.
Los hombres captaban mujeres para muyahidines
En las redes de captación de mujeres con la intención de enviarlas a la yihad, los hombres eran los encargados de elegir las candidatas. Actuaban desde la retaguardia y su función era la de organizar los viajes de las jóvenes que o bien harían las funciones de muyahidines o de servidoras domésticas o sexuales de los terroristas de la organización Estado Islámico. Para poder acceder a las aspirantes se valían de las captadoras: chicas que estaban convencidas de estar a las órdenes de los máximos líderes del Daesh. Sus objetivos eran jóvenes que mostraban interés en las redes sociales, a las que acosaban y terminaban captando y radicalizando. Durante este proceso, ellas cambiaban muchísimo sin que sus familias se percataran de lo que les estaba ocurriendo.